La primera novia que tuvo Lucas se llamaba Nena Madrigal. Y Paulina fue su primera mujer; pero él era tremendo cuando aquello, y además tenía otra novia, entonces los celos de un hermano de Paulina acabó su romance con ella.
Así me contó Lucas Ramón García Valdivia, la persona más popular del CDR 2 Arturo Díaz González, enclavado justo frente al Parque de Santos Suárez, en La Habana, y quien hace muy pocos días arribó nada menos que a los 100 años. “Pero todo el mundo me llama solo Lucas, a secas”.
Es un viejo salpicón, se mete con las mujeres de la cuadra o que pasan cerca de él. Siempre tiene un chiste, un piropo, un doble sentido y por eso lo queremos mucho. Es muy hablador y tiene tremenda memoria, aseguran varias de las personas presentes en la fiesta que su CDR le regaló al llegar a la centuria.
“Yo nací en Santi Spíritus —rememora Lucas— aunque no me acuerdo bien del nombre del lugar. Era campo adentro. Hasta que poquito antes del triunfo de la Revolución vine para La Habana, para esta misma casa en San Indalecio y Zapotes. Comencé a trabajar como dependiente en el hotel Habana Libre y también en la Antigua Chiquita, por la Quinta de los Molinos.
“Siempre fui muy activo en cosas del CDR. Hoy tengo achaques y llevo 40 años jubilados, pero hasta casi el otro día fui carpintero. Hacía palos de escobas y de trapear, corrales para niños, en fin, cosas que me unían con la gente. Pero no le haga caso a lo que dicen de mí, son las mujeres las que se meten conmigo. Se me sientan en las piernas, me toquetean y me dicen barbaridades. Como si yo fuera de palo”, comenta con mirada socarrona.
“Chico no sé por qué he durado tanto. A lo mejor es porque mi vida fue siempre ayudar a la gente. Yo casi no tomaba ron, sin embargo fumé tabaco por más de 80 años. Hace poco me caí y me partí la cadera y el fémur. Me operaron y ahora apenas camino, con un andador. Así y todo no hay quien me meta un forro en el dominó”.
Es imposible atrapar en un breve espacio 100 años de vida —y menos entre el jolgorio de su cumpleaños— pero asegura que lo más lindo para él es esta fiesta que le hizo su Comité. “Vino mucha gente. Me compraron cake, vino, bocadito, refresco”. Y le suelta entonces una de las suyas a una joven vecina.