Mientras cursaba su primer año de Ingeniería Informática en la Universidad de Holguín, Alain, como lo llamaremos para preservar su identidad, decidió que debía también trabajar. Su economía y la de la familia lo necesitaban. Buscó entonces un refugio entre el sector no estatal, pero la deshumanización y las jornadas excesivas que caracterizaban a la mipyme que lo “acogió”, lo alejaron pronto de esa primera iniciativa.

“Trabajé por breve tiempo. Era bastante duro. Horas y horas encima de mi moto trasladando mercancías. Muchas veces de noche sentía miedo. Yo cogía mi mochila y ellos me decían: lleva 20 cajas de sopitas de pollo a tal y más cual cafetería. Nunca me ofrecieron un contrato formal, todo fue verbal. Pagaban bien, aunque del mismo salario tuve que gastar 10 mil pesos en gasolina, porque facilidades no te dan ninguna, te ofrecen la plaza y si te conviene bien y si no…
“Un día me ‘chocó’ el trabajo con una prueba final y hablé con el jefe, quien no lo entendió y lo que me dijo fue: ‘Mira, mano, si no vienes ni hay dinero ni hay trabajo’.
“A cualquier joven le brillan los ojos con 40 mil pesos en el bolsillo y en más de una ocasión pensé en dejar la carrera, pero mi familia me aconsejó que ese puesto era pasajero y debía asegurar un título en lo que realmente me gusta”, refiere ahora en su segundo año.
Por su parte, el santiaguero Beto se repite a sí mismo que “la academia forma, pero el trabajo forja” cada vez que tiene que enfrentarse al reto de estudiar con afán para mantener calificaciones entre cuatro y cinco puntos en su segundo año de Periodismo, sin dejar de cumplir con calidad los encargos que le hacen sus empleadores, en tanto tiene firmados contratos en el periódico Sierra Maestra, en la emisora provincial CMKC Radio Revolución y el telecentro Tele Turquino.
Sus motivaciones para llevar estudios y empleo son las mismas que las de casi todos los entrevistados: la vida está difícil, el dinero no alcanza y hay que sacrificarse para conseguirlo.
En la central provincia de Villa Clara, a la profesora de la carrera de Periodismo, Avelina Hernández, le sorprendió ver repetidamente en las redes sociales selfis de sus alumnos divirtiéndose en centros recreativos muy costosos de Santa Clara.
Muchachos, ¿cuánto dinero les dan a ustedes sus padres?, fue la pregunta que les hizo entonces. La respuesta, a coro y argumentada, ¡ni un centavo!, pues para eso ellos trabajaban, y en varios casos, en más de un lugar.
Las anécdotas hablan de una cotidianidad universitaria diferente a la de hace escasos años. Los educandos de los cursos regulares diurnos ya no solo andan entre libros e investigaciones. Un amplio número de ellos se han adentrado en las aguas del mundo laboral.
Sin embargo, en ese océano, algunos disfrutan de olas serenas y revitalizadoras, otros dan brazadas a contracorriente y hay quienes necesitan que un salvavidas vaya a rescatarlos…
La Ley, “tierra a la vista”
Pareciera que la presencia del trabajo en la vida del alumnado del nivel superior ha surgido de la noche a la mañana. Lo cierto es que las transformaciones en la sociedad cubana han incidido en una mayor recurrencia al empleo por parte de ese segmento poblacional.
Si hoy no existieran las normas jurídicas que respaldan el empleo para los estudiantes universitarios, habría que elaborarlas a toda velocidad. Pero hay garantía legal hace bastante tiempo. Así constatamos en los artículos 11 y 12 del Decreto Ley no. 268/2009, derogado por la Ley 116/2013 Código de Trabajo.
En ambas se aprueba que los estudiantes de cursos diurnos de los niveles medio y superior pueden incorporarse al trabajo y percibir el salario correspondiente.
El Decreto Ley acotaba que la labor a llevar a cabo “no debe afectar o limitar su rendimiento docente”, en tanto la Ley 116 especifica en su artículo 31 que es posible efectuar la contratación “a tiempo parcial en los períodos docentes (…) o en la totalidad de la jornada en las vacaciones o períodos de receso (…)”.
De otro respaldo oficial conocimos al conversar con Israel Antonio Riverón Sánchez, director de Empleo Estatal del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). Se trata de la Resolución 217/2023 del Ministerio de Salud Pública, en la que se dispone la implementación de la contratación de estudiantes del curso diurno para realizar servicios de salud puntuales u otras actividades de diversas índoles, en las instituciones que integran el Sistema Nacional de Salud.
Sin duda las normas son precisas, pero la realidad las sobrepasa. El dueto estudio-trabajo en Cuba tiene una estampa variopinta que obedece a un abanico de mediaciones, que van desde una economía con marcada tendencia inflacionaria hasta las más concretas situaciones personales y familiares.
