Hace pocos meses la Comisión Permanente de Cultura Comunitaria, Patrimonio y Tradiciones, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) hizo un llamado a proteger el tejido social de las comunidades y alertó sobre la necesidad de un trabajo más intenso en los barrios marginales, donde se requiere sembrar semillas fuertes para afianzar la identidad y cultura del país.
En concordancia con esos planteamientos, la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (Acaa) en Matanzas exhibe resultados alentadores en su recurrente labor de extensión cultural hacia las comunidades, como medio de transformación del ciudadano y su entorno. Muestra de ese interés se evidencia en los eventos de carácter nacional e internacional convocados por esa institución, entre ellos Puro Arte y Arte del Fuego, esta última bienal realizada a fines del pasado año mediante una interacción sin precedentes con pobladores del campo y de la ciudad.
Aunque no constituye objetivo central de su trabajo, que como se sabe consiste en la organización, superación y promoción de los artesanos artistas, la filial de la Acaa en la región matancera convierte cada uno de sus proyectos culturales en un puente que los entrelaza con las diferentes zonas de la sociedad, sobre todo dirigidos a los jóvenes, para los que concibe buena parte de sus iniciativas, por ejemplo: —vale apuntar al margen— los espectáculos brindados los viernes y sábados en esa entidad situada en la céntrica calle del Medio, a donde cada noche concurren unos mil muchachos.
En aquella memorable reunión efectuada en la Uneac con la asistencia de representantes del Ministerio de Cultura y del sindicato que agrupa a los trabajadores del sector, con otros organismos, instituciones y personalidades, se resaltó que aún es insuficiente el nivel de preparación en algunos artistas y creadores que participan en el trabajo cultural comunitario, y que los medios de comunicación no divulgan lo necesario las experiencias más exitosas que pudieran ser referencia para el país. Arte del Fuego, protagonizado por destacados artífices de toda la nación, en particular selectas figuras de la plástica —incluso varios Premios Nacionales—, pasó prácticamente inadvertido, y de sus resultados poco se supo.
La bienal Arte del Fuego tuvo como sede principal la finca Coincidencia, en Jovellanos, donde radica uno de los proyectos socioculturales más significativos del país, en el que han encontrado trabajo y estudio 12 familias. Aledaños a esa área se hallan distintos caseríos cuyos moradores han experimentado en esos lugares sus primeras citas con la creación artística.
El convite igualmente se extendió a la Academia Profesional de Arte; la Universidad Camilo Cienfuegos; la finca Luna, cerca de Coincidencia, allí existe otro proyecto similar; y la casa social de la filial de la Acaa, fastuosa sede donde además de espectáculos musicales, pasarelas y conferencias —con entradas libres que aglutinaron a cientos de personas— quedó inaugurada una confortable galería con piezas realizadas por creadores de Canadá, Estados Unidos y los nacionales participantes en la bienal, así como las de los maestros Ernesto García Peña, Manuel Hernández, Flora Fong y Eulises Niebla.
Arte del Fuego llevó hasta apartados predios valiosos espectáculos protagonizados por reconocidos exponentes de la música, la danza, el diseño de modas, la fotografía y la pintura, además de talentos locales; mientras que en torno a las ceremoniales labores relacionadas con el proceso de creación de la cerámica artística, se creó un festín que en algunas jornadas concentró a más de 150 personas, como los artífices participantes, los espectadores de la zona y otros invitados, cifra similar a la de los asistentes a las veladas artísticas presentadas en la hacienda todas las noches.
El presidente de la Acaa en Matanzas, el artista Antonio Pérez Marrero (Tony), entusiasta promotor de estos proyectos, afirmó que la bienal, además de estimular la producción de cerámica artística, establece un diálogo con el medio ambiente, así como facilita y promueve su intención sociocultural. Cada participante aportó una pieza que se emplazará en lugares donde interactúen con el público, tales como parques, escuelas, hospitales y otros sitios comunitarios.
Entre las figuras de prestigio que intervinieron en Arte del Fuego se encuentran, aparte de los artesanos artistas y creadores de la plástica de varias provincias, el canadiense Arno Barbet, con una exposición de fotografías sobre detalles de las manos en la creación de cerámicas, expuesta en la sede de la Acaa; los cantautores Tony Ávila y Adrián Berazaín. También actuaron las compañías de música y danzas afrocubanas Los Muñequitos de Matanzas, y Legado, que dirige Neivis Mora. Del talento local se presentaron Los Caña, y repentistas de la Casa Naborí, de Limonar.
Ovacionadas asimismo fueron las pasarelas de las premiadas diseñadoras de vestuarios Mariela Alemán y Raquel y Karla Espino, así como las e Jorge L. Cristo y Juan C. Jiménez, amén de los atuendos diseñados por Mercedes Tápanes, quien lo hizo asistida por el aquilatado grupo Danza Espiral, que dirige la maestra Lilian Padrón. Todos fueron excelentemente acompañados por el audio y los diseños de luces de Fiesta Atenas, grupo que tutela Juan J. Fumero (JJ).
Cada colectivo artístico expuso sus creaciones auténticamente cubanas, muchas de ellas —como las de Los Muñequitos…, Legado y Danza Espiral, recreadas en la herencia cultural de la nación.
Arte del Fuego, en su quinta edición, corroboró su rol como legítima expresión de la cultura cubana especialmente dirigida a las comunidades, en defensa de la nación y del patrimonio, mediante acciones que potencian nuestra identidad.
Versión sobre el original Identidad, cultura y comunidad. Tomado del sitio: uneac.co.cu