Girón en la memoria, del reconocido poeta, narrador, cineasta y periodista Víctor Casaus (La Habana, 1944) es un libro de testimonio imprescindible para el mejor conocimiento y estudio de una de las epopeyas más trascendentales de la naciente Cuba revolucionaria. Se trata de las narraciones, veraces y cuidadosamente estructuradas por su autor, que sobre aquel acontecimiento hace un grupo de combatientes, cuyas palabras mantienen el interés del lector a 55 años de darse a conocer este texto.

Con pasión y haciendo galas de un excelente dominio del género testimonio, amén de los valores investigativos y narrativos de su obra, Casaus resalta detalles de la cruenta batalla por la defensa del pueblo cubano ante la Invasión por Playa Girón. Con motivo del aniversario 64 de la Primera victoria del imperialismo en Latinoamérica, me parece oportuno poner a disposición de nuestros lectores algunos fragmentos de este valioso volumen, los cuales extrajimos del sitio digital La Tizza, al cual se puede acceder a través de esta dirección: https://medium.com/la-tiza/
Introducción:
En 1970 se convocó por primera vez al género Testimonio como categoría del Premio Casa de las Américas. El jurado estuvo integrado por Raúl Roa, Rodolfo Walsh y Ricardo Pozas, y premió el libro La guerrilla tupamara, de la uruguaya María Esther Gilio. Asimismo, recibieron menciones Girón en la memoria, del cubano Víctor Casaus y Amparo: millo y azucena, del también cubano Jorge Calderón González.
En el prólogo escrito por Pedro Pablo Rodríguez para la edición de Girón en la memoria publicada por Ediciones La Memoria, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en el año 2012, se lee:
Víctor Casaus tenía veintiséis años de edad y ya sonaba en la vida cultural cubana. Había sido uno de los iniciadores de El Caimán Barbudo, iconoclasta y peleador mensuario cultural que hizo época por sus polémicas y renovaciones; ya era un joven poeta reconocido, en medio de una pléyade cuya impronta aún se hace sentir en las letras cubanas; varias publicaciones habían incluido sus textos periodísticos; empezaba a escribir guiones para el cine, y estudiaba Letras en la Universidad de La Habana. Era algo más que uno de los prometedores jóvenes de los 60: era un versátil y talentoso intelectual con una obra ya significativa. Sin embargo, en mi opinión, fue este libro el que consagró su mayoría de edad en la cultura nacional.
“Regresas. La guerra ha terminado y estás vivo”.
Eduardo Heras León
15
HABANA, abril 15. (AP) –Pilotos de la fuerza aérea del primer ministro Fidel Castro se rebelaron hoy y atacaron tres de las bases aéreas claves del régimen de Castro, con bombas y cohetes.
CARRERAS
Los pilotos estábamos durmiendo en la torre de control antes del día 15. Eso, para estar más cerca de los aviones. Pero como las condiciones de la torre de control no eran de las más adecuadas y pensando que el primer objetivo en caso de que nos atacaran iba a ser la torre misma, nos mudamos a una barraca de mampostería.
Al amanecer del día 15 de abril estábamos durmiendo y nos despertó el ruido de unos aviones. Nos extrañó ese ruido porque no había noticias de que vinieran aviones por la mañana. Bueno, pero nosotros teníamos B-26 en Santiago de Cuba.
Cuando nos asomamos, vimos a un avión que traía una bandera cubana, que traía las insignias de nosotros y dijimos: Ah, esos son los muchachos, los compañeros que vienen de Santiago, y nos alegramos.
BORZAC
Si llega a ser uno, me coge de sorpresa, pero es que yo vi dos o tres aviones: dos volando a baja altura y uno arriba. Desde mi casa los vi, porque yo vivía dentro de la misma base. Eran tres y yo sabía que no teníamos tantos aviones. Además, ya estábamos con la sicosis esa de la guerra. Esperando. En estado de alerta dentro de la base. Sin vestirme salí a la puerta de la casa. Me monté en la máquina que estaba parqueada en el corredor, y salí para la línea de vuelo. En el trayecto hacia el avión, cayó una bomba como a doscientos metros: me viró el carro, me viró el chassis del carro, me lo destruyó. Claro, yo había visto el avión en picada, había dejado el carro y me había tirado en el hoyo.
