Maribel, mujer de acero y miel

Maribel, mujer de acero y miel

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La primera vez que la vi defendiendo su área, la de basculador y molinos del central Paquito Rosales, ubicado en el santiaguero municipio de San Luis, supe que conocía muy bien el herrumbroso camino que pisaba.

 

Maribel Estévez Díaz, en el central Paquito Rosales, donde tiene su imperio de acero y miel. Foto: Yaniuska Pérez Verdecia

 

Maribel Estévez Díaz es una mujer que acumula  experiencias en el ingenio y comenzó hace unos años su labor como jefa de área. No le teme al ruido, las madrugadas o las vibraciones de sus molinos, porque su vida laboral ha estado vinculada a los añejos equipos, partes y piezas que conforman el gigante de hierro.

“Comencé a trabajar en el central hace 33 años, y antes de asumir esta responsabilidad era química en el laboratorio de la casa de calderas, aunque  siempre me interesé por todas las áreas y uno va aprendiendo, nos dice mientras revisa el funcionamiento de uno de los molinos.

“El trabajo aquí es difícil, son más de 12 horas de trabajo constante, lidiando con problemas técnicos, roturas, que a veces implican, quedarse más hora para que el central pueda volver a moler, sin el apoyo de la familia, para mí sería imposible, me levanto a las cinco y organizo la casa, adelanto quehaceres, y vuelvo a las 7 de la noche. Hay un respaldo también aquí en el ingenio, tengo compañeros que me quieren y contribuyen en el funcionamiento estable del área de basculador y molinos”, acota esta tímida mujer.

Sonríe esporádicamente, nerviosa por la grabación,  y parece tener menos edad, a pesar de que su vida ha corrido, entre madrugadas frías, turnos de más de 12 horas, entre hierros y bagazo. Pero se siente bien.

“Fui aprendiendo poco a poco, a dirigir el área, conocer los detalles técnicos, aportar mis ideas, dirigir más de 12 hombres, no es sencillo, pero ellos son buenos, sobre la base del respeto, la solidaridad y el compañerismo, cumplen con las tareas que le indico y aportan para que funcionen los equipos y haya estabilidad en los indicadores de la molienda», destacó Estévez Díaz.

En Maribel, única mujer jefa de área en el ingenio Paquito Rosales, se advierte seguridad, más que respeto inspira e irradia admiración. La mayor parte de su jornada laboral anda caminando entre los obreros y los gigantes molinos, con la gente, donde hay problemas por solucionar.

Eso sí, es fémina siempre, con el cutis protegido, sus uñas arregladas, su pelo cubierto con un pañuelo y un inmenso ejemplo proletario para que nadie le justifique lo ocurrido en el basculador, la mesa alimentadora o los molinos, áreas que conoce de memoria porque los transita de punta a cabo desde el amanecer hasta las estrellas.

“Desde mi modesta experiencia, – me dice – aconsejo a las mujeres, que no tengan miedo, para nosotras no hay tareas ni misiones imposibles, somos vencedoras en todos los sentidos, y mi mayor orgullo, además de mi familia, es que mi área, en el Paquito Rosales, funcione establemente y que la caña se muela, ese olor a guarapo, embriaga y me demuestra cuánto vale mi aporte a la economía”.

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