El mérito de repartir bien lo poco

El mérito de repartir bien lo poco

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Foto: Gabriela López Dueñas
Foto: Gabriela López Dueñas

José López Caterillo no puede precisar con certeza cuántas veces ha estado en La Habana. Desde que en 1968 desembarcó por primera vez en esta isla para viabilizar la llegada de un envío de leche gestionado por el alcalde socialista de Torrelavega y destinado a los niños del municipio de La Habana Vieja —hermanado entonces con esta comarca cantábrica—, ha pisado suelo cubano en más de 40 ocasiones.

Ahora revela sus visiones inéditas de Cuba en un diálogo que lo identifica como uno de los grandes amigos de la Revolución, devenida para él brújula y esperanza durante sus años en las prisiones del franquismo.

“Haber sido premiado con la Medalla de la Amistad en esta tierra que amo tanto significa el mayor de todos los honores. Siento una infinita satisfacción por estar de nuevo aquí, andar por estas calles donde habitan como en ningún otro lugar del mundo personas muy bien informadas de su realidad, que tienen la asombrosa capacidad de revelar sus insatisfacciones y criticar sin temor las imperfecciones de una obra que aman y sienten suya a pesar de todas las limitaciones que les rodean”.

Ante tal objetividad para juzgar a nuestra gente, López Caterillo abre la puerta a mi primera pregunta. ¿Piensa usted que Cuba es un país donde se respetan los derechos humanos?

Hay que partir del hecho de qué son verdaderamente los derechos humanos. Desde mi punto de vista, la tranquilidad social está en sus esencias. Yo que he viajado por muchos países donde te aplasta la presencia obsesiva de la policía, la violencia, los asaltos; disfruto satisfecho la paz y la seguridad que se respiran aquí.

Vistas integralmente, las conquistas de Cuba en el ámbito de los derechos son superiores a las de cualquier otra nación, y aun cuando algunos ciudadanos se manifiesten insatisfechos ante los niveles de alimentación, la atención de salud o los servicios públicos, puedo asegurar que únicamente ustedes han hecho realidad conquistas todavía inimaginables para la mayoría de los seres humanos de este planeta desigual en que habitamos.

¿Puede citar ejemplos específicos que a su juicio ilustran las prerrogativas en el campo de los derechos que disfruta el pueblo cubano?

Que todos los ciudadanos puedan acceder a la asistencia médica y la educación, universales y gratuitas, esos son logros únicos.

A través de los años he podido constatar que la salud pública cubana es mejor que la de la mayoría de los países del mundo, aun con las limitaciones que impone el bloqueo y la baja remuneración que recibe el personal médico. Cuanto se hace en Cuba implica un esfuerzo mucho mayor que en otras naciones; aquí no cesa el acoso económico ni existe una economía dotada de grandes fuentes de recursos.

A mí me asombra, por ejemplo, cómo un muchacho lo mismo de Las Tunas, de Guantánamo que de Pinar del Río, si se lo propone, puede acceder a todo cuanto aspire solo con su talento. En España la Universidad está únicamente al alcance de las clases poderosas, sin contar los tortuosos procesos burocráticos y las limitaciones que impone la distancia para trasladarse a estudiar a los jóvenes de pocos recursos, entre otros muchos obstáculos.

¿Qué decir del deporte? Cuba es un paradigma en este campo. Hay que ver los resultados en olimpiadas y en las incontables disciplinas donde sus atletas marcan la pauta frente a las potencias mundiales. Existe, además, la posibilidad del deporte de masas, muy por encima de lo que estadísticamente revelen las competencias.

Mucho se ha criticado desde las tribunas de Occidente la distribución alimentaria en Cuba, el racionamiento, el pequeño pan nuestro de cada día. ¿Qué opinión le merecen estas medidas a las que poco a poco el país va buscando solución, precisamente a partir del reordenamiento de nuestras estructuras económicas?

La distribución equitativa de los recursos ha sido un acto supremo de justicia. No es repartir lo mucho, sino repartir bien lo poco. Las familias estarían en caos si no se distribuyera con la equidad que se hace. Otro detalle para mí trascendental: aquí cuando un desastre natural deja a alguien sin casa, se le busca albergue, que quizás no es el ideal, pero el ciudadano está protegido, amparado por el Estado; en mi país no solo son desahuciadas las personas que no pueden pagar la hipoteca a los bancos, sino que se les deja en la acera mientras el Gobierno vira la espalda.

En el derecho al trabajo Cuba ocupa también un lugar cerca del uno. El que quiere trabajar puede hacerlo, nadie se lo impide y ganará un poco más o un poco menos, pero puede sustentarse. Compárese con España donde la crisis ha traído 6 millones de parados, de ellos el 52 % de los jóvenes.

Foto: Roberto Ruiz.
Foto: Roberto Ruiz.

¿Puede decir cuándo descubrió la realidad cubana?

Hubo dos contactos, el de los sueños y el de la realidad. Cuando fui víctima de la represión del régimen franquista y terminé en las cárceles de la dictadura con una condena de 16 años, me sostenía el aliento revolucionario de esta isla acosada por el bloqueo de Estados Unidos, pero firme, solidaria e irreductible; era como una luz que me iluminaba desde muy lejos en los momentos de flaqueza. Luego vino el contacto directo, la primera visita de la que ya hablé, y en lo adelante la relación con el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.

Desde 1968 he viajado a Cuba todos los años y en algunas ocasiones más de una vez. He participado por invitación de Fidel en los encuentros antiterroristas o a traer entregas de la Asociación Cántabra Amigos de Cuba, de la que soy vicepresidente. En todas las ocasiones los gastos para canalizar la entrega de los donativos los asumí yo.

A partir de sus contactos con nuestra realidad, ¿considera que hay libertad de expresión en Cuba?

Aquí desde las personas del más alto nivel hasta los trabajadores de Aurora, que recogen la basura, no solo saben lo que pasa dentro, sino también fuera del país. Un ciudadano cubano de a pie conoce más de las interioridades de la crisis española que muchos de mis coterráneos, porque allá, aunque hay numerosos periódicos con decenas de páginas e incontables cadenas televisivas, la información se alimenta de lo anecdótico y superficial, todo se manipula. Somos como unas criaturas que nos meten en una piscina entintada en azul y todos salimos pintados de azul.

Hemos llegado a un punto en que nada se respeta. Los derechos laborales conquistados durante décadas son hoy letra muerta, los convenios laborales se extinguen, prevalecen los contratos basura. Vivimos en una sociedad desorientada, incapaz de encauzar la movilización social para transformar el sistema. Acaban de publicarse unas encuestas donde se revela que de celebrarse hoy las elecciones en España, las ganaría el Partido Popular. De tal modo, las víctimas votan por los victimarios. No se vislumbra un cambio, porque la otra alternativa sería el Partido Socialista Obrero Español que está totalmente desacreditado.

Entonces, ¿piensa usted que se ha perdido para siempre el estado de bienestar conquistado por los europeos?

Ese nivel de prosperidad no se recuperará nunca. En Europa no manda ni siquiera la Merkel, ella es el capataz mayor, pero los verdaderos gobernantes que succionan nuestras riquezas están fuera. Ante las exigencias del Banco Mundial y la Comunidad Económica Europea tenemos tres dolorosas alternativas por las que optar: cáncer de estómago, de pulmón o de páncreas. Tenemos que votar cáncer.

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