En las aguas tranquilas de Serguey Torres

En las aguas tranquilas de Serguey Torres

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“La vida es impredecible”, dice con convencimiento. Hace décadas que no ve a Yordanis, ni a Yurisán y tampoco a “el bolo”, amigos de la infancia allá en la cooperativa Abel Santamaría, en Sancti Spíritus. Y es que su camino se forjó quizás de la forma más inimaginable: lejos del campo y de su familia, en el agua, con un bote y una paleta.

Serguey Torres nació el 20 de enero de 1987. Fotos: cortesía del entrevistado

A sus 34 años, el canoísta Serguey Torres Madrigal todavía se mantiene con ilusiones. La principal es alcanzar la presea olímpica, esa que le falta a su impresionante palmarés lleno de medallas en Copas del Mundo, Campeonatos Mundiales y Juegos Centroamericanos y Panamericanos.

Serguey llegará a la cita bajo los cinco aros de Tokio con posibilidades de saldar la deuda que tiene con él mismo. Se siente con fuerzas. Seguro. Literalmente, ha tenido que remar mucho para llegar hasta aquí, en ocasiones con viento en contra.

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El canotaje no fue el primer deporte que practicó y en la infancia no se había planteado nunca apuntarse a ninguno. Recuerda que pasaba el tiempo con los muchachos de la cooperativa, jugando bolas o “inventando” por ahí.

“El deporte llegó a mi vida porque al terminar la primaria mi mamá trató de buscar una escuela lo más próxima posible a Sancti Spíritus, pues me tocaba un pre en Banao y le quedaba bastante lejos a ella, que siempre trató de mantenerme cerca. Era único hijo, un poco mimado, y así fue como entré a la EIDE. No comencé en el canotaje. Incursioné primeramente en tiro deportivo, donde en realidad no era bueno. Una de las situaciones que propició mi baja fue una fisura en el codo izquierdo que me imposibilitó entrenar bien”.

Dicho percance lo obligó, junto a su madre, a buscar otras disciplinas para poder mantenerse en la escuela. De esa forma, hizo pruebas para pasarse al remo y al judo, pero los profesores le dijeron que era muy chiquito y no tenía perspectivas. “Entonces, llegué a la cátedra de kayak. Como se dice: ‘lo que esta pa´ ti, nadie te lo quita’, cuando le preguntamos al profesor de canotaje Pedro Hernández, le hacía falta una sola plaza. Una boleta disponible. Tal vez yo no era la mejor opción; pero resultaba complicado salir a buscar talentos para una sola boleta. Él me tomó las medidas y me dio el mínimo en todos los parámetros. Así entré”.

Confiesa que la vida en la beca se hizo compleja en un principio. Los estrictos horarios trastocaban sus costumbres y no podía compartir mucho con la familia, algo a lo que ha tenido que acostumbrarse desde que empezó en la disciplina.

“Se puede decir que nunca había salido de mi casa. Con el paso del tiempo fui adaptándome y desde entonces me la he pasado becado. Entré a la EIDE a los 13 años y hasta hoy no he vuelto a estar en ambiente hogareño. Mucho tiempo le he dedicado a esto, tanto que cuando acabe tendré que empezar una nueva vida. Mi familia siempre me ha apoyado. Como la selección nacional radica en La Habana es difícil, no podemos compartir juntos lo necesario, pero estamos en contacto por teléfono”.

¿Cómo recuerda el trayecto hasta llegar al equipo nacional?

“Al principio no era de las principales figuras de mi categoría en la EIDE, sin embargo, ya al año siguiente logré ganar y repetí el resultado en el 15-16. A raíz de esto, me captaron para la preselección nacional juvenil. Por aquel tiempo estaba mucho más embullado con mi deporte, me gustaba. En los inicios no era una cosa que me llamara demasiado la atención, pero se tornaba fácil y quizás así se fue allanando el camino.

“Una vez en el equipo nacional las cosas se empezaron a poner más serias. Era todo como más profesional y fueron momentos de alegría, porque ya estaba enamorado del canotaje”.

Arribar a ese nivel traía implícita la responsabilidad de agarrar el batón que dejaba la generación que los había precedido. Nombres como los de Ledys Frank Balceiro, Ibrahim Rojas y Leobaldo Pereira, medallistas olímpicos, sirvieron de ejemplo a nuevos talentos como Serguey, que heredaron algo más que el sello de llevar casi siempre aquellos pañuelos a modo de cinta en la cabeza.

“Me fijaba bastante en Ledys Frank Balceiro. Puedo decir que es uno de los atletas que mejor técnica tenía. Recuerdo que nos poníamos a ver las regatas de él en los Juegos Olímpicos de Sídney y las mirábamos en cámara lenta. ¡Imagínate! Una regata de más de tres minutos puede llegar a durar hasta media hora observándola así. Lo hacíamos para fijarnos en los movimientos y funcionó, porque creo que todos tenemos algo de la escuela de canoa de esos años. Los estilos no son iguales, pero se parecen mucho”.

