La guerra de aranceles sin precedentes desatada por el presidente Donald Trump lejos de resolver los problemas económicos de EE. UU. e imponer su dominio a nivel planetario, aislará aún más a Washington del mundo multipolar de hoy.

Trump anunció la subida de los impuestos a los productos de todos los países, incluidos los de sus obedientes “amigos” de la Unión Europea, su aliado estratégico Israel, y a peones de la Casa Blanca como la Argentina del mandatario Javier Milei.
Analistas coinciden en que el conflicto arancelario protagonizado por el actual inquilino del Despacho Oval puede dar al traste con su permanencia en el poder o provocar una eventual y peligrosa confrontación global.
Las medidas notificadas por el jefe del régimen de Washington han sido fuertemente criticadas por la comunidad internacional, y hasta por los pingüinos azules que viven en unas lejanas y desiertas islas australianas.
Informaciones difundidas en las redes sociales señalaron que esas islas han sido también blanco de la guerra impositiva de la Casa Blanca, lo que más que una broma es otra de las locuras fascistas de quien se cree emperador.
Las críticas a la conducta de la administración de turno de la Casa Blanca provienen además del Fondo Monetario Internacional (FMI), un conocido instrumento de EE. UU., y de las bolsas mundiales.
Expertos concuerdan en que la conducta de Trump puede provocar una recesión en su país y un importante retraso en el desarrollo económico global.
Otros analistas opinan que entre los miembros y el equipo de asesores de la Casa Blanca seguro hay quienes alientan a su dignatario en la guerra comercial que lidera con la intención de embaucarlo y destronarlo así de la silla presidencial.

Por lo pronto, el mandatario estadounidense sigue abriendo muchos frentes a la vez y se gana cada vez más enemigos, incluidos los pingüinos azules, lo que augura el posible fin de su imperio.