Pasó el avión, tiró su bomba.
FERNÁNDEZ
La explosión me despertó. Me asomé por la ventana de la casa y vi un B-26. Yo estaba recién casado. Le dije a mi mujer: parece que se han equivocado y le han tirado a un avión de nosotros. La artillería a lo mejor se equivocó y le tiró.
Y cuando me voy a acostar otra vez siento los tiros y los cañonazos y los bombazos y me doy cuenta de que no es una equivocación, sino un bombardeo.
Tenía el carro afuera. Salí. Me di cuenta que no tenía la llave. Regresé y en el regreso veo uno de los aviones atacando, entrando por la pista cero-cinco, veo otro que tira y salen los rockets de debajo de las alas, y me escondo en el portal (el portal daba a la pista), y veo cómo le tiran al avión, y los rockets explotan y una parte de la metralla abre un hueco en la ventana de la casa mía. Entré. Cogí la llave. Salí otra vez. Fui a buscar el paracaídas, eso fue lo primero que fui a buscar. Yo andaba en la máquina de otro compañero y el paracaídas estaba en la mía. De paso recogí a dos técnicos de T-33 en el hangar, para que me ayudaran en el arranque, porque el arranque del T-33 es más complicado.
CARRERAS
Pero cuando volví a entrar al edificio donde estábamos durmiendo: los bombazos y los ametrallamientos de los B-26. Ahí nos pusimos la ropa (el que pudo ponérsela), y salimos a buscar nuestros aviones.
Teníamos un avión de guardia, un T-33, en la rampa de San Antonio y ese fue al que yo corrí inmediatamente, con los compañeros técnicos. Cuando estábamos llegando, un rocket de un B-26 hizo explotar el avión. Lo convirtió en llamas.
FERNÁNDEZ
Llegué hasta el T-33 de guardia y vi que estaba ardiendo, destruido. Entonces dije: Bueno, a correr para el que está detrás de la casa, ¿no?, a correr para el otro.
BOURZAC
Levanto la cabeza y veo que Fernández iba que embromaba por el taxi way en una máquina. Y veo que viene un B-26 a atacarlo, y con el instinto ese que uno tiene de avisarle a un compañero en una situación crítica, empecé a gritarle: ¡Fulano, Fulano!
Pero el avión pasó y Alberto siguió con la máquina que embromaba y cayó en un hueco y se abrió la cabeza que echaba sangre como un buey. Pero nada de eso le quitó el impulso de llegar hasta el avión que estaba detrás del patio de su casa.
CARRERAS
Inmediatamente el teniente Fernández salió a buscar otro T-33 que teníamos en la cabeza de la pista, y allí mismo arrancó el avión, y pudo salir.
FERNÁNDEZ
En el proceso de arranque del T-33, veo un B-26 que viene a atacarme. La primera intención fue salir, salir de allí del avión, pero ya estaba amarrado, ya no daba tiempo.
Me quedé sentado, esperando. La artillería que estaba al lado del T-33 empezó a disparar y el avión tuvo que irse: giró hacia la derecha, hacia el sur, y se fue.
El proceso de arranque se había iniciado ya. Era arranque automático. Tú aprietas un botón y comienza automáticamente el ciclo de arranque. Afuera te ponen la planta, te cierran los tanques de combustible y te quitan los pines del tren, te quitan los pines de los tanques auxiliares, los pines de las bombas (el avión tenía puestas dos bombas de 100 libras). Para que arranques.
BOURZAC
El Sea Fury estaba parado cerquita del T-33 que destruyeron. Llegué, monté, traté de arrancarlo. Traté de arrancarlo, pero las bombas, la expansión de las bombas, me tumbaban la planta auxiliar –ese arrancaba con planta auxiliar, porque la batería estaba en malas condiciones–, y cada vez que iba a poner en marcha el motor, caía una bomba y me tumbaba la planta auxiliar y tenía que bajarme del avión, ponérsela de nuevo y subirme en el avión otra vez.
CARRERAS
Arriba, los bombazos, el ametrallamiento. Abajo, tres aviones nuestros en llamas. La base tenía un aspecto terrible. Llamas, bombas y ametrallamiento. Los artilleros nuestros disparando. Diez días atrás habían llegado los artilleros antiaéreos de las cuatrobocas para proteger la base. En eso estaban.
(Continuará…)