El espirituano acumula 23 medallas en Copas del Mundo (12 de oro, 8 de plata y 3 de Bronce), 9 en Campeonatos Mundiales (0-6-3), 5 en Juegos Panamericanos (4-0-1) y 6 en Juegos Centroamericanos y del Caribe (5-1-0).

En el 2003 consiguió un resultado muy alentador al obtener medallas de plata (C2-1000 m) y bronce (C2-500 m) en el Campeonato Mundial juvenil en Komatsu, Japón, junto a su compañero Ariel Bofil. Dos años más tarde, luego de haberse quedado fuera del grupo que viajaría a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, dos preseas de oro en la Copa del Mundo de Poznan, Polonia, y un metal plateado y dos bronceados en el Campeonato Mundial de Zagreb, Croacia, lo pondrían como una de las referencias del canotaje cubano a nivel planetario.

¿Había presión en esas primeras competencias?

“No se puede hablar del deporte sin mencionar la presión. El atleta que piense que será campeón sin soportarla está viviendo en otro mundo. El alto rendimiento es presión, tienes que aguantarla, pues en algún momento van a venir instancias definitorias”.

Para el año 2006 tendría la posibilidad de participar en su primer evento multidisciplinario regional: los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena 2006, en los cuales se llevó dos preseas doradas (C2- 1000 m y C2-500 m) y una de plata en la canoa monoplaza a 1000 metros. En 2007, en la cita continental de Río de Janeiro, confirmó su hegemonía en América.

“Fueron mis primeros Juegos Panamericanos y ganamos en las dos distancias del C2. Los eventos multidisciplinares son bonitos y al ser los primeros en los que participé me sentía súper bien. En la Villa el ambiente era muy deportivo y todo el tiempo la gente nos preguntaba, porque sabían que éramos favoritos. Eso te creaba cierto compromiso, aunque también se disfrutaba saber que tu delegación contaba contigo para apoyarla en el medallero”.

Después del éxito de esas temporadas, el debut en Juegos Olímpicos de Beijing, junto a Karel Aguilar, no estuvo a la altura esperada, pues se pronosticaba un lugar superior al noveno y el bote no pudo conseguirlo.

“A pesar de que pudimos haber participado en Atenas 2004, porque teníamos muy buen nivel, no se pudo dar hasta el 2008. Me fui con un sabor agridulce porque venía de ser subcampeón del mundo. Tuvimos algunos problemas en medio de la preparación que no se pudieron resolver, por no exigirnos el uno al otro y cuando vinimos a darnos cuenta estábamos en los Juegos Olímpicos y lo que no se hace en el entrenamiento no lo harás en una competencia. Eso nos perjudicó. No obstante, de todo se aprende, hasta de las derrotas”.

En los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, tras haber estado en varias finales de diferentes eventos en los que no se logró alcanzar el podio, Serguey Torres y Karel Aguilar retuvieron la corona continental, y al año siguiente el espirituano mejoró su actuación olímpica, finalizando en el sexto lugar de la cita de Londres 2012, esta vez haciendo dupla con Juan Carlos Bulnes.

Sin embargo, un tercer escaño en los Panamericanos de Toronto 2015 y la repetición del sexto puesto en la lid olímpica de Río de Janeiro 2016, ya con Fernando Dayán Jorge de compañero en el C2, lo obligaron a tomar un segundo aire que se fue notando a medida que alcanzó una mayor afinidad con su nuevo tándem.

“Me siento mejor en las competencias de doble porque ahí se han dado mis mejores resultados. He compartido bote con varios atletas. Las actuaciones de más relevancia han sido con Karel Aguilar y Fernando Dayán, sin dejar de mencionar a Ariel Bofil, Rolexis Báez, Reidel Ramos y Juan Carlos Bulnes. Con Fernando Dayán ha sido con el que más compenetración he tenido y con el que más años he durado en un alto nivel, estable, que es algo muy complicado, incluso para botes europeos”

¿Cómo es la relación entre ustedes?

“Bastante buena, aunque tenemos gustos diferentes, prácticamente estamos más tiempo compartiendo que el que pasamos con nuestra familias. Somos como hermanos. Cada uno tiene su forma, pero nos llevamos muy bien y eso facilita mucho el trabajo”.

Serguey Torres y Fernando Dayán Jorge en los Juegos Olímpicos de Río. Foto: Roberto Morejón

Ha ganado 23 medallas en Copas del Mundo, 12 de ellas son de oro, ¿qué opina de algunos criterios que menosprecian los resultados en este tipo de eventos?

