Julia, batalla y sueña

Julia, batalla y sueña

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Foto: Lourdes Rey
Foto: Lourdes Rey

 

Es una mujer de ébano, también fuerte como cualquier madera preciosa porque de una de ellas está hecha. Le dicen “la cabillera del Micons”, apelando al oficio que ha ejercido durante cincuenta años y por ser una de las pocas féminas que lo realiza en el país. Su nombre es Julia Labrada Portillo.

En la unidad empresarial de base (UEB) Gran Panel Sandino de Sagua la Grande, puede encontrársele dándole forma al acero que va dentro de los elementos que luego son recubiertos con hormigón. Sorprende vérsele: uñas arregladas, pañuelo adornando su cuello, sin una cana en su pelo, a pesar de que ya supera las siete décadas, de hablar fluido, también entusiasta y con un optimismo que contagia.

A Julia nada le asusta. Y aunque había apoyado a los combatientes  del municipio, en especial los días heroicos de la huelga del 9 de abril de 1958, confiesa que aprendió a perderle el miedo a los retos cuando Vilma Espín les pidió a las jóvenes de su generación que se incorporaran al trabajo.

“Conmigo a esta fábrica llegaron varias mujeres, ninguna se mantuvo. Reconozco que la labor es dura y que hay que gustarle. Al principio los hombres creyeron que yo era un estorbo, poco a poco me fueron valorando. A los seis meses ya reconocían mi dedicación, a los ocho me eligieron secretaria de la sección sindical y todavía cumplo esa función”, afirmó mientras doblaba un alambrón que va en los bordes de una futura columna de hormigón.

Dicen que la fuerza de sus manos y brazos es tal que ha enderezado cabillas a “mandarria limpia”, que logra hacer los tranques más seguros de cualquier parte de un prefabricado, que es puntillosa con la calidad y que no piensa retirarse…

“Quiero seguir batallando. He vivido una vida plena: mis hijos, mi esposo, ya fallecido, pero que me apoyó incondicionalmente. Mi trabajo, humilde pero útil, la labor sindical que considero necesaria porque hay que velar por la atención al hombre, los sistemas de pagos, la productividad. Y en especial mi colectivo de labor, sin ellos yo no fuera una mujer feliz”, expresó y en sus palabras narraba una historia que le ha proporcionado momentos extraordinarios, como haber sido reconocida en varias ocasiones con la condición de Proeza Laboral, ostentar las medallas Jesús Menéndez y Lázaro Peña, Hija Ilustre de Sagua la Grande y también cuando le otorgaron el escudo de ese municipio por su dedicación al trabajo.

“Soy afortunada. Solo he cumplido con mi deber y con el momento que me tocó vivir. Me arriesgué en un oficio casi vetado para la mujer, soy simplemente una obrera más”, afirmó con la modestia que tienen los grandes y siguió haciendo sus tranques de alambrón con tal habilidad y perfección que pueden creerse elaborados por una eficiente máquina.

Julia, además, habló de sueños e ideas, de seguir enderezando  entuertos, como cuando en su juventud hacía ir a su lugar a la más retorcida cabilla, discutiendo cuestiones obreras, hablando de construir con calidad y esmero… Es que Julia, esa mujer humilde y a la vez extraordinaria, confía en que las verdades están firmes como los aceros que ha moldeado.

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