La felicidad es de instantes. Hay gente que dice que esos instantes se buscan, se construyen. Si haces lo mismo siempre y no eres feliz, tienes que cambiar, aunque a veces, la alegría no llegue.
Pero Dinamarca no cambió. Hizo lo mismo durante 90 minutos, lo que había hecho en sus presentaciones previas. Australia, por el contrario, si fue en busca de su felicidad, como el mejor ejemplo de uno de esos libros de autoayuda.
Los canguros estaban por todas partes. Sin miedo a las explosiones, con una velocidad más que los daneses, que de dinamita solo llevaban el color. Nunca estallaron.
A la par, el Francia-Túnez regalaba un resultado inesperado. Khazri agarró un balón y entró al área francesa para meter un gol medio maradoniano y a la vez medio raro, lento. La reacción de Mandanda, aún más lenta, volvió más raro el tanto. Uno por cero a favor de Túnez y aquello sí que era extraño.
Casi al mismo tiempo, llegaba la felicidad para los australianos, con un gol messiano, ante una Dinamarca irreconocible, nada parecida a la de la pasada Eurocopa. Unos pocos toques dejaron a Leckie con campo abierto para asomarse al balcón del área, recortar para adentro y para afuera a Maehle y definir ante Schmeichel.
Un niño tunecino festeja con todo el gol de Khazri. Como si fuera un aficionado que esperó por años ese momento. Los brazos abiertos, un puño cerrado y la otra mano sosteniendo un pomo de Coca Cola. La boca abierta y un grito que salía desde lo más profundo de su ser.
No sabía, quizás que era una felicidad efímera, o tal vez no le importaba y simplemente decidió ser feliz.
Lo que sí resultó efímero era el penal que le cantaron a Dinamarca, anulado en segundos por un fuera de juego previo. La mecha no enciende, el tiempo pasa y los daneses cada vez lo hacen peor. Tal vez quieren que la agonía acabe. Australia ayuda, hace tiempo como puede. Desde 2006 no pasan a octavos de final y ahora esta a su alcance.
Mientras tanto, Deschamps no lo quiere perder. El entrenador galo metió a Mbappé y Rabiot de un tirón. El jugador del PSG pisó la cancha y los de Túnez lo miraban con cara de perro.
Llegó el descuento. Los dos choques 1-0, ambos contra todo pronóstico. Parece que el único milagro para Dinamarca era que Eriksen estuviera en la Copa del Mundo. ¡Boom! Gol de Griezmann para el empate de Francia. No había milagro tampoco para Túnez.
Una hincha lloraba de impotencia, antes de que el Var y el árbitro le devolvieran la felicidad. Adelantado el jugador del Atlético. No vale el gol.
Segundos después se acaba todo. Australia festeja su pase a octavos como escolta de Francia y los aficionados tunecinos, dueños de su felicidad, se despiden de Catar como si hoy hubieran ganado la Copa del Mundo.