De acuerdo con informaciones ofrecidas por el MTSS, al finalizar noviembre del 2024 se contabilizaban en todo el país mil 985 estudiantes de la enseñanza superior contratados en el sector estatal, sobre todo en la rama de la salud; y más de 3 mil como titulares de negocios o asalariados del sector no estatal, aunque no se negaba el hecho de que pudieran existir muchos más laborando informalmente.
A la luz del cuarto mes del 2025 e indagaciones de por medio, este equipo periodístico pudo confirmar que las cifras van in crescendo en ambos sectores, si bien los organismos competentes a los distintos niveles no siempre tienen los controles numéricos y cualitativos actualizados, ni siquiera en la parte estatal, en los que el seguimiento debe ser más expedito por distintas razones.
Preocupa que aunque desde el MTSS afirman realizar inspecciones para detectar infracciones, en el momento de los sondeos no se ahonda en si un joven empleado es estudiante universitario o no.
Se entiende que esa supervisión busca el cumplimiento de una política de derechos para todos los trabajadores; no obstante, hacer una distinción en las estadísticas con respecto a las violaciones que involucran a alumnos de cursos regulares diurnos ayudaría a proteger más a ese segmento poblacional.
En la mar serena
El director de Empleo Estatal del MTSS, valora como la principal ventaja del artículo 31 del Código de Trabajo el hecho de que las entidades tienen la opción de completar su plantilla con jóvenes en plena formación, los cuales no solo reciben beneficios económicos sino también desde el punto de vista profesional, por las experiencias que adquieren”.

En la provincia de Holguín, donde igualmente las cifras apuntan al sector de la salud como el de mayor cantidad de contratados, Verónica Parra Rosales, estudiante de cuarto año de la Licenciatura en Bioanálisis Clínico, es un excelente ejemplo.
La joven de 21 años resalta que fueron las ganas de explorar una arista diferente dentro de su perfil formativo lo que la llevó a contratarse como técnico B del Laboratorio de Biología Molecular de la Clínica para la Investigación y Rehabilitación de las Ataxias Hereditarias (Cirah), única de su tipo en Cuba y en la que ya anda por los caminos más apasionantes de la investigación.
“Siento que hago algo importante, porque la ataxia es una enfermedad rara y aquí es donde está el mayor cúmulo de pacientes de uno de sus subtipos, la ataxia espinocerebelosa tipo 2”, explica con la seguridad de una científica y la humildad de una profesional cabal.

En la misma urbe oriental, el estudiante de quinto año de Medicina, Wilbert Daniel Sintes Pérez, corrobora, a través del empleo, su amor por la pediatría. El Hospital Pediátrico Octavio de la Concepción y de la Pedraja lo ha visto pasar por casi todas sus salas, “incluso por las unidades de Terapia Intensiva e Intermedia, Neonatología, Cirugía y Ortopedia, lo que me ha ayudado a adquirir habilidades”.
En la capital cubana, Diego Manuel Viera Martínez, de tercer año de Ciencias de la Computación, y quien funge como desarrollador web en la empresa de software Avangenio, de carácter privado, sostiene que más que por la remuneración económica lo hace “para ganar experiencia, porque no es lo mismo conocer la teoría que poder aplicarla junto a un equipo”.
Surf en río revuelto
“Fíjense en los nombres rimbombantes que tienen. La reina de esto, los reyes de lo otro, que si reales por aquí, que si king por allá. Y el problema no es el nombre, es que se creen y actúan por encima de la ley”, dijo una holguinera después de no poder pagar por transferencia en al menos cuatro mipymes de su provincia, que hoy cuenta con más de 660 de esas nuevas formas de gestión no estatal.
El tema que nos ocupa está muy lejos de la bancarización, pero bien cerca de uno de los desmanes que caracteriza a una parte de las micro, pequeñas y medianas empresas y otros entes privados: la violación de disposiciones legales, entre ellas muchas del marco laboral y con las que se afectan, aunque no lo crean, los estudiantes universitarios que deciden trabajar en estos espacios.
¿Será entonces que, como sugirió la holguinera, algunos nuevos actores económicos se creen que están en la monarquía y que viven de súbditos y no de una fuerza de trabajo del siglo XXI? La historia narrada al principio y otras más vienen con respuesta.
Dalila Hechavarría León cursa el segundo año de Letras en la Universidad de Oriente. A la par es profesora privada de inglés en las tardes y bartender de siete de la noche a siete de la mañana. Tal ritmo le impone una dinámica difícil de sostener, mas no imposible. A veces la rinde el sueño, pero sigue para poder sustentar la economía personal y familiar y terminar su carrera, una prioridad que, según confiesa, es innegociable.
Para Ángel Alejandro Gallo Fuentes, de segundo año de Ingeniería en Control Automático del mismo campus, su mayor sueño es regalarle a su mamá el título universitario, sin embargo en el camino hacia su obtención ha tenido que ir a laborar en un taller privado de reparación de equipos electrodomésticos sin contratación formal, “porque atravieso situaciones familiares complicadas y tengo que mantener mi casa”.
