Con apenas 30 semanas de embarazo, Mairelis Rabeiro Hernández, de 27 años, enfrentó la posibilidad de perder a su bebé. La combinación de tres enfermedades maternas —asma bronquial, diabetes mellitus e hipertensión arterial— hicieron del útero un lugar inhóspito y peligroso.
“Le expliqué que su pequeño estaría mejor fuera que dentro. La hipertensión le hacía daño y corrían riesgos los dos. Ella fue muy valiente”, cuenta la doctora Noaris Martínez Díaz, jefa del servicio de obstetricia del hospital Abel Santamaría, de Pinar del Río.
Mairelis estuvo durante varios meses bajo la supervisión del médico de la familia y de los especialistas en su zona de residencia. Cumplir las indicaciones desde la captación le ayudó a sortear las complicaciones hasta ese momento, en que la suerte de ambos dependía ya de los servicios de la atención secundaria.
La interrelación de los distintos eslabones del sistema de salud salva vidas en el territorio más occidental de Cuba. Miles de historias se entretejen detrás de los números que permitieron a Pinar del Río obtener en el 2015 la tasa de mortalidad infantil más baja del país, con 3,4 fallecidos por cada mil nacidos vivos.
Prevención para salvar vidas
Por tercera ocasión consecutiva, y cuarta en su historia, la provincia tiene tasas de mortalidad por debajo de cuatro.
“Este año la situación fue complicada porque nos golpearon fenómenos como la prematuridad y el bajo peso, causas fundamentales de las defunciones sufridas en los menores de un año”, explicó María Teresa Machín Lopéz-Portilla, jefa de la sección provincial Materno Infantil de la dirección de Salud en Vueltabajo.
La provincia tuvo 6 mil 698 nacimientos, 220 más que en el 2014. Entre las acciones para promover el aumento de la natalidad se encuentran la promoción de estilos de vida sanos y la labor sostenida en el programa sobre la infertilidad, entre otros.
Se incitó el diálogo sobre aspectos como el incremento de la fecundidad adolescente, la planificación familiar y el uso de los anticonceptivos. Además, se trabajó sobre la cuestión del aborto, no para eliminarlo, sino para evitar los innecesarios.
Según Machín López-Portilla, los resultados se sustentan en la colaboración multidisciplinaria, desde la atención primaria. Se insiste en la prevención para desarrollar el embarazo en las mejores condiciones posibles. Las consultas de riesgo preconcepcional, las de planificación familiar, así como las prenatales garantizan el éxito de estos procesos, hasta llegar a la atención secundaria.
La especialista destacó la labor de centros como el pediátrico Pepe Portilla y su unidad de cuidados intensivos, responsables de los pequeños desde los 30 días de nacidos. Allí, precisa, se salvaron infantes con meningitis, neumonía y cardiopatías graves.
Otro de los pilares lo constituyó el bloque materno del hospital Abel Santamaría, con sus salas de obstetricia y demás servicios importantes como neonatología. En este último, destacó la vasta experiencia del equipo, capaz de salvar de forma increíble niños de hasta 28 semanas con bajos pesos extremos.
En esta institución ocurrieron más de 6 mil nacimientos en el 2015, casi la totalidad del territorio.
“Se organizaron los servicios de obstetricia, y se incrementaron los que requieren conducción con las guías y los manuales de procedimiento. Esto ha llevado a la perfección de los análisis y discusiones de cada caso, en función de la calidad y la satisfacción del paciente. El sentido de pertenencia de las distintas especialidades sobre el programa aumenta cada día.
“Detrás de una tasa hay muchos responsables. Los resultados se alcanzan con sacrificio y abnegación. Debemos seguir trabajando en la retroalimentación con la atención primaria y sus especialistas”, afirmó Bárbara del Rosario Hernández Bravo, subdirectora del bloque materno infantil de la institución.
Educando en la base
Ada María Ramos Hernández lleva nueve años dedicados al Programa Materno Infantil. Es la asesora en el área de salud atendida por el policlínico Ramón González Coro, una zona intrincada de Sumidero. En el 2015 tuvieron 107 nacimientos y ninguna muerte, razón de orgullo para los trabajadores del centro.
Ella nunca ha calculado las decenas de kilómetros recorridos diariamente, por lugares alejados con escaso transporte, para visitar a las gestantes. La premisa es promover estilos de salud adecuados y prevenir problemas.
“Se realiza una amplia labor con el bajo peso; charlas educativas sobre el valor de la lactancia materna, así como la paternidad y maternidad. Se sigue a la gestante a través del equipo básico, con el apoyo de especialistas”, comenta la enfermera.
Pruebas genéticas, ultrasonidos, análisis son herramientas para conducir el embarazo correctamente. Así se controlan las condiciones de la madre y el bebé.
Como Ada, muchos acompañan a las mujeres desde la captación del embarazo, hasta los hospitales. Es un recorrido que implica pruebas y mucha conversación, y que continúa, incluso con el regreso al hogar.
“El programa de medicina familiar se cumple en el equipo básico de salud, dígase policlínicos con o sin salas de hospitalización, los cuales engloban consultorios y hogares maternos. También en la atención en los hospitales, a lo cual se suman los servicios prestados por institutos en La Habana y la ayuda de organizaciones como la FMC, los CDR, otros organismos y el gobierno. La tasa mide el desarrollo social, así como la voluntad política hacia ese tema”, explica Roselia Sánchez Triana, obstetra del Programa Materno Infantil en la provincia.
El milagro de la medicina
Mairelis suma más de dos meses de estancia en el hospital. Tuviera, por estos días, entre 38 y 39 semanas de gestación.
“El suyo fue un caso complejo porque tenía las peores enfermedades crónicas para una embarazada. Y se da el caso de que lo que mejora a una descompensa otra. Por ejemplo, las otras dos enfermedades se desequilibraban con los esteroides que obligatoriamente había que ponerle para su asma”, afirma Noaris Martínez Díaz.
“Ingresé por alto riesgo con 26 semanas. Tuve una crisis de asma y me pusieron esteroides. Después se complicó la diabetes. Ya con 29 empecé a perder líquido y la presión la tenía alterada. A las 30 la presión estaba muy alta y decidieron interrumpir la gestación”, recuerda la joven.
La pequeña sufrió las complicaciones normales de su estado, pues vino al mundo 10 semanas antes de lo esperado. Los órganos no se encontraban maduros y debió ser internada en neonatología.
“La niña estuvo ventilada pero ya está mejor. Salimos las dos a flote”, dice Mairelis, quien agradece las atenciones recibidas. Desde el nacimiento, el 11 de noviembre, no han tenido mucho contacto, solo cuando va a alimentar a Marbelis Milagros, diminuta y frágil, quien espera por su leche. Pronto, cuando alcance el peso adecuado, irán ambas a casa.