Las altas cifras de enfermos de la COVID-19, los graves, los críticos, los fallecidos. Cárdenas, el 11 de julio, vandalismo y otros demonios. Todo en Matanzas estremece, hinca, aguijonea el alma como punzada interminable.
Todo se junta aquí para erizar la piel, como si las emociones no terminaran y ojalá que no, que no pare ese sentimiento de socorro, de auxilio auténtico, esa solidaridad como antídoto, remedio, como esperanzador canto recibidos en la tierra de Carilda Oliver.
“Mi carro por la vida, porque salgamos ya de esto”, dice sin rodeos el cuentapropista Robnay González Izquierdo, mientras en La Habana, Israel Rojas de Buena Fe anuncia que ya va camino a Matanzas la modesta ayuda recolectada. “Orgullo de mis compañeros. Cuba es mi templo”.
El hijo de Marta Machado, el mismo de la gran pintura humanista regalada a la Ciénaga de Zapata, regresó a predios yumurinos. Alexis Leiva Machado, Kcho, llevó donaciones a los infantes ingresados en el Hospital Pediátrico, porque para él “la obra de arte más maravillosa es la Revolución cubana y a ella me debo”, confesó emocionado.
En medio de tantas personas ocupadas por ayudar a contener la transmisión del SARS-CoV-2, trasciende, y mucho, el gesto de los directivos y empleados del hotel mixto más viejo de Cuba. En Sol Palmeras de Varadero, donde comenzó una campaña de entrega de dinero para combatir la pandemia.
Arnaldo Díaz Hiedra, secretario general del buró sindical, convocó a los hombres y mujeres del turismo a sumarse a una iniciativa que también creen justo extender a todas las esferas de la economía del país. ‟La Salud cubana lo merece, el pueblo merece”, aseguraba en Díaz Hiedra.
Acostumbrados a actos humanos de este tipo, fue precisamente en el principal balneario cubano donde surgió la iniciativa de la entrega voluntaria de propinas para programas del Ministerio de Salud Pública como la lucha contra el cáncer, postura solidaria imitada hoy por muchos canadienses, que traen medicamentos e insumos como jeringuillas, para salvar su segunda casa, como afirman algunos.
En horas tan difíciles, la solidaridad se hospeda en Matanzas, la socorre, la salva como tácita evidencia de la unidad de un país firme en su decisión de preservar la vocación humana de este pueblo, su tranquilidad y soberanía, para que ningún otro 11 de julio vuelva a estremecerla.