Los trabajadores cubanos sienten el sano orgullo de haber- se contado entre los miles de hombres y mujeres, que durante la guerra en Angola no escatimaron esfuerzos para contribuir al resurgimiento económico y social de ese país, cuya infraestructura se encontraba devastada como consecuencia de las operaciones militares, y la economía paralizada debido al éxodo de más de 300 mil profesionales, técnicos y obreros calificados.
Entre quienes acudieron a prestar su solidaria y desinteresada ayuda, se encontraba Nancy Jiménez Rodríguez, quien contribuyó a la organización y revitalización del sistema educacional. Con ella conversó Trabajadores acerca de lo que para esa nación significó la participación de los colaboradores cubanos en su reconstrucción.
¿Cuándo y cómo se inició la colaboración civil cubana en la República Popular de Angola?
Una vez proclamada la independencia, el 11 de noviembre de 1975, el Gobierno se propuso comenzar el curso escolar en abril, empeño en el cual contó con la inmediata ayuda de Cuba. En febrero de 1976 llegaron a Cabinda 12 maestros cubanos, y de inmediato comenzaron a trabajar en la alfabetización y la organización del próximo curso escolar; también dieron clases. Ese grupito realizó un trabajo muy intenso aún antes de la derrota de los sudafricanos, en marzo.
El 20 de ese mes llegó un colaborador de nuestro Ministerio de Educación, y en abril yo. Entre las tropas capté a una compañera que había trabajado conmigo en los Camilitos; y ya en Educación estaba un desmovilizado de nuestras tropas.
Allí no se sabía cuántos alumnos, maestros y escuelas habían, por lo cual elaboramos un plan emergente de trabajo, con determinadas medidas que garantizaran comenzar el curso escolar en abril. Esto se logró, aunque no en todos los lugares, con muchas deficiencias.
En abril de 1977, el entonces Ministro de las FAR, Raúl Castro Ruz, viajó a Angola en visita de trabajo; en su agenda figuraba el inicio de la retirada de las tropas cubanas. En sus conversaciones con el presidente Agostinho Neto este le habló de la necesidad de su país de contratar técnicos extranjeros para echar a andar la economía y poner en funcionamiento fábricas que estaban prácticamente cerradas y sin personal. Como entre los reservistas había compañeros de distintas profesiones, Raúl le ofreció la posibilidad de hacerlo entre el personal cubano que, al desmovilizarse, estuviera dispuesto a quedarse trabajando en la vida civil. Algunos aceptaron.
Después comenzaron a llegar desde Cuba trabajadores de distintos sectores. Entre los primeros en hacerlo se encontraban los constructores, porque había que reparar los puentes y carreteras dañados durante la guerra para poder garantizar las comunicaciones; también personal de la salud, de la agricultura…
Así fueron estableciéndose convenios de colaboración con los distintos organismos, de acuerdo con las necesidades; decenas de especialistas en comunicaciones, construcción, agricultura, avicultura, café… De esa manera se fue organizando la colaboración civil.
Contábamos con una misión civil, al frente de la cual se encontraba Jorge Risquet Valdés, en la que había varios compañeros que atendían determinados frentes: educación, cultura, deportes, agricultura, avicultura, construcciones, pesca…
¿En qué condiciones cumplían los colaboradores civiles sus tareas?
Las condiciones de trabajo han de verse de dos maneras: una, la material, en lo cual siempre se trató de que los colaboradores vivieran juntos, en edificios otorgados por el Gobierno, y contaran con las condiciones básicas de vida, es decir, un techo y alimentación asegurados, así como transporte para la ida y regreso del trabajo. La otra, las condiciones propiamente de trabajo, muy difíciles porque a veces había que hacer cosas y el angolano no estaba al lado.
En el frente de la educación quisiera destacar tres cuestiones: el gran apoyo que se les dio a la organización de la alfabetización, y la formación de sus cuadros; el otorgamiento de becas para estudiar en Cuba, y el trabajo realizado en la enseñanza media por el destacamento pedagógico Ernesto Che Guevara, de 1978 a 1986, un orgullo tanto para el magisterio cubano como para la juventud. A este le sucedió el Contingente Pedagógico Frank País, con profesores ya graduados.
Los colaboradores fueron organizados militarmente en los lugares de mayor peligro, pues en algunos se vivía bajo la presión de una situación político-militar adversa, debida a la actividad de las bandas contrarrevolucionarias, que con los años fue tomando fuerza hasta sumir al país en una guerra irregular de grandes proporciones.
¿Cómo valora usted la labor de los colaboradores cubanos?
Estimo que fue positiva, porque se apoyó a Angola en muchos sectores deficitarios de fuerza de trabajo calificada; también desde el punto de vista organizativo y de política. Hubo varios estudios de desarrollo en distintas esferas, como por ejemplo la de nuestros arquitectos en la terminación de numerosos edificios, en otros que se hicieron nuevos. Los constructores realizaron un gran trabajo, tanto en las carreteras como en la reconstrucción de puentes, la construcción del aeropuerto de Lubango…
Considero que dejó logros en el país, preparó a muchos angolanos en diferentes esferas de trabajo, y el colaborador cubano también obtuvo muchas experiencias y vivencias, tanto desde el punto de vista de su profesión como personal.
He tenido oportunidad de hablar con muchos compañeros, y me he percatado de que en el orden humano se sienten más revolucionarios, más firmes; en ellos se reforzó mucho el sentimiento antimperialista, anticolonialista, al ver por sí mismos toda la miseria y la explotación a que estaba sumido ese pueblo en pleno siglo XX.
Era duro, los cubanos se crecieron en esa tarea. Sin chovinismo, digo que no hay otro pueblo que pueda sentir el orgullo de que tantos miles de sus hijos fueran a otro país a dar su contribución y hasta su sangre.
Y para el angolano común, ¿qué representó el trabajo junto a los cubanos?
Lo aceptaban; veían que no iban allí a explotarlos, a oprimirlos, sino a ayudarlos; que compartían sus propias situaciones, como por ejemplo el médico que le curaba el niño, le buscaba la medicina y sufría si este moría. Esos contactos permitieron una relación que no se puede romper; en nuestra generación de angolanos y cubanos queda eso. En las nuevas de allá, aunque algo distante, esto se enriquece con los gratos recuerdos que muchos atesoran de los cubanos que compartieron con ellos la guerra, de haberse preparado en Cuba, o haber sido alumnos de nuestros maestros allá. Y no les faltan los relatos de sus padres, porque también eso queda en la memoria.
Acerca del autor
Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.
En esa epoca mi padre Roberto Calzado estuvo alli construyendo hopitales y escuelas