Hay decisiones que muchas veces resulta inexplicable entender por qué se demoran tanto en tomarla, por más argumentos vacíos que se den en reuniones y la burocracia imponga sus tentáculos para entorpecerlas. El ejemplo por excelencia está en la declaración del béisbol como Patrimonio Cultural de la Nación, algo que se dilató más de lo que el propio deporte respira y significa para este pueblo.
Por suerte, todos los trámites de rigor parecen haberse cumplido ya y este 19 de octubre se hará oficial en un lugar sagrado para las bolas y los strikes en Cuba: el estadio Palmar de Junco, en Matanzas, donde tuvo lugar un partido histórico el 27 de diciembre de 1874, reflejado por la prensa de la época.
Varias generaciones de historiadores, periodistas, peloteros, federativos y gente de pueblo han luchado por esa denominación no por capricho personal o fanatismo deportivo, sino por raíz y esencia, traducida en su máxima expresión en el espectáculo socio cultural que representa cada campeonato nacional, desde la primera liga profesional nacida el 29 de diciembre de 1878 hasta nuestras series nacionales actuales, que irrumpieron un 14 de enero de 1962.
Resulta a su vez muy estimulante que durante las actividades por el Día de la Cultura Cubana se concrete este hecho, tal y como acordó el Consejo Nacional de Patrimonio, entidad rectora de estas denominaciones, la cual ha realizado trámites tan engorrosos como entrevistas a expertos y aficionados, revisión de documentación, entre otros, para culminar el expediente acreditativo.
Es importante saber que para poder ser catalogado como Patrimonio Cultural de la Nación hay muchos requisitos formales y otras marcas que trascienden papeles y cuños. En el caso del béisbol cubano afina su más gran poder en la rica historia atesorada y que abarca los siglos XIX, XX y XXI
Cada juego o partido es un evento de pasiones, de encumbrar los valores más auténticos. Este deporte se relaciona con nuestras guerras por la independencia, con la lucha por la discriminación racial, con el enfrentamiento a las dictaduras antes de 1959 y con la masificación del ejercicio físico como expresión cultural defendida desde sus inicios por el proceso revolucionario.
Ahí están los ejemplos de varios peloteros mambises y de los negros imponiéndose por su calidad en ligas profesionales. Como olvidar a los estudiantes universitarios lanzándose a los terrenos de béisbol para protestar a mediados del siglo pasado o el impulso en la construcción de estadios en cada municipio y provincia, por solo citar ejemplos puntuales, pero de un aval sumamente importante.
Como si fuera poco, la influencia y acompañamiento de expresiones artísticas es inmensa. Literatura, cine, música, artes plásticas y teatro sobresalen con un toque distintivo y quizás único, pues las obras nacidas desde esta pasión trascienden un libro, la galería, las pantallas cinematográficas y las salas de teatro, para apoderarse de las almas de miles de personas desde las propias gradas de un estadio, una peña deportiva en un parque o simplemente en el primer bate o guante que le regala un padre a su hijo.
La pelota, como la conocemos en Cuba, ha influido igualmente en el lenguaje y en el imaginario popular. “Ponerte en tres y dos”, “estar arriba de la bola” o “meterse un ponchado” son apenas tres frases de las decenas que hemos extrapolado de un juego a la realidad por la raíz cultural que ha sembrado esta disciplina entre nosotros.
No puedo dejar de mencionar tampoco a los estadios como lugares que históricamente han recibido a intelectuales y artistas, incluso han servido a no pocos conciertos; en tanto la lucha entre bolas y strikes, entre bateadores y pitchers, entre un país pequeño contra naciones poderosas, es tal vez la novela más grande que pueda escribirse con desenlaces inesperados a la altura de las últimas páginas, o mejor, de los últimos innings.
Reconocer al béisbol cubano como Patrimonio Cultural de la Nación es un acto de justicia infinita, gratitud enorme y amor verdadero. Mientras haya un niño que sueñe con vestir un uniforme de pelotero y un pueblo que sufra y vibre con cada derrota o triunfo nadie podrá tocar ese sagrado pedazo de patria y de cultura que habita en un swing o en ese lanzamiento que hemos realizado todos alguna vez.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.