Yimel Díaz Malmierca, enviada especial
Para Gerardo Hernández este 12 de septiembre fue diferente al de los últimos 17 años. Lejos estaba de los huecos, barrotes y celdas que lo mantuvieron cautivo durante demasiado tiempo. Las emociones de ahora tienen el rostro de una bebé ojiazul de gorjea las primeras sílabas, de una mujer que suspira enamorada y de decenas de desconocidos que se estremecen al ver un héroe de carne y hueso.
Este 12 de septiembre Gerardo recordó aquella madrugada fatal de 1998 en que el FBI llegó a su cuarto y lo sacó a gritos de quien sabe qué sueño, pero habló del asunto sin rencores ni traumas. En cambio, no pudo evitar turbarse con aquellos que en Francia hicieron suya una causa supuestamente ajena y que ahora le han recibido en el entorno de la Fiesta de l´Humanité.
Emocionado me habló de la anciana de los Pirineos que cada mes acudía a La Bastilla para reclamar la liberación de los Cinco. Conmovido escuchó a la señora que habló en nombre de su hija (recientemente fallecida) ante la multitud reunida en el stand de Francia Cuba y con sorpresa respondió a aquella joven que en un «afrancesado» español repetía: «No me lo puedo creer».
Tampoco quedó indemne del encuentro con el niño que le escribía poemas y cartas a la prisión, el mismo que hoy le llamó «padrino» y le envió una muñeca a Gema; ni con los gestores de los movimientos solidarios con Cuba que también abrazaron la causa de los Cinco. A todos agradeció con proverbial modestia y ratificó que Cuba no olvida a sus amigos ni los traiciona.