La Revolución cubana solo tenía 27 meses y 15 días cuando el imperio desató su furia mayor. Empezó por el bombardeo, poco antes de las seis de la mañana del 15 de abril, en tres aeropuertos y no desmayó hasta una invasión minada de mercenarios, que pretendieron hacer de Playa Girón, del 17 al 19 de abril, una cabeza de playa “liberada” del gobierno socialista.

Fidel Castro no había cumplido 35 años, pero su olfato político, la estrategia militar ante las señales tempranas de amenaza y un liderazgo real en el pueblo, subestimado por los gobernantes estadounidenses de turno, permitieron guiar a su pueblo en una epopeya que significó en menos de 72 horas la primera derrota en América Latina de una agresión directa y financiada por el imperialismo yanqui, el mismo del bloqueo económico y financiero, incapaz de aceptar un ejemplo como el de Cuba a 90 millas.
Milicias, tanquistas, pilotos, acciones heroicas, jóvenes dispuestos a morir por la patria y el socialismo, humildes campesinos de la Ciénaga de Zapata convertidos en fieras para defender su terruño, Pálpite, Playa Larga, y los zapaticos blancos de Nemesia, inmortalizados en un poema del Indio Naborí, son algunos recuerdos nítidos de aquellos días de 1961.
Tras la victoria y apresados los mil 181 mercenarios vendría un proceso legal que terminó con largas condenas para todos. Una millonaria indemnización en medicinas y alimentos para nuestros niños tuvo que pagar Estados Unidos para regresar de vuelta a quienes habían embarcado en la efímera invasión. Girón se clavó en su historia como un puñal. Y jamás lo han podido sacar.
En medio de tanta tensión, el 16 de abril, en una esquina tan popular como ahora en La Habana (23 y 12), Fidel declararía el carácter socialista de la Revolución naciente. El Che desde la tribuna miraba con esa fuerza eterna de sus ojos. Y todos supieron que el legado de abril sería grande. ¡Y vencimos! ¡Y aquí estamos!