El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) ha sido piedra angular en la historia del cine cubano y en la cultura de la nación. Fundado en 1959, apenas tres meses después del triunfo de enero, abrió caminos a un cine nuevo, comprometido con la realidad social y las aspiraciones populares. El cine cubano se consolidó como un arte de profunda raíz nacional, con una vocación renovadora y un espíritu de constante transformación. El cine en revolución. El cine de la Revolución.

Desde su surgimiento, sostuvo un cine que no solo aportó una estética propia, sino que también se convirtió en una herramienta de reflexión y debate. Con las credenciales de Tomás Gutiérrez Alea, Santiago Álvarez y Humberto Solás, entre muchos otros, Cuba se posicionó en el panorama cinematográfico latinoamericano, como un auténtico movimiento.
El cine ha sido crónica visual y recreación fértil de los desafíos, realizaciones y aspiraciones de la sociedad. En sus filmes, la historia del país se ha contado con matices y profundidad, desde la épica de la lucha revolucionaria hasta las complejidades de un proyecto nuevo, retador.
Los cubanos aman su cine y lo privilegian, es notable en la acogida de los estrenos de nuestros filmes en festivales y otras citas. El imaginario de la gente se ha enriquecido con referencias a muchas películas.
Hoy la cinematografía nacional asume el reto de reinventarse. Las condiciones económicas, las recientes tecnologías y las dinámicas de producción han cambiado drásticamente, lo que exige una reconfiguración de los modelos de financiamiento y distribución. Es imprescindible encontrar esquemas sostenibles y funcionales que permitan la continuidad de un acervo propio, sólido y creativo. Se ha dicho muchas veces: hay que marchar con los tiempos.
Sin embargo, esa reinvención no debería concretarse a costa de concesiones mercantiles, que traicionen valores primordiales de la cultura cubana. El Icaic y los cineastas del país (incluso, los que participen de otras formas de producción que no asuma la institucionalidad) tienen la responsabilidad de mantener vivo el legado de un cine genuino, que exprese la identidad nacional y continúe siendo un espejo de la realidad, sin perder su vocación artística y su impacto social.