En su discurso en La Habana en marzo del 2016, el presidente Barack Obama insistió en que Estados Unidos ya no era el enemigo de la isla, ni el responsable de los retos que enfrentamos los cubanos en nuestra vida diaria; pero hoy, a poco más de tres años de aquellas palabras, su sucesor Donald Trump ─más allá de echar a un lado lo positivo, y muy limitado, que puso en práctica su antecesor─ confirma no solo la continuidad, sino también la profundización del bloqueo económico a Cuba.
Cuba aceptó el desafío de la visita presidencial y también un diálogo al más alto nivel entre ambos países, lo que en su momento y después ha sido considerado como algo muy positivo.
La vida confirmó que luego de aquello Estados Unidos jamás abandonó ideas y concepciones de política exterior aplicadas en la región desde mucho antes de iniciada la Guerra Fría, entre ellas el garrote y la zanahoria, el destino manifiesto, la doctrina Monroe, la fruta madura, el buen vecino y muchas otras que el tiempo solo se han actualizado de acuerdo a las circunstancias.
Si aquel ignoraba al sector estatal de la economía cubana, este pretende estrangular a todo el pueblo; si aquel apostaba por los que llamó “emprendedores”, este se decanta por asfixiar a todo un pueblo; si aquel manejaba los símbolos y la fraseología popular cubana con la intención de conectar rápidamente con el pueblo cubano, sembrar simpatía y hasta encantamiento —como diría algún que otro experto— este demuestra que nada le importa, y mucho menos lo que piensen de él.
Con sus últimos, o mejor dicho, desde sus primeros plumazos contra Cuba, el mandamás estadounidense no ha hecho sino ahondar todavía más el inmenso abismo existente entre las políticas aplicadas por ambos gobiernos, y lo que es peor aún: maximizar la visión que este pueblo tiene de su vecino norteño.
Pero hoy solo cabe la ya legendaria frase acuñada por el General Antonio al jefe del mayor ejército desplegado por España en este continente: “no, no nos entendemos”.
Sí se puede
“Sí se pueden tener relaciones civilizadas y normales. Y se demostró con la visita del antecesor de Trump”. Así dijo la víspera a la prensa nacional y extranjera Carlos Márquez Cristóbal, dueño de la paladar San Cristóbal, el restaurante habanero donde una noche de marzo del 2016 cenó junto a su familia el anterior presidente.
“Claro que estas nuevas medidas que prohiben la entrada de cruceros a La Habana nos afectan, agregó. Aunque ésta es una época de baja turística, estamos a solo un 20 por ciento de lo que hubiéramos podido hacer. Nuestro cliente principal es el turista extranjero, y visitantes de Estados Unidos, y ya no nos están llegando grupos de 30 o 40.
“Lo que sí podemos decir es que todo el que aquí venga será bien atendido. ¡Aunque sea el mismísimo Trump! Y a mi me parece que él también está loco por venir a La Habana”, aseveró este hombre, catalogado entre los “emprendedores” por Obama y que hoy se ufana de la conferencia que ofreció en la Universidad de Harvard y de haber atendido junto a su equipo de cuentapropistas ─como decimos en Cuba─ a unos 20 presidentes, primeros ministros y altos funcionarios de decenas de países del mundo.
Mientras un joven dependiente del lugar, Licenciado en Turismo, explica lo que para él es la estrategia a seguir. “Somos un restaurante reconocido en el mundo y nuestra única táctica es seguir brindando el mejor servicio, la mejor calidad”, sentenció.
Esto no va a cerrar porque otro quiera
Yaser Belmás Pimienta es cocinero principal en el restaurante Flor de Loto, un centro muy concurrido en pleno Centro Habana. Es joven y ya tiene un mucho camino recorrido. “Representé a los trabajadores por cuenta propia, o no estatales, como también se nos llama, en la Cumbre de las Américas celebrada en Lima, Perú. Allí llevé el criterio de mis compañeros.
“Míre, no es que estemos tratando de hacer política ni nada por el estilo, pero lo que este pueblo hace cada mañana es levantarse a trabajar”, agregó a los representantes de la prensa que visitaron ese restaurante habanero para conocer de primera mano lo que piensan quienes allí laboran.
Allí los colectivos de ese centro, y de otro aledaño conocido por La mimosa, comentaron las acciones de Trump contra Cuba.
“Ellos hablan de que este país se apropió de lo que no le pertenecía. Y la verdad es el temor que sienten ante esta islita pequeña, pero gigante para ellos”. Esto no se va a cerrar porque el imperio quiera”, expresó Margarita Wong, administradora del lugar.
Lo que quieren es troncharnos el futuro
Por su parte, los miembros de la Cooperativa de Cocheros El Carruaje, dedicados a la transportación de turistas en coches coloniales, también expresaron su rechazo a las medidas de intento de asfixia económica de la administración Trump.
“Es una etapa de baja turística, pero el efecto de esa medida se evidencia a simple vista. Mire, si usted se va a la Terminal de Cruceros, en la bahía, verá que sus áreas aledañas están vacías. Hasta hace unos pocos días, cuando llegaba un crucero no parábamos de trabajar, pero ahora es todo lo contrario”, refirió el presidente de esa cooperativa.
“Bajo falsas promesas dijo Obama que nosotros los trabajadores por cuenta propia seríamos los más beneficiados con la política norteamericana hacia este país. Pero hoy mismo estamos muy afectados. Fíjese que casi no trabajamos…y de esto vive nuestra familia”, afirmó Rigoberto Romero, otro cochero.
Luis Cedeño consideró que según el presidente norteamericano estas medidas son contra el gobierno cubano, “pero a mi me parece que lo que quieren es troncharle el futuro a todo el pueblo”.