“Las Copas, si bien algunas personas piensan que no resultan medidor, creo que sí lo son, porque todas las naciones llevan sus botes ahí y da la posibilidad de que compita más de una embarcación por país. Generalmente son para evaluar y poder sacar el mejor representante rumbo a Mundiales y Juegos Olímpicos. Que ganes allí y luego no lo hagas en otro evento, no tiene que ver directamente con la calidad de las Copas”.

Hablar de la presea que recuerda con más cariño lo obliga a hacer una pausa y soltar una pequeña sonrisa. “Es que todas tienen un significado, pero creo que no puedo hablarte de otro momento que el 2019. Las medallas de los Juegos Panamericanos de Lima (oro) y el Campeonato Mundial de Szeged (plata) son las que más disfruté”.

La mejor regata…

“A pesar de no haber ganado, me quedo con la del Campeonato Mundial del 2019. Tuvimos aire en contra y una pista complicada como es la de Szeged, en Hungría, y aunque no pudimos ganarle a los chinos, hicimos uno de los mejores tiempos que tiene nuestro bote”.

Mayor rivalidad…

“No puedo mencionarte una sola persona. El país con el que más porfías he vivido ha sido Alemania. Posee muchos botes de muy buen nivel. A lo largo de la carrera hemos competido varias ocasiones, nos hemos ‘fajado’ en Copas y Mundiales y han ganado la mayoría de las veces, tengo que admitirlo. No obstante, actualmente me siento en la forma y con la experiencia necesaria para ganar en los Juegos Olímpicos”.

¿Qué ha cambiado para pensar que la historia puede ser distinta en Tokio?

“Cuando se habla de un conjunto, el resultado se adquiere con los años y lo que estamos viviendo ahora no es de hoy, ni de uno o dos años, hay un proceso que ha llevado mucho tiempo y uno aprende de sus errores. No solo nosotros los atletas, sino también los entrenadores.

“Y todo eso ha provocado que en los últimos cinco años el C2 de Cuba se haya mantenido todo el tiempo en la medalla. Me atrevería a decir que es el único colectivo estable, a pesar de todos los problemas que se han presentado, y ahora, luego de 20 meses, volvimos a competir en las Copas de Szeged y Barnaul y demostramos que sabemos qué hacer y cómo dirigir la preparación”.

De pasajes alegres y tristes se construyen las vidas de las personas y conversar acerca de esto lo pone un poco entre la espada y la pared. Pero Serguey, como de costumbre, sigue remando.

“¿¡El momento más feliz de mi carrera!? ¡Wow! Cada vez me la pones más difícil –ríe a carcajadas–. Los Juegos Panamericanos, cuando gané en 2019, ya que en Toronto había sido bronce y hacía mucho tiempo Cuba no perdía en ese evento. Trabajamos muy duro y fue una competencia con tremendo nivel, porque los brasileños venían de ser subcampeones olímpicos y campeones mundiales y eso te dice mucho”.

Hablar del instante de mayor tristeza se hace complicado. “Esa era la pregunta que no quería responder”, dice, y se remonta a un cuarto lugar en la Copa del Mundo de Poznan 2019, regata que injustamente casi le cuesta su salida del C2, a pesar de la estabilidad en cuanto a resultados que mantenía junto a Fernando Dayán.

Quinientas ochenta y cuatro milésimas los separaron del oro en aquel evento. Al llegar a Cuba se produjo una reunión con un metodólogo del Cerro Pelado. Serguey pensó que los felicitarían por la competencia, pero como jarro de agua fría le comunicaron que no integraría más el C2. Podía seguir en el C1 si remaba 3:47, casi un insulto tomando en cuenta que en ese momento marcaba 3:50. Además, entrenaría solo, porque la otra parte del grupo iría a México. “Muy molesto dije que no estaba de acuerdo y que separarme del bote lo consideraba una injusticia”.

Errar es humano y quizás en determinada ocasión  hubo quien no confió en él, sin embargo, directivos de peso argumentaron que el bote no se desarticularía, pues su desempeño a nivel mundial constituía aval suficiente.

Serguey Torres no olvida de donde viene y tampoco hacia qué objetivos se dirige. Sabe que parte de su éxito le corresponde a sus entrenadores, compañeros de bote, antecesores y familiares.

Anhela una medalla en Tokio, esa es la espina que lleva hasta ahora y quiere sacarla con todas las de la ley, por ello afirma con serenidad que no alteraría ni una sola escena de su pasado. “Si pudiera ir atrás y cambiara algo, entonces no aprendería de los errores. No soy perfecto y los he cometido; pero eso te enseña y te hace más fuerte, así que no cambiaría nada, porque las cosas que han pasado me han hecho lo que soy hoy”.

 

 

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