No hay mucha heterodoxia en Heterodoxo, el más reciente estreno de la belga-colombiana Anabelle López Ochoa con Danza Contemporánea de Cuba (DCC). La temporada que la compañía concluyó este fin de semana en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso permitió apreciar la renovación del elenco, aunque las creaciones no fueran precisamente contundentes.
Tampoco es que tuvieran que serlo, está claro. No todos los días aparece una obra maestra. La de López Ochoa es una pieza bastante convencional en lo formal y también en lo temático, por más que se pretendiera inquietar desde el diseño de vestuario.
Lo que se vio, se ha visto varias veces, aunque esto tampoco resulte necesariamente malo. Pero la tensión entre la solista y el cuerpo de baile transita caminos muy recorridos, y la línea danzada no reserva demasiadas sorpresas. Ojo: no es que la obra sea un fracaso, pero López Ochoa había dejado el listón más alto con su anterior pieza para la compañía: Reversible.
Laura Domingo fue menos pretenciosa en sus presupuestos, y así y todo Cénit resulta convincente. Las dinámicas de un trío de bailarines están “narradas” sin puntos muertos, con cierta vocación neoclásica con la que los intérpretes parecen cómodos. La multiplicación de los planos de representación complejizan el entramado (la peculiar dramaturgia que se instaura), sin que se extravíe el eje.
El final, eso sí, resulta un tanto abrupto, como si no se resolvieran del todo los “conflictos” planteados.
Del elenco hay que decir que lucieron muy comprometidos con las obras, como ya es tradición en Danza Contemporánea. Pero a algunos de los bailarines (debutantes) les falta un poco de “escenario”. Falta mucho trabajo en los salones y unas cuantas temporadas paraque esta “maquinaria” afine. Tiempo al tiempo. La buena noticia es que hay potencial. Y en DCC saben muy bien cómo sacarle partido a un elenco.
En Camagüey
El Ballet Contemporáneo Endedans, que dirige la maestra Yaylin Ortiz Clavería, es desde hace algún tiempo escenario de uno de los más interesantes proyectos de colaboración artística entre Cuba y los Estados Unidos. Las recientes funciones en el teatro Principal de la ciudad de Camagüey (del 22 al 24 de enero) son, en todo caso, la punta del iceberg. Allí se estrenaron dos obras de coreógrafos radicados en Nueva York: el cubano-estadounidense Pedro Ruiz y la filipina Elizabeth Roxas-Dobrish.
Reencuentro, de Roxas-Dobrish, que fue una de las más destacadas bailarinas de la célebre compañía Alvin Ailey, estiliza las peripecias de dos parejas que se entrecruzan puntualmente. La línea es hermosa, las soluciones dramáticas son diáfanas. Pero quizás a partir de determinado momento la narración comienza a parecer cacofónica… aunque el final es particularmente emotivo.
Medianoche, de Pedro Ruiz, recrea de alguna manera la vida nocturna de Nueva York, pletórica de acontecimientos. Los guiños y el homenaje al teatro musical y al cabaré de esa gran ciudad son evidentes. La alternancia entre movimientos de singular lirismo y otros de marcado carácter humorístico está bien conseguida. Pero lo mejor de la pieza es que se instaura un ambiente, más allá del minimalismo de la propuesta escenográfica.
Hay que reconocer el entusiasmo, el compromiso, la capacidad técnica del elenco, ovacionados por el público. El Ballet Contemporáneo Endedans está viviendo ahora mismo una interesante etapa creativa.