La actual Administración estadounidense comenzó su mandato como todas las demás: caracterizada por la prepotencia y el actuar como si fueran los dueños del mundo. Reitero, como si fueran.
Luego de su escandalosa salida de Afganistán, que la gran prensa se empeña en olvidar, surgió (y no por casualidad), la operación militar especial de la Federación Rusa en Ucrania, con el fin de desnazificar y desmilitarizar a la vecina nación
De la prepotencia pasaron al triunfalismo, seguidos por los países miembros de la Unión Europea y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), al considerar que sancionar a diestra y siniestra a Rusia acabaría con la que llaman el enemigo.
Ahora se encuentra, de lleno, en la histeria. Sanciones y más sanciones y cuestionar a Gobiernos que no se doblegan a su mandato imperial.
China se convierte en un objetivo de su política exterior, temerosos a su desarrollo económico y por su presencia cada vez con más fuerza en territorios que consideran su patio trasero o sencillamente porque quieren explotar sus riquezas.
Llaman la atención a dirigentes de potencias, critican a todos los que no sigan sus dictados, siguen con la absurda teoría de la victoria de Ucrania sobre Rusia y mantienen la política de armas y más armas, que resumen sus objetivos en política exterior.
A los aliados los tratan como subordinados, a los enemigos intentan eliminarlos y, mientras, las estadísticas oficiales indican que la sociedad que aspiran sea ejemplo de democracia y bienestar está en una crisis que parece irreversible.
Camino del desastre total
Las elecciones presidenciales constituyen una meta difícil de alcanzar para el actual inquilino de la Casa Blanca, no solo por sus incoherencias, sino porque no ha podido dar respuesta a los reclamos de sus ciudadanos en el orden interno.
Se cuestiona, cada vez con más fuerza, su capacidad para seguir ocupando plaza tan codiciada y solo le favorece que en el escenario político local no hay muchas opciones para escoger, tanto dentro del Partido Demócrata como el Republicano,
El logro de los estadounidenses es mantener en los medios el espejismo del “mundo libre” y presentarse como ejemplo de democracia y luchador contra los regímenes totalitarios, dejando a un lado una historia que, ni antes, ni ahora, le favorece.
Marzo recuerda la agresión a Iraq, los bombardeos a la antigua Yugoslavia y, de paso, otros crímenes cometidos gracias a las normas que los agresores impusieron para poder llevar a cabo sus desmanes.
Y aquí es donde la histeria se impone y la imponen. Si China y Rusia dialogan y llegan a acuerdos comerciales, es un peligro. Turquía es criticada por mantener una política soberana, otros países miembros de la UE y la OTAN intentan hacer lo mismo. A Serbia le piden no ser rencorosa por los bombardeos amigos.
Solo piensan aplicar más sanciones, porque Rusia y Bielorrusia acordaron, soberanamente y en defensa de su seguridad, el emplazamiento de misiles nucleares tácticos.
Hablan de que el mundo apoya y brinda su ayuda en armas a Ucrania, considerada ejemplo de democracia, pero ese mundo que la apoya está realmente constituido solo por las naciones comunitarias y atlantistas.
El otro mundo, el real, es mucho más grande y poblado y desde las principales potencias hasta las más pequeñas naciones que lo integran están por la paz, el diálogo y el desarrollo.
Pero desconfían de las propuestas chinas, a quien también consideran enemigo, de las rusas y de cualquier país que no coincida con su política.
En fin, termina el tercer mes del presente año y cuando se valora la situación internacional solo se puede pensar que, si no ha empezado, está por empezar otra conflagración mundial, en la que un pequeño grupo de países están creando el escenario propicio para una nueva (y última) guerra.
Ese mundo que ignoran está cambiando lentamente y las naciones que lo integran, la mayoría, buscan que sea multipolar y con la eliminación de las reglas impuestas hasta el momento, que solo favorecen a quienes las crearon, con Estados Unidos a la cabeza.
La metamorfosis continúa, después de la histeria se impondrá, inevitablemente, la locura.