“Me siento útil, me siento… no sé cómo expresarlo. Me decían que no podía, y yo insistía en que sí puedo. Le he demostrado a mi hija, a mi esposo, a mi familia, a los demás, que yo sí puedo”. Este es el testimonio de Yolaine Leyva Paz, quien presenta un impedimento físico, producto de un accidente cerebrovascular que le dejó paralizada la parte derecha del cuerpo; sin embargo, hoy se sustenta económicamente al dedicarse al oficio de la repostería.

Otro ejemplo que en Bayamo emerge como significativo es el de Sapdiel Rosales González, de 20 años de edad y con discapacidad intelectual, quien se ha preparado casi de forma profesional en el mundo de la coctelería, lo que le permite ser empleado, desde hace varios años, en uno de los restaurantes icónicos de la ciudad El Manegua, perteneciente al proyecto de desarrollo local La Cuchipapa.
La necesidad de que este grupo poblacional se integrara a la sociedad dio origen en Granma a la búsqueda de opciones de manera que el término “equiparar oportunidades” alcanzara su verdadero valor y dimensión máxima.
“Tuvimos tres años de Rehabilitación Basada en la Comunidad (RBC), un propósito que ha dado frutos en la medida en que la actividad de las personas con discapacidad se ha hecho necesaria. Por eso lo primero que hicimos fue trabajar en crear habilidades en ellos en su lugar de origen, en su casa o en un sitio determinado que lo favoreciera”, explica José Alberto Sánchez Yalin, uno de los coordinadores, quien especificó:
“Nosotros, por ejemplo, rehabilitamos en el municipio de Guisa a un joven que hoy es zapatero, también hicimos esta labor en la montaña para que los beneficiados con esas acciones de capacitación se quedaran como empleados en las salas de televisión desempeñando múltiples tareas.
“Porque después de nuestra intervención en esas comunidades la persona necesitaba otro proceso. ¿Cuál era?, emplearse; ya contaba con las habilidades, se había enfrentado a la vida, había salido de la casa y, por lo tanto, ya tenía otra perspectiva o visión sobre sí y sus posibilidades.
“Con las nuevas formas de gestión económica, nos dimos a la tarea de hacer un proyecto de inserción sociolaboral, de manera que tuvieran acceso al empleo en ambos sectores”, destacó.
Por su parte, Nesdey Milán Graell, coordinadora del proyecto desde Educación, argumentó que existía una apreciación incorrecta sobre el asunto: “Veíamos a las personas con discapacidad desde un punto de vista asistencial. Los tratábamos de ayudar en el tema de ‘voy a mejorar tu calidad de vida y te doy un colchón, una sábana y otros artículos de primera necesidad’; pero no los veíamos como seres humanos capaces de emprender un negocio u optar por una plaza en entidades estatales que les permitieran sustentarse económicamente.
“En no pocas ocasiones la propia familia es la mayor barrera a la que se enfrentan las personas con discapacidad, porque no asimilan esa independencia y quieren sobreprotegerlas de todo, y este proyecto nos enseñó que tenemos que darles su espacio.
“Hay que proporcionarles la oportunidad de realizarse, de crecerse, de autosustentarse, se ha demostrado a toda la red de empresas que sí se puede trabajar con quienes integran este grupo social”.
Estos ideales de inserción laboral para dichas personas estuvieron amparados en la suroriental provincia por la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo (Cosude), que financió las capacitaciones y propició la entrega de kits de equipos y herramientas para desarrollar oficios, como albañilería, costura, repostería, zapatería y confección de artesanías.
Dada la positiva experiencia quedó constituido aquí el comité para la inclusión, desde el gobierno provincial y con el apoyo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que tiene la misión de continuar las acciones de capacitación, además de propiciar el adecuado trabajo con los empleadores para que vean en las personas con discapacidad un importante recurso humano.
Con estos incipientes pasos hoy se han insertados 34 de ellos en el sector privado, en tanto 12 accedieron al empleo estatal.