El golpe de Estado contra el expresidente constitucional de la República de Honduras, Manuel Zelaya, en el 2009, es una herida que aún permanece abierta en la vida política de este país, cuando falta menos de un mes para una potencial definición de su futuro.
Se vislumbra, según encuestas, parejos resultados entre dos tendencias diametralmente opuestas: el Partido Nacional, representado por el diputado Juan Orlando Hernández, y el Partido Libertad y Refundación (Libre), bajo el liderazgo de la esposa del exmandatario, Xiomara Castro de Zelaya.
En un ambiente marcado por la insatisfacción popular y la disparidad de criterios en cuanto al modelo de gobierno al que se aspira para una nación que se ubica entre las cuatro más pobres de América Latina, el augurio de una mayor participación de los electores y menos abstencionismo que en el 2009 —que superó el 50 % de los 4,6 millones de hondureños aptos para votar— marca un signo positivo, no obstante la diversidad de propuestas que representa el que se postulen esta vez candidatos de nueve partidos.
Tradicionalmente Honduras ha sido un país marcado por el bipartidismo, sujeto a los liderazgos del Partido Nacional y el Liberal, ambos conservadores y con más de un siglo de tortuosa politiquería. La participación de nueve organizaciones políticas ha creado muchas expectativas; no obstante, según sondeos de opinión, las únicas agrupaciones con posibilidades reales de triunfo son las que encabezan Hernández y Castro de Zelaya.
De acuerdo a exploraciones de la pasada semana hechas por la encuestadora CID-Gallup, Xiomara Castro cuenta con el 27 % de la intención de voto, mientras que Juan Orlando Hernández tiene a su favor el 28 por ciento. Ello equivale a un empate técnico. Detrás figuran el aspirante del Partido Liberal, Mauricio Villeda (17 %) y Salvador Nasralla (9 %), popular presentador de televisión que se postula por el Partido Anticorrupción.
El analista local Marlin Ávila asegura que el Partido Nacional propone profundizar el modelo de mercado con una participación importante de las corporaciones internacionales y un incremento de la militarización para combatir la criminalidad que golpea al país; mientras que la propuesta del Partido Libre apuesta por un modelo más cercano a la izquierda latinoamericana, una reestructuración total a nivel institucional, a partir de la propia Constitución Política y el sistema jurídico. A decir de Alejandro Barahona, politólogo y relacionista internacional hondureño, estos comicios vaticinan un resquebrajamiento en el tradicional bipartidismo hondureño, pues el escenario supondría, incuestionablemente, un fraccionamiento en el poder político: nadie tendría mayoría en el Plenario.
“Los históricos partidos Liberal y Nacional, que se repartieron el poder en el último siglo, no encabezan solos las listas de preferencia, hecho que supone el cambio de un sistema bipartidista a uno pluripartidista, en el que las nuevas opciones son las que más crecen, a medida que baja el porcentaje de indecisos”, expresó Barahona durante una sesión del Congreso.
La participación de Xiomara Castro en los comicios puede desembocar en una campaña muy confrontativa, pues las laceraciones provocadas por el golpe de Estado no han sellado, y si la candidata del Libre llega al poder existe la posibilidad de que se presenten fuertes roces con el ejército. Su ideología respalda una visión de centro-izquierda que supone una mirada alternativa de desarrollo nacional, que no es lo que procuran los más favorecidos con el respaldo del ejército. Un ambiente seguro y de respeto ha centrado el debate entre los candidatos, aun en medio de una realidad donde el crimen deja como promedio 20 muertes diarias. Al respecto, Xiomara Castro se ha comprometido a que, si llega al poder, los militares regresarán a los cuarteles y dejarán de hacer trabajo policial, centrándose además en cuidar las fronteras, especialmente en cuanto al control de la trata de personas y el narcotráfico. Ha propuesto, asimismo, la creación de una policía civil preventiva y comunitaria que vele por la seguridad de los hondureños.
En contrapartida, el oficialista Juan Orlando Hernández ha manifestado ser partidario de una política de fuerza, con la creación de una Policía Militar de Orden Público, capaz, a su juicio, de combatir la delincuencia frontalmente en las calles.
Cualquiera de los candidatos que salga electo el próximo 24 de noviembre, estará al frente de un país donde la deuda interna se cuadruplicó en menos de cuatro años y la pobreza y la falta de escolaridad aumentan sin cesar. La sociedad hondureña está urgida de la necesaria dignificación e independencia política, la soberanía económica, el freno a la criminalidad y el acceso de su pueblo a niveles mínimos de bienestar, y es sin dudas hasta hoy el Partido Libre, el que más se acerca a estas justas aspiraciones.