Aunque distantes en el tiempo, la playa Las Coloradas, en Niquero, fue escenario del arribo de dos expediciones armadas destinadas a la liberación de la patria: del dominio español una, y de la tiranía batistiana, la otra. Coincidieron, además, en que ambas lo hicieron un 2 de diciembre.
La primera, apenas mencionada en nuestra historia, ocurrió en 1884, dirigida por el general de división del Ejército Libertador Ramón Leocadio Bonachea Hernández, quien decidido a continuar la lucha contra el colonialismo español, el 29 de noviembre de 1884, con 14 hombres, partió de Montego Bay, en la costa norte de Jamaica, a bordo de la goleta El Roncador, y tres días después tocó tierra en Las Coloradas.
Detenidos allí por una cañonera española, un consejo de guerra sentenció a muerte al general Bonachea y a cuatro de sus acompañantes, condena cumplida el 7 de marzo de 1885, en la explanada del Morro de Santiago de Cuba; los restantes fueron destinados a prisión.
La disyuntiva de ser libres o morir
El 2 de diciembre de 1956, 81 hombres, conducidos por Fidel Castro Ruz, desembarcaron por la playa Las Coloradas en la expedición del Granma, sin otra alternativa que la de libertad o muerte. El estricto sentido de esa decisión está presente en la consigna Patria o Muerte, abrazada por el pueblo cubano cuando, ya verdaderamente libre, tuvo ante sí la disyuntiva de defender sus conquistas o someterse a las presiones del enemigo imperialista.
Aquel 2 de diciembre, los expedicionarios que tras vencer la epopéyica travesía ganaron la tierra firme, protagonizaron el trascendental hecho histórico de asentar en suelo patrio el núcleo inicial del Ejército Rebelde, glorioso antecesor de nuestras combativas e invictas Fuerzas Armadas Revolucionarias.
El pequeño destacamento, organizado y entrenado en México, conoció muy de cerca el incuestionable valor que para la lucha representan la solidaridad y el internacionalismo, porque hombres y mujeres nacidos en otras latitudes, no solo les brindaron amistad y apoyo, sino que algunos se les sumaron en la temeraria empresa: el argentino Ernesto Guevara; el dominicano Ramón Mejías, el italiano Gino Donne y el mexicano Alfonso Guillén Zelaya.
Los expedicionarios y otros muchos que les antecedieron con similar ejemplo, constituyen la inextinguible raíz del espíritu internacionalista de nuestro pueblo, la que, como dijo Martí, “(…) está en nosotros, ya se verá luego su fruto: la raíz crece debajo de la tierra: sin raíz no hay luego”; palabras que guardan extraordinaria vigencia, porque nuestra historia es un canto vivo al internacionalismo, bandera y orgullo de todo cubano.
Muchas expediciones armadas se sucedieron a lo largo de nuestras luchas liberadoras. Las de El Roncador y el Granma, son solo dos ejemplos, ahora recordados por sus elementos en común, pero todas coincidieron en traer a hombres decididos a regar con su sudor, y hasta su sangre, el sagrado suelo de la patria.
Acerca del autor
Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.