Esta crónica tiene un nombre: Jorge Madiedo Hernández. Es corta, porque el hombre que así se llama es de pocas palabras. Prefiere actuar, y en eso, no es parco. Hay dos cosas sobre las que nadie puede hacerle un cuento: ni de hospitales, ni de internacionalismo. Aunque en 1990 obtuvo el título universitario en Enfermería, a los 18 años, en 1982, ya se desempeñaba como enfermero, y cumplía en Iraq su primera misión. “Me gusta hacer el bien, mejorar la vida de la gente, eso me hace feliz”.
Dos países se desangraban en una guerra fratricida, Irán e Iraq, y el joven enfermero curaba heridos: “se sucedían los bombardeos y los hospitales colapsaban, fue un año y medio trabajando duro en esas condiciones, y no existía comunicación con la familia como ahora”. En esa ocasión los cinco hermanos coincidieron en misiones en el exterior: dos de ellos en Angola, uno en Etiopía y otro, el maestro, en Nicaragua. “Para mi mamá aquello fue tremendo”, dice.
Fue de los fundadores de la Brigada Henry Reeve que viajaron a Paquistán en 2005, después de un devastador terremoto: “había un frío enorme, pero la gente te demostraba mucho afecto, y te daba deseos de trabajar más”. Los despidió el Comandante en Jefe en el aeropuerto. Conserva la foto. En aquel país estuvo con su esposa, quien es también licenciada en Enfermería e integrante de la Brigada. Juntos salieron después para Venezuela y allí, en el estado de Yaracuy, trabajó durante cuatro años y medio. Regresaron en 2010.
El licenciado Madiedo asumió a su regreso la dirección del hospital de Guane, en la provincia Pinar del Río –en esas funciones se ganó el respeto de médicos y enfermeros–, donde siempre vivió, hasta que irrumpió la epidemia del ébola en África Occidental. Lo llamaron. Estuvo seis meses en Sierra Leona en el 2015. Tocó con sus manos la muerte, se familiarizó con ella y la venció. Como el resto de sus compañeros, recibió la Orden Carlos J. Finlay. Dos años después fue a Haití y lo acompañó la esposa. “Yo pensé que ya había terminado –sonríe–, pero ahora volvieron a llamarme por el coronavirus y aquí estoy, en Turín”.
Madiedo tiene 57 años y dos hijos: uno es licenciado en Imanología y el otro en Rehabilitación. Este, el más pequeño, se encuentra ahora en Venezuela, en el estado de Falcón. Al otro lo han llamado, pero acaba de convertirse en padre y decidió darse un tiempo antes de salir. Tiene cuatro sobrinas de servicio en la Salud: tres son médicos (una neuróloga, una pediatra y una clínica) y la cuarta es licenciada en Enfermería. Hay dos cosas sobre las que nadie puede hacerle un cuento a este pinareño de Guane: los hospitales y el internacionalismo.
(Tomado de Guerrillero)