A las ocho de la mañana del 25 de diciembre Raúl, un vendedor de maní de 81 años, recorre el parque del pueblo de Remedios. Los maní que vende Raúl son malísimos pero vale la pena comprárselos para escucharlo hablar de las parrandas del pueblo.
«Esto se ponía lindo, y había un montón de fuego, y no había cerca ni nada de eso. Hace más o menos cinco años que las parrandas no son lo que eran. ¿Ustedes ven como vienen personas de otras partes? Pues antes venían muchos más, de Cuba y del extranjero.”
Y ciertamente ese mantra de que ya las parrandas no son lo que eran se repite entre la gente del pueblo y los parranderos recurrentes. Más allá de la calidad del propio espectáculo, este año 2013 Remedios fue escenario de una competencia deprimida, desigual, una competencia que no fue tal. San Salvador masacró sin misericordia a los gavilanes de El Carmen.
Desde temprano en la tarde con el primer saludo, cuando se supo que los carmelitas no contaban con fuegos artificiales, ya estaba cantada la victoria de San Salvador. Si alguna duda quedaba de la superioridad de los sansaríes se disipó con el correr de la noche, tras la exhibición de los trabajos de plaza y las carrozas, fastuoso y ambicioso el San Salvador, paupérrimo y simple El Carmen.
En teoría no hay ganadores oficiales en las luchas de los barrios de Remedios. Pero la gente da veredictos que todos aceptan tácitamente como si fueran el jurado más justo del mundo, no obstante alguna que otra inevitable discrepancia. Habitualmente, durante las batallas –que nadie se equivoque, esto no es una disputa fraterna, esto es una interminable guerra a muerte– los fanáticos de uno y otro bando arrebatan la victoria al contrario con los argumentos más sólidos e incoherentes que se puedan escuchar sobre las virtudes del trabajo de plaza, los fuegos artificiales y las carrozas. El visitante puede oír al parrandero cuestionar el sentido estético del juego de luces; la factura del vestuario de los personajes de la carroza; el concepto bajo el que se lanzan fuegos a determinadas horas y en respuesta de lanzamientos del bando contrario… Resulta imposible sustraerse a la magia de la fiesta, resulta muy difícil no establecer empatía con un vecino de Remedios y de repente sentirse uno fanático de San Salvador como si hubiera nacido en una casa del pueblo.
***
Empieza a clarear y hasta los más apasionados asiduos de las parrandas cabecean tirados en el parque cuando llegan las trompetas, tambores, cencerros y escobas de San Salvador. Viene esta tropa celebrando su victoria por toda la plaza, en un contagioso paso de conga que arrastra, concluida la guerra, a decenas de seguidores de El Carmen, a turistas trasnochados, a los parranderos contumaces venidos de los cuatro rincones del país y de algún que otro rincón del planeta, todos arrollando en caótica alegría.
A pesar de ser las de este año unas parrandas opacas, a pesar de no suceder uno de esos combates épicos entre gallos y gavilanes que le han dado fama a la fiestas populares de Remedios, a pesar de ser este un año de voladores, petardos y casi ningún fuego artificial deslumbrante, cuando parecía que el pueblo se iba a dormir, un centenar de mujeres y hombres se empeñan en no dejar caer el espíritu de la fiesta, en demostrar que aún sin batalla siguen siendo estas las más grandes fiestas populares de Cuba.