El paisaje trinitario es uno de esos panoramas que embriaga los sentidos instantáneamente. Por suerte, el tiempo niega la posibilidad de que las maravillosas vistas sucumban ante su paso inexorable. Así, el Valle de los Ingenios, Patrimonio Cultural de la Humanidad presume nuevos aires con el rescate del verdor y de las casa-haciendas que componen su exclusividad.
Las Bocas, Palmarito, Guachinango, Manaca Iznaga, Buenavista, Algaba, El Abanico y Guáimaro son inmuebles ya recuperados de entre las 13 casa-haciendas edificadas cerca de los ingenios por parte de los sacarócratas propietarios de esas tierras durante el colonialismo.
El remozamiento de San Isidro de los Destiladeros, otrora fábrica de azúcar y el establecimiento del Centro de Interpretación del Patrimonio Industrial del Valle en la casona Guáimaro figuran entre los proyectos concebidos por el aniversario 500 de la villa.
Según declaraciones a la prensa de Víctor Echenagusía, especialista principal de la Oficina del Conservador, el central perteneciente a la mencionada mansión procesó entre sus estructuras la gramínea necesaria para lograr la mayor zafra del orbe en 1827.
El esplendor de la industria azucarera en Cuba encontró en predios trinitarios no pocos exponentes. Hacia 1840 el Valle exhibía unos 43 ingenios, aunque con la llegada de la crisis económica de 1857 a 1866 ese sector sucumbió en un viaje sin retorno.
Las acciones impulsadas por la proximidad del medio milenio de la villa realzan el matiz pintoresco de la Santísima Trinidad y los valores arquitectónicos que la hicieron Patrimonio de la Humanidad en 1988.