Mujer radio en un extremo de Cuba

Mujer radio en un extremo de Cuba

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Guantánamo.— Deysi Libia Matos Fernández, nacida y criada en la Punta de Maisí, y hace tres decenios en la cabecera municipal, La Má­quina tiene —y no pienso discutir con nadie si existe tal cosa o es solo resultado de esa mística que todo buen amante de su profesión se inven­ta—, tipo de periodista.

Foto: Chely Tamayo

Menuda, de frases cuidadas, con acelera­do ritmo, como si el discurso se echara a correr tras el pensamiento y lo alcanzara, a fuerza de in­tentarlo. Tiene, y de esto podemos “culpar” a su formación originaria de profesora —que todavía ejerce—, la palabra justa, definitiva…, si eso fuera posible en una profesión como la nuestra.

La intercepto en medio de una cobertura, y a pura insistencia, “rapto” a la periodista de una reunión tediosa. Escogí, como lugar del “crimen”, un ranchón cercano a la emisora La Voz del Sol, con ocho horas de transmisión para la población más oriental de Cuba, cuyo naci­miento protagonizó hace más de 20 años.

El tema está declarado. Ella lo sabe, y rom­pe a contar: “Era profesora de duodécimo gra­do, de las buenas, cuando Lorenis Pérez Gil­bert, actual directora de esta radio, me llamó para fundar la emisora en Maisí. Anteriormen­te solo teníamos corresponsales”.

Fue, recuerda, “duro” para que Educación la liberara de sus funciones. Al final triunfó el sueño. ¿Acaso lo era ya? ¿Sentía la profesora excepcional el peso de las aventuras fundacio­nales?

“Uno no piensa en esos términos….Yo solo intuí que, como profesora de Español, tenía cierta afinidad con la radio y siempre me gustó escribir. Hay poemas de esos tiempos y una no­vela. Era también necesario: entraban emisoras buenísimas de otros países, y la gente casi no escuchaba radio cubana. Necesitábamos una voz, y eso hicimos”, abunda.

Precisa la fecha en que salió al aire por pri­mera vez La Voz del Sol: 29 de noviembre del 2004, con tres horas de transmisión, de seis y treinta a ocho de la mañana, y de una y treinta a tres de la tarde.

El diálogo fluye, como si no tuviera otro compromiso, esta vez ineludible. Apuro la cu­riosidad: ¿Cómo fue esa etapa?

“Empezamos en el almacén de la Biblioteca Municipal. Era muy pequeño y estaba lejos de ser lo ideal, tanto que si alguien hablaba en el recibidor de la Biblioteca se oía en el estudio. Eso sí, tuvimos la suerte de comenzar con todos los equipos digitales, modernos”.

Fue, dice, una formación singular: “Nos preparamos como hombres y mujeres radio, para hacer periodismo, locución, de todo menos realización de sonido. Éramos integrales, y con profesiones anteriores, una ventaja”.

Con los años llegaron las especialidades y el cambio de sede, el 13 de junio del 2010, ha­cia una construcción que materializa, al menos simbólicamente, el sino de un medio de comu­nicación comunitario: estar en el centro de la población que informa, que nutre y la nutre.

El tiempo pasa, y no somos los mismos, la pro­voco. Sonríe y accede al intercambio: “La radio que hicimos ayer no se parece a la de hoy, el públi­co es más diverso y hay más alternativas para in­formarse, entretenerse. Antes todos escuchaban radio, hoy contamos con fieles oyentes.

“Las audiencias, tercia, se han cultivado muchísimo, uno va monte adentro y un campe­sino con celular sabe lo que pasa en el mundo y es capaz de cuestionarte por qué dieron una noticia así, y en ese momento”.

Son también tiempos muy duros, que plan­tean para el periodista de sueldo bajo, el reto de vivir en carne propia todas las carencias. ¿Cómo se deja la lucha personal para empren­der la colectiva?

“Con mucha empatía. Porque tenemos que hacer lo que toca. Me encanta la crónica, pero ahora hay problemas con la alimentación, el suministro de agua, con la bancarización, la disponibilidad de efectivo. Es lo urgente. Cues­tionar. Informar. Analizar”.

¿Te sientes realizada?, pregunto con la hora tope asomando la nariz.

“Como profesora, que lo sigo siendo, sí porque uno ve el fruto del trabajo cuando mis alumnos se gradúan. Como periodista, quisiera haber estudiado en la academia y, en general, es más difícil. Cuando una cree que ayudó a re­solver algo aparece un problema mayor”. Res­ponde, con la agenda lista para la próxima cita.

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