Apenas 45 años han transcurrido desde la constitución de los órganos del Poder Popular en Cuba. Sin embargo, incontables historias de vida han dado fe de la entrega sin límites al continuo perfeccionamiento de ese sistema que, sobre bases profundamente democráticas, dio a nuestro pueblo el derecho a ejercer el verdadero poder.
Yaniet Cobas Moreira, o simplemente «Yani», como la llaman cariñosamente sus compañeros y amigos, es una de las más de cuatro mil mujeres que hoy se desempeñan como delegadas de circunscripción en todo el país. Ha sido electa durante dos mandatos consecutivos y actualmente ejerce como Vicepresidenta de la Asamblea Municipal de Imías, pequeño municipio oriental ubicado al surde la geografía guantanamera.
Licenciada en Sociología y con un máster en Ciencias de la Educación, esta mujer sencilla y de mirada apacible, se las arregla para atender, además, a los más de mil electores de la circunscripción No. 23 del Reparto Militar, pasar tiempo de calidad con su familia y fomentar en su barrio el amor por la naturaleza a través de un Proyecto Comunitario que creó para cultivar la tierra y también valores.
Yani se describe a sí misma como una cubana optimista, sensible y enamorada de lo que hace. Quizás, gracias a ello, accedió a conversar un poco sobre su vida sin sospechar que desde su humildad contribuye a enaltecer, aún más, el lugar que la mujer se ha dado a sí misma dentro de la Revolución.
– ¿Qué significado tiene para usted trabajar en un órgano del Poder Popular?
–Es un alto orgullo y reconocimiento que tengo que merecer con mi accionar diario, por eso todos los días me autoevalúo. Me pregunto cómo lo he hecho y cómo puedo hacerlo mejor. Siempre recurro al juramento que hice cuando firmé el Código de Ética. Cuando creo que no lo he hecho todo bien, mi pensamiento viaja hacia allí donde firmé junto a otros delegados: nuestra plaza martiana. Enseguida viene a mi mente cada palabra dicha.
«El Poder Popular, para mí, implica el ejercicio efectivo por parte del pueblo organizado de manera democrática y participativa, en los distintos aspectos de la vida».
–A menudo escuchamos hablar de lo arduo de esta labor y los esfuerzos que entraña. ¿Hay satisfacciones?
– ¡Un millón! Entre ellas encontrar una población agradecida, que valora nuestro trabajo, que entiende, participa, crea, aporta, sueña y se desvive por construir un Imías mejor; de ahí que su exigencia sea mayor.
«Trabajar con gente humilde, de campo, que corresponden con una sonrisa, un apretón de manos, un trago de café; que se siente orgullosa de ser imiense, de su cultura, naturaleza e historia.
«Atender a la población, desprovista de todo formalismo, debajo de un árbol, sentados a la orilla del río; escuchar con atención; ofrecer una respuesta convincente; quedarme con dudas y salir corriendo en busca de una respuesta.
«Siento satisfacción por el equipo que formamos, por los hombres y mujeres que integran nuestra Asamblea, que me obligan constantemente a superarme. Por representar al pueblo en un momento crucial para la economía del país cuando se nos imponen constantes retos. Y por vivir esta etapa de perfeccionamiento de los órganos locales del Poder Popular y construir esta historia.
«Encuentro satisfacción en el trabajo, me realizo en cada entrega y lo hago con pasión. A diario las expectativas son superadas por los gestos, las palabras y la acción de gente de pueblo, humilde, revolucionaria».
–La pandemia ha impuesto nuevos derroteros. ¿Cómo ha sido su día a día?
–La situación creada por la COVID-19 ha complejizado el trabajo en todos los municipios, y muchas tareas han debido ser pospuestas para priorizar la salud de nuestra gente, que históricamente ha sido un pilar de nuestro sistema social. A la crisis sanitaria se suman las afectaciones que ocasiona el bloqueo en todos los sectores de la economía, y esto es sin dudas todo un desafío.
«Si un día de trabajo en situaciones normales es de ajetreo, intercambio, diversidad, creación, amor, apegos, constante diálogo y vínculo con la base, en tiempos de pandemia ha sido eso y mucho más: ha sido de entrega constante, solidaridad, pasión, persuasión, desvelos, preocupación y ocupación. El esfuerzo ha sido conjunto, de muchos actores».
– ¿Considera que ser mujer ha influido de alguna forma en su desempeño profesional o que ha limitado su vida personal?
–El trabajo de la mujer en los órganos del Poder Popular es de sacrificios, pero necesario. Hay que sentir amor por lo que se hace, por el pueblo, sentir el dolor ajeno como propio, y eso no es cuestión de género. Pero también lleva su cuota de combinación de acero y miel. Es retador, lo mismo tienes que dedicar horas al estudio, a la investigación, que a recorrer comunidades intrincadas por caminos abruptos a pie, a caballo o en carros.
«En lo personal considero que la familia es vital en la concreción de las metas que una se traza y es parte también de los logros en el ámbito profesional. La mía es pequeña, pero igual requiere que me reinvente para sacar tiempo para ella.
«Tengo un solo hijo, adolescente. ¡Como si fuera poco! No sabía que era tan difícil. Me lo decían los libros de Psicología, pero vivirlo es distinto. Me he convertido en su amiga, su cómplice, su consejera. Cuando no puedo hacerlo verbalmente por el tiempo que paso fuera, le dejo un mensaje educativo en Facebook. Es mi principal seguidor.
«A veces le envío un SMS, le hago una llamada, o le dejo un escrito antes de salir de casa. Le doy instrucciones y creo que gracias a eso ha ido comprendiendo y colaborando. Me ayuda mucho en las labores domésticas. Mi esposo cocina y atiende la parcela familiar. Hemos hecho un equipo que no es perfecto, claro, pero hay comprensión de la tarea que me han asignado y eso hace más fácil el camino.
«¿Trabajo mucho? Es verdad, y lo hago con amor. Pero a ratos hago un tiempito y leo, sueño, siembro una planta, cuido mi jardín, llamo a un amigo, comparto un café, abrazo fuerte a mi hijo y le demuestro cuánto lo amo».
–Formas parte de un ejército de mujeres que cada día construyen un mejor país desde el Poder Popular. ¿Qué les dirías?
–Que continuemos juntas defendiendo la inmensa obra de la Revolución Cubana que nos dio la oportunidad de labrar nuestro futuro en iguales condiciones que los hombres. Que nos entreguemos con pasión a cada cosa que hagamos. Que conversemos con nuestros hijos, que no dejemos morir la rica historia, que no descansemos mientras exista una persona insatisfecha.
«Les diría que sigan amando, que siempre tengan una sonrisa para obsequiar, que no teman a la diversidad y nunca pierdan la ternura. Que no se vayan a la cama sin un sueño, que no se rindan, que no desistan… porque un mundo mejor es posible».
Con cuarenta años cumplidos, Yaniet es una mujer incansable. Gusta de compartir historias en sus redes sociales, por eso la vemos siempre en acción aportando, dialogando con el pueblo, controlando… Ella es una de las tantas Marianas que desde el Poder Popular dignifican el pensamiento de Fidel y demuestran que la Revolución cuenta, incondicionalmente, con la mujer cubana.