Una de las 100 obras más citadas en idioma inglés, según Google Scholar, plataforma dedicada a la producción científica, es Pedagogía del oprimido, del educador, católico y marxista brasileño Paulo Freire (1921-1997). Otro referente para la búsqueda de información de uso académico, el Open Syllabus, plantea que esa obra es la única de un autor brasileño que figura en el centenar más citado en textos universitarios.
Con sus aportes filosóficos y su método pedagógico de educación popular, Freire es orgullo de Brasil. No obstante, a raíz de las agresiones que ha venido sufriendo su legado durante la presidencia de Jair Bolsonaro, la Corte Federal de Río de Janeiro se vio obligada a prohibir, por ley, que el gobierno federal emprenda acción alguna que atente contra la dignidad del reconocido “patrón de la educación brasileña”, título que le fuera otorgado en el 2012, durante el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT).
Como respuesta a la decisión judicial, el diputado Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del mandatario, afirmó que Freire ha dejado una “educación de pésima calidad” y que sus enseñanzas no son acerca de la justicia, sino “militancia enfermiza”.
Vale recordar que el Gobierno no organizó actos oficiales de conmemoración por el centenario de Freire (19 de septiembre), como tampoco lo hizo la cartera de Educación, hoy encabezada por el pastor evangélico Milton Ribeiro.
El legado del intelectual nacido en Recife, Pernambuco, comenzó a ser blanco de constantes ataques de la derecha fascista desde hace varias décadas. Bolsonaro, en su campaña por la presidencia, anunció que entraría al Ministerio de Educación “con un lanzallamas para sacar a Paulo Freire de allí”.
“Freire es atacado porque el pensamiento crítico es el peor enemigo del fascismo”, reconoció recientemente Marcia Tiburi, escritora, profesora universitaria y activista brasileña por los derechos de las mujeres.
“Lo que ahora le está sucediendo a la teoría de Paulo Freire ha pasado a lo largo de la historia, repetidamente, con las teorías de pensadores revolucionarios y líderes de clases oprimidas que luchan por la emancipación”, comentó en Twitter el corresponsal de TeleSur en Brasil, Brian Mier.
El método innovador de Freire le permitió impulsar la alfabetización de adultos. Su diseño parte de criticar la educación tradicionalista (bancaria la llama), y en su lugar impulsa el diálogo con los alumnos, aprovechar sus experiencias en aras de asentar conocimientos y estimular el pensamiento crítico y transformador. Esta “pedagogía de la esperanza” impactó en proyectos políticos de la izquierda latinoamericana, en la teología de la liberación y en las renovaciones pedagógicas europeas y africanas.
Luego del golpe de Estado en Brasil (1964), Freire fue detenido, exiliado y proscrito. Primero vivió en Chile, donde publicó Pedagogía del oprimido, texto que propuso una “pedagogía humanista y liberadora” que no fue bien recibida por las pujantes fuerzas de la derecha local y regional. En él estructura “dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación”.
En 1970 Paulo Freire se asentó en Ginebra, Suiza, donde permaneció hasta 1980 en que retornó a su país. Fue profesor invitado en varias universidades del mundo, entre ellas las de Oxford, Harvard, Cambridge y Massachusetts. Recibió el título de Doctor Honoris Causa en 41 centros de Educación Superior y el Premio Internacional Paz y Educación, de la Unesco, en 1986. A su regreso a Brasil se afilió al Partido de los Trabajadores (PT), espacio político que le venera y respeta.