El concierto de opiniones sobre los nuevos precios de los productos del agro, de las tiendas recaudadoras de divisas y del mercado paralelo del MINCIN es variopinto. Unos están insatisfechos por el monto de la merma, algunos creen que son medidas transitorias, hay quienes tienen esperanzas de que sigan bajando, mientras otros reconocen el beneficio en el bolsillo.
Soy de quienes se suman a los dos últimos criterios; cada centavo de menos en el valor de esos artículos —la mayoría de primerísima necesidad— tiene un impacto en una población que vive con pensiones y salarios insuficientes.
El reordenamiento y mayor disponibilidad de medios e insumos en la agricultura, y la disminución de los costos de los productos alimenticios en los mercados internacionales, ponen al país en condiciones para asumir estas políticas, que no se detienen con las ya dictadas: continuarán en la medida de las posibilidades, según fuentes autorizadas.
Para incluir a cada producto en esas listas han tenido en cuenta la garantía de su disponibilidad en el archipiélago, lo que evitará baches en el abastecimiento y la especulación que se crearía de haber esa inestabilidad. Un ejemplo elocuente es el de la leche en polvo, de la cual hay cantidades suficientes para sostener la distribución durante los próximos tres meses y sus envases para un semestre.
Otros productos para los que pudiera parecer viable la disminución de su importe no se pueden someter aún a las políticas de precios por la falta de respaldo de algún insumo o materia prima, como es el caso de los refrescos; mientras no estén dadas las circunstancias permanecerán con sus mismos valores.
Fuentes gubernamentales aseguran que cuando existan garantías de abastecimiento se continuarán aplicando a otros renglones, sin que indispensablemente medie una nota de prensa.
Funcionarios de los ministerios de Finanzas y Precios, y de Economía y Planificación, han advertido sobre la diferencia entre rebajas y nuevos precios; pues en muchos escenarios se maneja incorrectamente el primer término para hablar del contexto actual.
Las rebajas son transitorias, se hacen por cortos períodos de tiempo y con algún propósito, ya sea por el Día de las Madres, de los Padres, de los Enamorados, etcétera, o por la cercanía de la caducidad del producto.
Los nuevos precios, que en Cuba se han informado paulatinamente desde el pasado 22 de abril, dan continuidad al conjunto de medidas encaminadas a aumentar de manera gradual la capacidad de compra del peso cubano, brindar mayor protección al consumidor y mejorar el nivel de vida de la población.
Con estas medidas no se establecen índices o coeficientes de formación de precios: se dictan centralizadamente límites máximos en productos de alta demanda e impacto en la población, por lo que las cadenas de tiendas y mercados no tienen facultades para variarlos, sino situarlos hasta el valor determinado, el cual da margen para los gastos de comercialización y el pago de los tributos.
Los nuevos precios tienen el respaldo de la oferta, que cambia los patrones de distribución, pues en algunos de los productos como el pollo y el aceite los niveles de consumo se han triplicado, y según los pronósticos no deben retroceder sino aumentar la tendencia.
También con la inclusión de artículos como los mencionados anteriormente, además de natillas, gelatinas, zapatos para niños y otros, se busca beneficiar al segmento poblacional que se corresponde con los de menor y mayor edad.
Legalmente todo está dicho, no obstante, esto no excluye a alguna persona que con malas o buenas intenciones dé una interpretación errónea a las políticas, y se encuentren precios distorsionados en cualquiera de los mercados o tiendas.
Para evitar que eso suceda y se haga cumplir estrictamente lo establecido por los organismos facultados están las autoridades de cada institución del comercio (dígase cadenas de tiendas o tipo de mercado), los inspectores estatales (que deben reforzar y sistematizar su accionar) y las visitas sorpresivas de funcionarios y cuadros a los centros expendedores.
Aunque lo más importante es el peso de la razón ciudadana, que se ejerce a partir del dominio de la información pública, la cual hay que usar siempre que sea necesario para hacer valer el nuevo precio de un producto. Usted y cada centavo de menos cuentan.
Tarde pero seguro:
La metrología es un punto oscuro, pongo un ejemplo: En días recientes fui al mercado en camaguey y compré jamonada, al dirigirme al área de atención al consumidor y pesar mi producto resulta que le faltaban varias onzas; le pedí el libro de quejas y sugerencias al que atiende esta tarea y me dijo que lo dejó en la casa; me dirigí a los inspectores del DIS (que había 5 por cierto), les plantee el problema empezando porque no existía el libro de quejas y sugerencias y me dijeron que ellos no tenían que ver con eso, que solamente tenían que ver con violaciones de precio; les expliqué la variación de los pesos y fuimos a verificar primero en la pesa de comprobación y efectivamente existía el faltante; se comprobó que la pesa estaba certificada y comprobaron el peso patrón de una libra solamente, no de 5 libras, y estaba correcta (aunque el fiel de la pesa no estaba en el lugar ideal), luego ellos me dijeron que tenían que verificar en la pesa del vendedor y ocurrió lo inaudito: En la pesa del vendedor daba bien (hicieron la misma comprobación con la pesa patrón de 1 libra pero no de 5), entonces los inspectores dijeron “El problema es que la pesa de comprobación está mal”, pero no tomaron ninguna medida con los responsables, ni pudieron probar cuál de las dos estaba equivocada, simplemente el cliente salió perdiendo “YO” y tuve que quedarme con el peso de menos o el pago de más y regresar a la casa molesto y le pregunto a los compañeros de metrología los siguientes aspectos:
1- Pueden existir dos pesas correctas y que tengan diferencias de peso.
2- Puede un inspector determinar cuál de las dos es la incorrecta cuando hicieron el mismo (comprobar que el peso patrón de 1 libra) y el resultado es similar sin comprobar con otros patrones digamos de 5 librar o de 10 libras.
A los compañeros del DIS le pregunto:
1- Es acaso que ya ellos no tienen que velar por los derechos del consumidor, y entre esos derechos es poder reflejar en el libro de quejas y sugerencias las insatisfacciones por el servicio; es que acaso no tienen que exigir por eso.
2- En el caso de que las dos pesas comprobadas “dieran bien ante la verificación de 1 libra” pero existiera diferencia con 5 libras, como pudieron determinar que la que estaba mal era la de verificación y no la del vendedor.
3- Por qué no se aplicó la máxima “El Cliente siempre tiene la razón”
4- Por qué si llevan varios días los inspectores en el mercado no se “habían percatado que la pesa de comprobación estaba incorrecta”
Concluyo: Estamos muy lejos de lograr que este aspecto se resuelva mientras los responsables de hacer cumplir esta política no tengan en el centro al cliente, que “les pasen las manos” a aquellos que de una forma intencional o no trabajan con pesas adulteradas.