“Aquí no hacen contratos a medio tiempo —comenta Dalila sobre su labor nocturna como bartender—, por lo tanto tampoco tengo vacaciones pagadas, ni ningún tipo de flexibilidad. Podemos ausentarnos algunos días en caso de enfermedad pero no pagan ni justifican las ausencias aunque presentemos certificado médico. Si pasan varias jornadas y no te presentas suelen contratar a otro”.
Un alumno de Periodismo de la Universidad de Holguín, a quien llamaremos León Vega, tiene una situación similar. Al necesitar independizarse de sus padres optó por comenzar a trabajar de camarero en un bar. Cuenta que allí no tiene contrato, “así que carezco de derechos y en cualquier momento que ellos decidan me pueden botar”.
Resalta que puede costearse sus gastos y lidiar mejor con los altos precios del transporte (que no hace concesiones con los estudiantes), pero trabajar de noche le impide prácticamente dedicar cualquier tiempo a la academia, lo que le ha costado que le sugieran hasta dejar la carrera.
Desde la Esfera de Asuntos Laborales y Sociales de la Central de Trabajadores de Cuba en este territorio, Yordanis Cruz Sánchez afirma que en visitas realizadas a mipymes, cooperativas no agropecuarias y trabajadores por cuenta propia, se comprobó que algunas suelen incurrir en contratación sin formalizar, jornadas que exceden las 44 horas semanales, y discriminación laboral (prefieren contratar jóvenes sin responsabilidades familiares para evitar licencias).
También obstruyen la creación de secciones sindicales y evaden pagos por la seguridad social, como parte de la retención que deben hacer por la fuerza contratada.
Por desgracia, esa realidad no es privativa de aquí, resulta más bien una rutina generalizada en casi todos los territorios. Huelga decir que debe llegar el momento en que a quienes les toca frenar estos desmanes lo hagan con la severidad requerida. No serán nunca verdaderas empresas aquellas que sostienen ganancias a costa de ir siempre por la izquierda, evadiendo responsabilidades fiscales y atropellando derechos laborales.
Primero hay que aprender a nadar
Tampoco puede pasarse por alto la necesidad de que los jóvenes universitarios se aproximen a las leyes, conozcan sus derechos y los defiendan. Una pequeña encuesta realizada entre 262 estudiantes de la Universidad de La Habana (UH) reveló que más del 62 % de ellos trabaja y entre esa masa cerca del 47 % lo hace en el sector privado. No obstante, casi la mitad admitió desconocer la existencia de normas legales que los amparan.
Como otros, Amelie Lugo Griñán, estudiante de Lengua Francesa de la UH, manifestó el interés de conocer sobre la legislación vigente. De haber sabido más al respecto, su segundo año de la carrera hubiese sido menos agobiante.
“Tuve que sacrificar muchas asignaturas. Para poder seguir con el trabajo, faltaba frecuentemente y al final en el extraordinario era donde aprobaba. Me chocó bastante porque estaba acostumbrada a tener buenos resultados académicos”, sentenció tras explicar la apretada agenda laboral que ha marcado sus años universitarios.
Sin duda el punto medio siempre proporcionará equilibrio, que toca buscarlo a los niveles individual, institucional y familiar. En los hogares, los padres deben superar otros retos en tanto los hijos tienden a alejarse con mayor frecuencia y en edades más tempranas.
La profesora Avelina Hernández aclara que compartir el tiempo de estudiar con el de trabajar no necesariamente tiene que provocar un descenso en el rendimiento escolar, sino que inciden más otros factores como los de no encontrar cómo materializar un proyecto de vida al graduarse.
Eduardo Pinto Sánchez, profesor auxiliar y coordinador de la carrera de Periodismo en la Universidad de Oriente, considera que el modelo de formación existente en la educación superior cubana no está preparado para esa nueva realidad que tienen los jóvenes de buscar trabajo para sustentar a sus familias y a ellos, a lo que proponen ir pensando, desde el Ministerio, en esquemas formativos que se ajusten a los actuales tiempos.
Reconocer lo que anda mal y corregirlo es la única manera de que fluya todo el brío de la gente joven, ese que bien necesita un país que tiene más del 24 % de su población con 60 años y más.
Tener las cuentas claras en este apartado no es un capricho. Así como el ojo del amo engorda el caballo, la vista cercana y responsable de organismos rectores de políticas, empleadores estatales y no estatales, factores académicos y estructuras sindicales, pueden marcar la diferencia en el presente y el futuro de los universitarios.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.
Licenciado en Periodismo y licenciado en Ciencias Sociales, autor de El Foro en Cubahora, jubilado y reincorporado en la Redacción Digital de Trabajadores, donde escribe las secciones LA GUAGUA y EN 500 CARACTERES, fue corresponsal del periódico Vanguardia en tres de las seis regiones de Las Villas, Jefe de Redacción fundador del periódico Escambray, Corresponsal Jefe de la Agencia de Información Nacional (actual ACN) en Sancti Spiritus, colaborador de Radio Progreso, Prensa Latina y Radio Sancti Spíritus; así como Jefe de Información, Subdirector y Director del periódico Vanguardia, donde administró sus foros de discusión.