La guerra de agresión que en el año 2011 Estados Unidos libró desde las sombras en Libia, escudada en los ejércitos aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), involucra ahora directamente a la aviación y a tropas especiales norteamericanas.
Estos contingentes militares, se alega, combaten “por primera vez” en el territorio del caotizado país a las bandas del autodenominado Estado Islámico (EI) que, paradójicamente, es señalado en los actuales y virulentos debates por la presidencia de EE. UU. como un engendro de los halcones de su Departamento de Estado y el Pentágono.
Para justificar el primer ataque aéreo estadounidense en Sirte, a 450 kilómetros al norte de Trípoli, Peter Cook, portavoz del Pentágono, declaró que los bombardeos fueron autorizados por el presidente Barack Obama, a petición del aliado Gobierno del Acuerdo Nacional Libio (Ganl) para derrotar a esa agrupación en la ciudad natal del asesinado Muammar El Gaddafi, y principal bastión de esas bandas terroristas, que la mantienen bajo su control desde hace un año.
Según reporte del diario The Washington Post, esos efectivos están dando soporte a las fuerzas del Ganl, la organización política que con otros dos regímenes rivales, establecidos en Trípoli y Tobruk, respectivamente, se disputan el poder en el país norafricano.
El nuevo frente de guerra abierto por Barack Obama, mientras permanece vigente la intervención de las tropas norteamericanas en Afganistán e Irak, no le posibilitará al mandatario terminar su período presidencial con la garantía de haber contribuido realmente a consolidar una paz, por la que obtuvo el Premio Nobel en al año 2009.
Por su parte, el Gobierno de Francia informó recientemente de la muerte de tres militares galos en una misión en Libia, que confirma por vez primera también la presencia de sus tropas en el país africano, hecho considerado por el Ganl como un acto injustificable y una violación de su soberanía, ya que París “no había informado previamente de esta presencia militar”.
Los soldados franceses perdieron la vida cuando su helicóptero fue derribado por milicianos que se identificaron como integrantes de un nuevo grupo llamado Brigadas de Defensa de Bengasi (BDB).
Fuentes castrenses indicaron que a comienzos del presente año y por una solicitud gubernamental, se acordó el envío a Libia de 6 mil soldados de varios países miembros de la Otan para entrenar a las milicias locales, con el objetivo de frenar a grupos vinculados con el Estado IsIámico y dar seguridad a las misiones diplomáticas que buscan regresar a Trípoli, la capital; sin embargo, esto aún no se ha concretado, por la eventual negativa oficial a permitir abiertamente esa presencia extranjera.
Tras la intervención de Occidente, el país árabe se convirtió en un Estado fallido, dividido en tribus, regiones, milicias y grupos armados rivales, algunos leales al EI y equipados con armamentos suministrados por la Otan, que luchan por obtener el control del país y de los recursos económicos derivados de la venta de su petróleo.
Mientras, la población permanece sumida en la inseguridad, los actos de terrorismo y de extrema violencia, empobrecida por la crisis económica y carente del beneficioso y alto nivel de vida que disfrutó durante muchos años bajo liderazgo de El Gaddafi.
Sin perspectivas en el futuro inmediato de lograr la derrota definitiva de las fuerzas del Estado Islámico y de las bandas y grupos armados que lo apoyan, en Libia continúa la guerra que las potencias imperialistas catalogaron como expresión de la primavera árabe, con el propósito de derrocar a su Gobierno, con un único y verdadero objetivo: los fabulosos yacimientos de hidrocarburo de altísima calidad que brotan de su suelo.