Tenso, difícil, agobiante, oscuro y de mucho trabajo ha sido este fin de semana. Otra desconexión del sistema eléctrico puso al país en sombras y de nuevo los ingenieros tuvieron que empezar a armar un rompecabezas de microsistemas y frecuencias para darles luz y energía a termoeléctricas, patanas, grupos electrógenos y a esa vida que los cubanos seguimos encaprichados en resistir y vencer.

La debilidad de un sistema que lleva meses resentido de potencia y de combustible estable nos preocupa a todos. Por eso cada avería, cada buque que se retrasa en llegar (y no siempre por pago, sino por el maldito bloqueo económico y financiero del Gobierno estadounidense) es una cicatriz que cargamos y sufrimos.
Pocas veces se ve tanta inteligencia reunida para recomponer la situación más complicada que pueda presentar un sistema eléctrico. Y son nuestros especialistas, conocedores del tema, quienes se quedan noches sin dormir, quienes tienen ya una estrategia para revertir la situación a mediano plazo con los parques fotovoltaicos que este 2025 entregarán mil megawatts y en el 2026 la misma cantidad para oxigenar la demanda y aliviar los molestos apagones.
Por supuesto, todo proyecto futuro pasa por seguir buscando soluciones ante cada problema en el menor tiempo posible, aunque la alfabetización sobre el tema nos ha hecho hablar ya de cargas, potencia, oscilaciones, frecuencias como si fuéramos expertos; mientras las termoeléctricas de Mariel, Nuevitas, Antonio Guiteras, Felton, Renté y Carlos Manuel de Céspedes, por solo citar algunas, son ya cotidianas en nuestras conversaciones.
A quienes hoy continúan desvelados no les falta esa otra energía. La de los revolucionarios, que por más negro que esté el panorama vemos la luz al final del túnel, convencidos de que poder no es una opción. Es el único camino que nos queda a los cubanos.