RETRATOS: Villamil vale por mil

RETRATOS: Villamil vale por mil

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Jorge Villamil Morales parece una bola de azogue; es de andar rápido, tanto que prefiere caminar a tener que esperar un ómnibus. No es de extrañar que pueda venir desde la Habana Vieja hasta el municipio del Cerro, entretenido, observando rejas, columnas, muros antiguos, porque la historia le apasiona y sabe que en cada piedra de la ciudad hay un poco de esta.

Jorge Villamil Morales es uno de esos trabajadores anónimos que tienen mil historias para contar. Foto: Agustín Borrero
Jorge Villamil Morales es uno de esos trabajadores anónimos que tienen mil historias para contar. Foto: Agustín Borrero

Pero la historia es su hobby, a la que puede dedicar horas y horas en una conversación o en la lectura. Quienes lo conocen lo provocan con temas insospechables, a los que él, con memoria prodigiosa, da respuesta y sugiere libros en los que se puede esclarecer las dudas.

Eso lo hace después que termina sus arduas jornadas de trabajo en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, donde se desempeña como soldador. Ese oficio lo aprendió hace muchos años y lo ha llevado por varios lugares del mundo.

A finales de la década del 80 del pasado siglo, tuvo la experiencia de trabajar como soldador en la Siberia, en la extinta Unión Soviética. Ahí las temperaturas eran entre 50 y 60 grados bajo cero, frío que soportaban por los confortables abrigos y botas, además de una comida rica en calorías.

Después fue a Angola, donde prestó servicios durante la década del 90 del siglo XX. Antes de llegar ahí, ya había tenido experiencias en ASTICAR y en Unión de Empresas del Papel, en Cuba.

Según cuenta, en 1997, mientras trabajaba en el dique en el puerto de Luanda, en Angola, ocurrió un incidente que casi le cuesta la vida, pues cayó de una altura de 10 pisos.

“Estaba subido en una grúa pórtico, como de seis pisos. A eso hay que sumarle los cuatro del dique. Soldaba la roldana de la grúa, ya que, al pasar el tiempo, el roce del cable la deteriora. Casi terminando el trabajo, un remolcador chocó contra el dique flotante y me sacó de la grúa.

“Me aguanté de una soga para ver si con el bamboleo podía entrar al equipo, pero fue imposible. Los brazos se me cansaron. Tenía que tomar la decisión de tirarme, pero estaba consciente de la gran altura. En unos segundos me atreví, doblé las rodillas para atenuar el golpe y me dejé caer.

“Mis compañeros me recogieron sin conocimiento. Lo único que recuerdo del instante fue cuando me solté. Me partí ocho costillas, una me pinchó un pulmón; el bazo se reventó. En el brazo izquierdo hubo que hacerme una operación. Permanecí siete días sin conocimiento y como 20 en terapia intensiva”.

Su huella ha quedado en los Astilleros cubanos, lugar que disfruta, aunque sea el más arriesgado y tenga que estar metiéndose en los espacios cerrados de las embarcaciones, donde solo se pueden encontrar él con su careta y la tenaza de soldar, y extremas medidas se seguridad.

En la actualidad, labora en las obras que se desarrollan en la Zona Especial del Mariel. Su quehacer ha ido quedando en esa ciudad que hoy crece para beneplácito de todos.

“Casi en los inicios, estaba soldando los tranques donde se iban a hincar los pilotes del muelle; estaba concentrado en eso, porque en la soldadura no te puedes entretener, no obstante, sentí que algo cayó en el mar. Pensé que era una varilla y no le hice caso.

“Cuando terminé, busqué mi cartera que la tenía en el bolsillo del overol y no apareció. Escudriñé por todas partes, pero no estaba. Entonces me percaté que en el mar había caído mi cartera con los 91 CUC, pues me habían pagado, era un sábado, antes del día de los padres. Me volví como loco. Salí a buscar a los buzos, pero ya habían terminado su turno.

Jorge Villamil Morales muestra la cartera que fue rescatada por los buzos. Foto: Agustin Borrero
Jorge Villamil Morales muestra la cartera que fue rescatada por los buzos. Foto: Agustin Borrero

“Estando en eso, apareció un compañero que me conocía y llamó a la draga de obras marítimas. Tuve suerte, dos buzos vinieron en mi ayuda. El agua estaba clara, no habían sacado piedras y ellos pudieron buscar sin problema. Como a 18 metros de profundidad estaba mi cartera, ¡tremenda suerte!, ahí han caído celulares, llaves y otros objetos y no los han podido encontrar. Recuperé hasta el dinero”, manifestó.

Feliz de haber hecho muchas cosas en la vida, disfruta el cariño de sus hijas, nietos y el cariño de Lily. Sus vacaciones, según confiesa, las coge cada año para ir a la Feria del Libro, y no escatima en comprar cuantos títulos se presenten, sobre todo, los que aborden temas históricos.

“Admiro a todos los héroes de la independencia y a los que hicieron la Revolución. Cuando termino los libros, los presto a mis compañeros. Nuestra historia es tan grande y hermosa que uno nunca termina de conocerla”.

 

Acerca del autor

Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.

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