Desde hace mucho tiempo me pregunto cómo funcionará el cerebro de un músico, en particular el de compositores, orquestadores, arreglistas…






Les he preguntado, por supuesto, pero aún no encuentro la respuesta que me permita entender cómo suenan las notas musicales en esa peculiar caja de resonancia en que convierten sus cuerpos, cómo saben dónde colocar las notas de cada uno de los instrumentos para que luego la orquesta suene coherente, armónica, inmensa….
Las preguntas regresaron hoy tras disfrutar del concierto de Guido López-Gavilán y su orquesta de cámara Música Eterna, con invitados de excelencia como los consagrados Niurka González (flautista) y el Coro Entrevoces (con Digna Guerra al frente, por supuesto) y los prometedores Camila Pizart (clarinete), Alejandro Cruz (violín) y René A. Gómez (cello).
El espectáculo hizo honores al aniversario 55 del periódico Trabajadores, a los 30 años de Música Eterna y, sobre todo, a la obra monumental de Guido Lopez-Gavilán, sin duda uno de los más notables compositores cubanos, capaz de sublimar lo popular y popularizar lo culto.
Guido es uno de los culpables de los desvaríos dominicales de mi mente.
Gracias Maestro Guido López-Gavilán, por su música.
Gracias a los músicos, con convertir las notas en hermosa y sonora energía.
Gracias a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Cuba, y al Centro Nacional de Música de Concierto CUBA, por preservar oasis culturales como la sala Ignacio Cervantes, de envidiable acústica.