AL PAN, PAN: ¡Que haya Feria!

AL PAN, PAN: ¡Que haya Feria!

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La Feria Internacional del Libro se ha consolidado como la más abarca­dora cita de la cultura en el país. No es esencialmente una oportunidad comercial o de mera exhibición: es un espacio de diálogo, intercambio y enriquecimiento para escritores, edi­tores y lectores. Y plataforma para todas las artes.

Esa vocación integradora debe ser defendida y fortalecida, porque la li­teratura no es un lujo, sino una nece­sidad esencial para la consolidación de nociones de identidad y pensa­miento crítico de la nación.

La edición 33, que concluyó este domingo en Santiago de Cuba, se de­sarrolló en un contexto sumamente difícil, marcado por una crisis ener­gética que ha impactado múltiples sectores de la vida nacional. Pero no se ha renunciado a este encuentro útil, afianzado en la visión martiana de una sociedad culta y libre.

Un factor clave ha sido la entu­siasta participación de los autores, quienes, en diálogo directo con sus lectores, enriquecieron el progra­ma. A pesar de las limitaciones de la industria editorial se han bus­cado soluciones para garantizar la socialización de los libros. La crea­tividad con que se han sorteado los obstáculos es un ejemplo de resis­tencia cultural.

Es imperativo dar un salto definitivo hacia las ediciones digitales. Tal va­riante no debe verse solo como una respuesta coyuntural a la crisis, sino como una realidad funcional, con múltiples potencialidades aún por explorar. Facilitar el acceso a conte­nidos digitales, sin descuidar el libro impreso, permitiría ampliar el alcan­ce de la Feria y garantizar su perma­nencia.

Lo más importante es la promoción de la lectura, porque leer no solo enriquece el conocimiento, sino que también fortalece la espiritualidad y el sentido intelectual de las perso­nas. Ese es el verdadero ánimo de la Feria del Libro: incentivar el vínculo con los libros, abrir puertas al pensa­miento y reafirmar la cultura como un pilar esencial de la sociedad.

No se trata de creer, se trata de leer: el célebre planteamiento de Fi­del Castro Ruz en los primeros años de la Revolución triunfante adquie­re en la actualidad un significado cardinal. Ante el maremágnum de la desinformación y el imperio de la banalidad, la buena literatura afianza caminos y sistemas de valores. Por eso, más que de estadísticas (cuán­tos libros publicados, cuántos libros vendidos) hay que fiarse y ocuparse del sedimento que puede y debe dejar la literatura en las prácticas cotidia­nas, en el entramado social.

La Feria puede contribuir mucho en ese sentido… pero es una batalla que la trasciende y la compromete.

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