Plañideras: Provocativo performance de Fabelo Hung

Plañideras: Provocativo performance de Fabelo Hung

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Con un performance inimaginable, el joven creador Roberto Fabelo Hung (La Habana, 1991) irrumpió en la escena de la plástica insular. Se trata de su primera exhibición personal titulada Plañideras, con la cual hizo reflexionar al público reunido en la Galería-Taller Gorría, en La Habana Vieja, donde exhortó a sus semejantes a disponer de espacio y tiempo para llorar, esa capacidad que posee el ser humano desde que nace hasta que muere y sobre la que muchas veces se esgrimen disímiles argumentos para evitarla.

Este espectacular proyecto sienta sus bases en el devenir histórico-social y cultural de la humanidad, recogido en memorables pasajes de textos tan célebres como La Ilíada, de Homero; La Epopeya de Gilgamesh (de finales del año 2000 a.C.); y en registros del Antiguo Egipto, tal puede apreciarse en el mural del sepulcro de Ramose —visir de Amenhotep III— en Tebas (comienzos del siglo XIV a.n.e.), al cual la historiografía le otorgó el nombre de Plañideras.

El acto de llorar pasó a convertirse, con aquella denominación, en una suerte de negocio identificado en las diferentes culturas de todas las sociedades, con sus particularidades propias. “Pero en todas se perciben rasgos inquebrantables: el contrato de mujeres —aunque en contadas ocasiones también eran hombres— para que llorasen por un difunto de cierto rango social, encargadas de dejar constancia pública del duelo de los familiares”, explica el artífice en las palabras del catálogo.

 

Las plañideras “confortaban a quienes vivían el dolor que la muerte les dejaba, quienes se sentían apoyados y acompañados”. La costumbre llegó al Nuevo Continente donde se desarrolló a partir del siglo XVII se volvió una actividad donde el precio, así como estatus del difunto, se elevaba en dependencia del número de mujeres contratadas y la intensidad del llanto. Actualmente, con menor impronta, se sigue ejerciendo ese oficio en algunas comunidades rurales del Caribe, “tradición que resulta ajena y exótica a la idiosincrasia cubana”.

La obra, encauzada por la expresividad que le posibilita el performance (una hora de duración aproximadamente), tiene la finalidad, según el joven Fabelo Hung, de “retomar aquellos personajes de la historia que se mantienen por lo general al margen de los grandes relatos… De ellos se quiere tomar el matiz dramático que le confieren a la muerte a partir de sus múltiples y apasionadas acciones: gritos, rezos, sollozos… La muerte, es un tema universal, sensible a cualquier interpretación humana…”.

Cuando los espectadores entraron al recinto donde se anunció la muestra, “promovida” bajo el extraño título de Problemas de causalidad en renglones no singulares, energéticamente realistas del espacio-tiempo, mostraron incertidumbre al encontrar allí a unas 60 personas —mujeres y hombres, niños y ancianos— contratadas (la mayoría actores profesionales), que se movían por el espacio a vivo llanto, varias de ellas con jadeos y hasta impulsos histéricos, para transmitir diferentes maneras de expresar dolor y sufrimiento. Algunos, ante tan insólita visión, motivados por memorias íntimas, se unían al coro de “llorones”; otros, por reacciones psicológicas, respondían con impulsos de risa. Turbados preguntaban: “¿Quién murió? ¿Quién se vela? ¿Por qué tanto sufrimiento?”.

Plañideras sentó pautas dentro del concepto artístico, social y humanístico del performance. Foto: Cortesía del artista
Plañideras sentó pautas dentro del concepto artístico, social y humanístico del performance. Foto: Cortesía del artista

Precisamente, la risa es antagónica del llanto. La vida es como un círculo en espiral que se mueve y evoluciona mediante la risa (alegría) y el llanto (la pena). Ningún otro animal puede producir lágrimas en reacción a estados emotivos. Se ha comprobado que los hombres lloran una vez cada mes, y las mujeres al menos cinco veces en igual período de tiempo. Sin embargo, clichés machistas tienden a considerar al sollozo como una expresión atribuible a las mujeres. Algunos padres requieren a sus pequeños hijos varones señalándoles que tal acto “es de mariquitas” y tratan de inhibir una reacción tan necesaria como natural, cuya función y efecto, desde que vinimos al mundo y hasta el fin de nuestros días, es psicofisiológicamente normal.

Plañideras sentó pautas dentro del concepto artístico, social y humanístico del performance. Asimismo propició observar diversidad de expresiones con evidente plasticidad en los rostros de los protagonistas del espectáculo, muchas de las cuales fueron captadas por los lentes de celulares, cámaras fotográficas y de videos de los cerca de 200 espectadores que colmaron la galería.

En su primera exposición personal, luego de separarse del grupo de creación Stainles, Fabelo Hung precisó que su proyecto no tiene la intención de “esgrimir un discurso político; sino que partiendo del carácter polisémico que presenta toda obra artística, lanzar provocaciones que inciten a la reflexión sobre el arte en sí mismo, sus circuitos, sus discursos, sus propios derroteros.

Foto: Cortesía del artista
Foto: Cortesía del artista

“Me interesa recalcar —agregó— la evidente exteriorización del sentido de espectáculo, no solo otorgado por la naturaleza propia de la manifestación —performance— sino también a partir de la ancestral concepción en torno a las plañideras como oficio. La contratación, por ejemplo, resalta la latiente dicotomía entre realidad y simulación”.

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