Desde el próximo 6 de abril subirá al escenario del célebre Teatro del Châtelet de París el musical Carmen La Cubana, un empeño en el que participan varios artistas de la isla. Conversamos con el autor del libreto, el dramaturgo Norge Espinosa.
¿Por qué Carmen sigue apasionando a tantos creadores muchos años después?
Carmen se ha independizado del argumento que nos la presenta, la noveleta de Prosper Merimée, y se ha convertido en un símbolo de la mujer rebelde, segura de su poder de seducción, y capaz de retar al destino más grave. A mí me seduce como reto: ha sido versionada tantas veces y de tantas maneras que aportarle algo nuevo a su leyenda es una prueba de fuego.
¿Cómo es tu relación con los referentes: la novela, la ópera, otros musicales?
Carmen La Cubana surge como una visión de Christopher Renshaw, director británico de ópera y musicales. El punto de partida para esta producción era Carmen Jones, el musical que Oscar Hammerstein creó en Broadway a inicios de los años 40, recolocando la fábula en los Estados Unidos y fusionando la ópera con jazz, bebop… De ahí provino el filme que en 1955 protagonizaron Dorothy Dandridge y Harry Belafonte. Vi esa cinta en mi infancia, en Santa Clara, junto a mi madre. Ese recuerdo me ayudó a colocar a Carmen en la Cuba de fines de 1958.
¿Cuáles son las peculiaridades de esta puesta en Francia?
La obra traslada la ópera a la sonoridad de la música latina. Alex Lacamoire —merecedor del Tony y quien acaba de ganar su segundo premio Grammy como mejor orquestador de un espectáculo de teatro musical— es una pieza clave en ese experimento. Él, junto al cubano Edgar Vero, han hecho que Carmen cante no solo en español, sino en cubano. Traduje todas las canciones y algún fragmento de la ópera, trabajando de cerca con Renshaw en el guion. Ha sido un largo proceso que arrancó en el 2013 y ahora llega a su primera presentación internacional.
En junio del 2014 pudo verse a manera de workshop en los muelles de la Aduana habanera, y ya ahí estaba Luna Manzanares como nuestra Carmen, acompañada por las coreografías de Roclan y el Ballet de la Televisión Cubana.
La fusión de música, comedia, drama, baile, requiere mucho empeño. Para mí esas lecciones ni siquiera hoy, a punto de estrenar la obra nada más y nada menos que en el Teatro de Châtelet de París, donde se estrenara La siesta del fauno y el Petrushka, han terminado. Pienso en todo ello como nuevos retos para mi labor como dramaturgo.
¿Cuáles son tus expectativas?
Venir a hacer Carmen en Francia es como bailar en la casa del trompo. Nuestras garantías están en la música que suena extraordinariamente. En su solidez como soporte de la acción total, y del baile, según lo exige un director experimentado. En el talento y la naturalidad de sus intérpretes.
Me gustaría que la obra demostrara que en Cuba se puede hacer teatro musical, que es posible que productores foráneos apuesten por el talento cubano, no solo para repetir producciones ya vistas en Broadway, sino para fusionarse con el ritmo de nuestro país, con su historia y con sus alegrías y contradicciones.