Cienfuegos.— Llegué hasta aquí porque me dijeron que ellos volaban sin alas ni motores. Que desafiaban quimeras con la ilusión de fundar mundos más humanos. Necesitaba purgar mi espíritu del sabor amargo que percibo hace algún tiempo a mi alrededor. De retar al desencanto, de refugiarme en un universo íntimo y sanador cosechado con fe, optimismo y entereza…

El camino: una insinuación fecundada con amor
“El proyecto Bienestar Animal y Calidad de Vida nació de la buena voluntad. Tenemos los animales, la aptitud profesional y médica, y los deseos ¿qué más requerimos para sanar y sembrar felicidad? —asevera Liosvy Vall, jefe del Complejo Delfinario de esta provincia, mientras abre los ojos como si los llevara hacia la tierra prometida—. “El objetivo es mejorar la calidad de vida de niños con autismo, aunque también ayudamos a quienes por diversas razones precisan este tipo de terapia. Los médicos son los que deciden.
“Involucrar a más pequeños, incluidos los de otras provincias sería lindo y vale cualquier esfuerzo. Enfrentamos las dificultades diarias de muchos cubanos: la medicación para los delfines, así como su alimentación y otros cuidados. Es difícil, pero cuando se regala salud la satisfacción es grande”.
Su entusiasmo hincha las velas del optimismo, aspira a que las agencias de viajes y servicios médicos se sumen al proyecto. Incluso intercambiar con otros delfinarios.
“El servicio que brindamos es muy propio. Salió del intelecto de nuestros especialistas. Cualquier complemento que nos haga avanzar más será bien recibido”…
Entonces me hundí en la ciencia del alma
Yanara Calzada Urquiola tiene la llave que abre la puerta del alma. Como psiquiatra infantil toca la melodía que hace sonreír al corazón.
“El autismo afecta varias áreas de la comunicación. Para un niño con estas características este método es esencial. Estimula la comunicación y la sociabilización. El área motora. Los beneficios clínicos y científicos están confirmados, también sus aportes emocionales y cerebrales.
“La presencia de los padres en la terapia es primordial. Trabajamos no solo en el agua. Fuera, son ellos los que reciben las orientaciones para que sus hijos sientan más confianza a la hora de realizar otros ejercicios en la casa”.
La especialista reconoce el reto que significa este proyecto: “Materializarlo llevó casi un año. Conservarlo implica una responsabilidad constante. Esta patología debe implicar mucho al experto. Es una satisfacción enorme verlos sonreír e interactuar con los delfines. Apreciar su mejoría en la escuela y la familia”, recalca y una lágrima silenciosa cargada de emoción se desliza por su mejilla…
Una pasión tan brillante como el Sol
Algunas historias hay que iniciarlas desde la pasión y esa efusión la atesora Iván Gutiérrez Díaz, especialista en Fauna y Cautiverio y líder del grupo de instructores.
“Comenzó cuando nos propusieron trabajar con niños autistas. Teníamos las condiciones y los deseos. Nos sumamos pasando a ser un programa recreativo y de salud, que exige superación profesional. Al principio los niños sienten timidez, después por lo sociable que son los delfines disfrutan de la experiencia”.
Muy cerca, Yordán Dueñas Mena apoya el parecer de Iván. Es médico veterinario y su labor engrasa felizmente esta empresa humanista. “Inspecciono a los delfines clínicamente. Son animales que interactúan bien con los seres humanos. La oportunidad de estar aquí vale la pena”…
El corazón se acelera, la esperanza sonríe
En la paternidad el amor y la dedicación deben ir de la mano. Si se pueblan con la constancia siempre habrá razones para alegrarse. Yuneidy Suárez y José Ramón Díaz son los padres del niño Leandro Díaz Suárez, que tiene un trastorno del espectro autismo Grado uno Asperger.

“La experiencia con los delfines es algo único y valioso. Gratifica ser bien recibido y atendido por médicos y especialistas, —dice ella y los pulmones se le hinchan como velas invencibles—. Leandro ha mejorado su concentración y calidad del sueño, enfatiza y su mirada encuentra a José Ramón que con verbo certero se expresa.
“Todas las familias no tienen esta oportunidad. La asimilación positiva es evidente. Debemos crear mejores condiciones y lograr mayor apoyo de las autoridades. Ampliar la extensión y participación en la terapia. La familia y los niños lo agradecen”…
Leandro observa atento. Se enrosca el pelo en un dedo y comparte su experiencia como si volviera a explorarla. “Me sentía feliz. Tocaba a los delfines y los sentía suaves. Estaba tranquilo”, subraya como quien descubrió un nuevo cielo.
Me marcho seducido. Aquí he comulgado con la poesía de más íntima sanación. La que quema dudas, se esfuerza y perdona. La que sublima las acciones y se venera en el templo más humano. Esa, cuya escritura espiritual funda un verso a la esperanza.