Son días de pecho apretado y desafíos ante la naturaleza. También de solidaridad, historias estremecedoras y una resistencia que va más allá de los vientos, las lluvias y las inundaciones que nos golpearon hace tan solo unos días y amenazan de nuevo con regresar sin pedir permiso, ahora no solo en el oriente de Cuba, sino en toda nuestra geografía.
Son días para sacar fuerza de donde a veces no creemos tener, pero los valores humanos siempre son superiores a cualquier teoría egoísta o de cansancio. Sin campañas ni llamamientos, los trabajadores, los estudiantes, las federadas, los cederistas se han desprendido de ropas, zapatos, alimentos, útiles del hogar, juguetes, libros y de cuanto pudiera ayudar a quienes lo perdieron todo en una noche de ciclón y todavía el fango colorea lo poco que les queda entre cuatro paredes o en la única mochila sobreviviente.
Guantánamo ha sido quizás la palabra más repetida por estos días en nuestras casas y centros laborales. Y nos descubrimos todos en cada vivencia, en esos rostros humildes que pusieron al sol lo poco que pudieron salvar. Incluso sacaron esa bandera mojada porque como le dijeron a nuestra cronista: “En estos tiempos uno necesita que una estrella, como esa, nos ilumine”.
La alerta meteorológica vuelve a poner en tensión a esos dolientes y a quienes mañana pueden sumarse al mismo batallón si no toman las medidas tempranas para preservar sus vidas, que al final es el bien más preciado a cuidar en tiempos de tempestades naturales.
Más que optimismo, esperanza y resistencia, hoy necesitamos fuerza, mucha fuerza y comprensión a todo lo que la Defensa Civil informa con fases decretadas y orientaciones precisas. Solo así podremos levantarnos luego para decirles a nuestros hijos y padres: “Estamos vivos, ahora a trabajar, luchar y amar más a Cuba”.