I Felipa Suárez Ramos y Walkiria Juanes Sánchez, estudiante de Periodismo
Invariablemente se le veía en las reuniones del sindicato de la colonia cañera Jicotea, en San Nicolás de Bari. Cuenta que andaba descalzo, harapiento. Comenzó a asistir cuando tan solo contaba con ocho o nueve años de edad, y su vida transcurría atenazada por el hambre y la miseria. En ellas aprendió a admirar las figuras de Lázaro Peña y Jesús Menéndez, por el ejemplo que irradiaban.
Así narra Luis Martell Rosa su vinculación inicial con el movimiento sindical, para el cual, cuando tenía 15 años, lo eligieron secretario general en la colonia donde se desempeñaba como tractorista, y casi de inmediato “me bajaron del tractor para que ocupara ese cargo en el municipio”.
En mayo de 1959, cuando aún no había cumplido los 23 años de edad, participó como delegado en el X Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA), y se le encomendó la esfera de emulación en el comité nacional.
Pasado poco tiempo pasó al sindicato agrícola, cuya creación y fortalecimiento Fidel había confiado a Ursinio Rojas. También por más de un año atendió la emulación en la CTC de Camagüey, provincia en la cual durante la zafra de 1970 administró el central Haití, primero, y el Amancio Rodríguez, después.
Concluida la zafra retornó a La Habana para participar en el proceso de fortalecimiento de los sindicatos. En 1971, los delegados al XIII Congreso de la FNTA lo eligieron como su secretario general, responsabilidad en la cual se mantuvo hasta 1985 cuando pasó a la Federación Sindical Mundial (FSM) para atender la Unión Internacional Sindical de la Alimentación.
Acogido a la jubilación a mediados de la década de los 90 jamás ha estado apartado del trabajo sindical, pues preside la organización de los jubilados del sector azucarero, y en la actualidad integra el comité nacional del sindicato correspondiente.
Por los méritos alcanzados en su larga trayectoria como dirigente sindical, Martell Rosa fue merecedor de participar en el XX Congreso de CTC, y lo hace como el delegado de mayor edad. Esto, confiesa, lo hace sentirse “muy feliz porque jamás imaginé que la vida me fuera a premiar así”.
Interrogado acerca de lo que esa realidad representa para él, con la sinceridad que lo caracteriza, respondió:
“No voy a decir que no me lo merezco, como hacen algunas personas. Realmente he trabajado para la CTC con alma, corazón y vida, hasta enfermo; y lo veo como un reconocimiento a esa entrega.