De acuerdo con los principios y fundamentos que sobre el arte abstracto estableció el abogado y economista ruso Vasili Vasílievich Kandinski (Moscú, 1866-Neuilly-sur-Seine, Francia, 1944), en la interpretación de esta corriente artística de principios de la pasada centuria se destacan tres puntos de vista: “impresiones, improvisaciones y composiciones”. El primero es conservación de la interpretación inmediata de la naturaleza externa; el segundo corresponde a manifestaciones por lo general inconscientes, repentinas, resultado de procesos de estudio y disquisición muy personales; mientras que el último posee cierto parecido con el anterior, pero los cuadros se realizan con sorprendente calma, es decir que entre el boceto y la pintura en sí transcurre un período parsimonioso, lento.
La producción iconográfica del maestro Santoserpa (Raúl César Santos Zerpa, Cifuentes, Villa Clara, 1939), más bien se inscribe dentro del segundo grupo, es decir, el de las improvisaciones. Su obra, desde la década de los años 60 del pasado siglo, tras concluir sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas Leopoldo Romañach, de Santa Clara, impactó —dentro del variopinto y a veces incomprendido universo insular de la pintura abstracta en esa época— con un estilo que identificó a este artífice por su singular manera de suprimir las formas naturales, alejado de las tradiciones, los fundamentos y los cánones llegados aquí después de la Segunda Guerra Mundial con el expresionismo abstracto, el informalismo europeo, el action painting y el minimal art.
Se trata de composiciones que pueden identificarse con la denominada abstracción lírica, sobre todo por la marcada propensión que se evidencia en ellas de establecer un discurso esencialmente sustentado en la función expresiva y simbólica de los colores. Manchas, transparencias y trazos cuyos profusos matices ofrecen infinidad de movimientos y formas que ante los ojos del espectador devienen extrañas figuraciones, las cuales aluden a exóticas representaciones de seres extraídos de universos marinos, terrestres, cósmicos o simplemente desconocidos, subyacentes en el imaginario estético del artista. Suerte de danza de pigmentos cálidos y fríos, fuertes y suaves, en la que las imágenes parecen transformarse, mutarse, modificarse, para establecer un reino (¿animal, vegetal, sobrenatural?) que no es más que la personificación plástica de la conciencia del autor, o sea de su mundo interior.
Arte de sentimientos y emociones en el que igualmente afloran los estados anímicos del creador, quien en sus pinturas refleja pasiones, alegrías, penas, frustraciones y otros muchos estremecimientos personales que como estelas de la (su) vida refleja con sublime y encendida belleza. De ahí que a la altura de más de cinco décadas de consistente actividad artística y pedagógica, la obra toda de este sencillo y audaz hombre —óleos, acrílicos y tintas sobre tela o papel duro— constituye una suerte de autobiografía, huella de una existencia signada por la persistencia y el afán de imponer una práctica pictórica diferente, legítima y universal, enriquecida durante los últimos años con excepcionales trabajos de impresión digital sobre cartulina.
En la ciudad de Santa Clara que por estos días celebra el aniversario 327 de su fundación, urbe de la adolescencia y los nostálgicos años de la juventud donde también se inició como pintor, recientemente fue inaugurada una gran antología de Santoserpa. A través de la muestra, abierta hasta finales de este mes en la galería Arche, del comité provincial de la , con el sugerente título de Recuérdame mañana, el espectador emprende un recorrido vital por la excepcional poética de este artífice, cuyo currículo avala una fecunda y vigorosa carrera con más de 40 exposiciones personales y 430 colectivas en más de 30 países de todo el orbe, además de numerosos laureles y reconocimientos, entre ellos el Premio de adquisición (Salón 70) del Museo Nacional de Bellas Artes, donde en el año 2009 realizó una exposición retrospectiva; además de la Distinción Por la Cultura Nacional, el Premio Nacional de Cultura Comunitaria y la Distinción Pedagogo del siglo XX.