¡Que la «pelota dulce» siga en juego!

¡Que la «pelota dulce» siga en juego!

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Foto Roberto Carlos Medina
Foto Roberto Carlos Medina

|Javier Perera, estudiante de Periodismo

El historiador cubano Manuel Cabrera Sánchez, mayor difusor de la Liga Azucarera de Béisbol, bautizó a este evento como la “pelota dulce”, nombre armónico con el que ha vivido por casi 15 años y le ha permitido ser reconocido por todos sus seguidores. Pero el certamen cumbre de los trabajadores del azúcar es un ejemplo ineludible de constancia y amor por el deporte de las bolas y los strikes, merced a 34 ediciones realizadas de manera  ininterrumpida, desde su creación en 1981 con la coronación del central Panamá de Camagüey.

En la actualidad este torneo responde a una organización envidiable, máxime por la participación de más de 700 equipos desde la base, momento que da inicio al sistema de competencias, que por lo general comienza en mayo y se extiende hasta principios de junio. Posteriormente arrancan las etapas zonales provinciales, de donde salen un campeón por cada territorio participante y después asisten a la fase zonal interprovincial, que a la postre premia al monarca de Cuba.

El fomento de una cifra considerable de encuentros en la base siempre ha figurado como una de las principales aspiraciones de este torneo, pues así se le ofrece un sano entretenimiento a los bateyes, centrales o Unidades Empresariales de Base (UEB) cañeras a lo largo del país, lugares estos que no disfrutan de actividades deportivas y culturales con regularidad. La cantidad de juegos al siguiente nivel fluctúa en dependencia de los intereses de cada territorio.

El grupo AZCUBA y el Sindicato Nacional Azucarero son dos de los principales organismos que han velado por el satisfactorio mantenimiento de esta justa treintañera, siendo el primero imprescindible en el financiamiento de necesidades concernientes al evento. Por otra parte, el INDER también ha brindado su apoyo a esta competición, principalmente con la presencia de árbitros y pelotas.

Sin embargo, el tema de las insuficientes esféricas ha sido uno de los mayores hándicaps que ha tenido la Liga Azucarera para su feliz celebración, pues eso ha provocado la suspensión de juegos comenzados o, en el peor de los casos, desafíos que ni siquiera han visto el primer episodio. “El INDER nos ayuda a nosotros en todo, pero existen dificultades con el abasto de las pelotas”, afirma Félix Borges, metodólogo nacional de dicha liga.

Otras de las vicisitudes que adolece es la relacionada con los vestuarios. Es harto frecuente presenciar jugadores de una misma novena con uniformes distintos, en un claro desentono con la estética característica de un choque de béisbol y quizá, como muestra de escasas gestiones efectuadas por parte de las personas encargadas de la organización de algunas de las selecciones.

El transporte igualmente ha sido un punto flaco en las pretensiones ligueras, pues no todas las provincias gozan de medios acordes para el traslado total de los conjuntos. En la reciente cuadrangular con dos planteles de trabajadores mexicanos, el campeón defensor de la UEB Arquímides Colina de Granma, asistió a la capital en un vehículo perteneciente a una entidad de Villa Clara. Este ejemplo ilustra como para un certamen de carácter internacional la provincia granmense necesitó echar mano a las bondades de la localidad central. Entonces, ¿qué suerte corren muchos de los equipos que rivalizan a nivel de base o provincial?, instancias de menor jerarquía sin dudas.

A pesar del esfuerzo inestimable que realizan muchos de los habitantes y obreros de varios bateyes para el mantenimiento de los estadios en óptimas condiciones, la realidad arroja que buena parte de las instalaciones sufren de fisuras que dan al traste con la idoneidad del espectáculo y el aceptable desempeño de los jugadores a la defensa.

Dentro del ámbito deportivo obrero de nuestro país, este es el evento que más se ha sostenido y al que más rigor se le ha prestado, en un ávido intento por dotar a esa parte de la masa proletaria de una lid estable, cuantitativa y cualitativa. Los secretos de su duración y sistematicidad pueden ser varios, pero hay que resaltar el apoyo de algunos de nuestros máximos dirigentes.

“Nosotros tuvimos un bache al suspenderse la final nacional en 1987 y los trabajadores reclamaron porque esa es la existencia del batey. En aquel entonces, el ministro de las Fuerzas Armadas  Raúl Castro convocó a una reunión donde se hizo por parte del Buró Político una comisión que estaba presidida por los generales Ulises Rosales del Toro, Senén Casas y Julio Casas.  Ellos fueron a los centrales y escucharon lo que allí se deseaba. Por eso es que se ha mantenido,  por la preocupación de Raúl y Machado Ventura, quienes siempre han estado al tanto del desarrollo de la liga”, explica Félix, quién también reconoce el seguimiento ofrecido por la prensa y en especial por Trabajadores.

Según Borges, una decisión que se tomó para aumentar la calidad y el fortalecimiento de este torneo, es la autorización de los peloteros pertenecientes a las UEB y bateyes a que incursionen en la primera categoría y después participen en la Liga Azucarera.

En las primeras versiones, a las selecciones triunfadoras se les estimulaba con topes en Venezuela, Nicaragua y otros países del continente, algo que servía de medidor para tantear el nivel de sus similares en el área. No obstante, desde hace un tiempo apreciable ese incentivo ha desaparecido y la mayor gratificación hoy constituye la invitación del representativo campeón al tradicional encuentro desde hace cinco años, con obreros aztecas en los predios de la Antillana de Acero de la capital, donde han triunfado en tres de las ediciones.

La contienda número 35 tiene prevista su fecha de arrancada para el 24 de mayo en el batey Mabay de Granma, cuartel general de los vigentes monarcas, y con ella se verá cumplido nuevamente uno de los principales objetivos que persiguen las organizaciones encargadas de la realización de la Liga Azucarera de béisbol,  “lograr (…) el rescate, embellecimiento y construcción de instalaciones y áreas; la recuperación (…) de actividades sistemáticas y de calidad en los círculos sociales existentes y (…) la reanimación de los bateyes y las comunidades agrícolas azucareras”.

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