Un verso a la esperanza

Un verso a la esperanza

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Cienfuegos.— Llegué hasta aquí porque me dijeron que ellos vola­ban sin alas ni motores. Que de­safiaban quimeras con la ilusión de fundar mundos más humanos. Necesitaba purgar mi espíritu del sabor amargo que percibo hace al­gún tiempo a mi alrededor. De re­tar al desencanto, de refugiarme en un universo íntimo y sanador cosechado con fe, optimismo y en­tereza…

Equipo del proyecto Bienestar Animal y Calidad de Vida. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

El camino: una insinuación fecundada con amor

“El proyecto Bienestar Animal y Calidad de Vida nació de la buena voluntad. Tenemos los animales, la aptitud profesional y médica, y los deseos ¿qué más requerimos para sanar y sembrar felicidad? —asevera Liosvy Vall, jefe del Complejo Del­finario de esta provincia, mientras abre los ojos como si los llevara hacia la tierra prometida—. “El objetivo es mejorar la calidad de vida de niños con autismo, aunque también ayu­damos a quienes por diversas razo­nes precisan este tipo de terapia. Los médicos son los que deciden.

“Involucrar a más pequeños, in­cluidos los de otras provincias sería lindo y vale cualquier esfuerzo. En­frentamos las dificultades diarias de muchos cubanos: la medicación para los delfines, así como su alimenta­ción y otros cuidados. Es difícil, pero cuando se regala salud la satisfac­ción es grande”.

Su entusiasmo hincha las ve­las del optimismo, aspira a que las agencias de viajes y servicios mé­dicos se sumen al proyecto. Incluso intercambiar con otros delfinarios.

“El servicio que brindamos es muy propio. Salió del intelecto de nuestros especialistas. Cualquier complemento que nos haga avanzar más será bien recibido”…

 

Entonces me hundí en la ciencia del alma

Yanara Calzada Urquiola tiene la llave que abre la puerta del alma. Como psiquiatra infantil toca la me­lodía que hace sonreír al corazón.

“El autismo afecta varias áreas de la comunicación. Para un niño con estas características este méto­do es esencial. Estimula la comuni­cación y la sociabilización. El área motora. Los beneficios clínicos y científicos están confirmados, tam­bién sus aportes emocionales y cere­brales.

“La presencia de los padres en la terapia es primordial. Trabaja­mos no solo en el agua. Fuera, son ellos los que reciben las orientacio­nes para que sus hijos sientan más confianza a la hora de realizar otros ejercicios en la casa”.

La especialista reconoce el reto que significa este proyec­to: “Materializarlo llevó casi un año. Conservarlo implica una responsabilidad constante. Esta pa­tología debe implicar mucho al ex­perto. Es una satisfacción enorme verlos sonreír e interactuar con los delfines. Apreciar su mejoría en la escuela y la familia”, recalca y una lágrima silenciosa cargada de emo­ción se desliza por su mejilla…

 

Una pasión tan brillante como el Sol

Algunas historias hay que ini­ciarlas desde la pasión y esa efu­sión la atesora Iván Gutiérrez Díaz, especialista en Fauna y Cautiverio y líder del grupo de instructores.

“Comenzó cuando nos propu­sieron trabajar con niños autistas. Teníamos las condiciones y los de­seos. Nos sumamos pasando a ser un programa recreativo y de salud, que exige superación profesional. Al principio los niños sienten timi­dez, después por lo sociable que son los delfines disfrutan de la expe­riencia”.

Muy cerca, Yordán Dueñas Mena apoya el parecer de Iván. Es médico veterinario y su labor engrasa felizmente esta empre­sa humanista. “Inspecciono a los delfines clínicamente. Son ani­males que interactúan bien con los seres humanos. La oportuni­dad de estar aquí vale la pena”…

 

El corazón se acelera, la esperanza sonríe

En la paternidad el amor y la dedicación deben ir de la mano. Si se pueblan con la constancia siempre habrá razones para ale­grarse. Yuneidy Suárez y José Ramón Díaz son los padres del niño Leandro Díaz Suárez, que tiene un trastorno del espectro autismo Grado uno Asperger.

Sentado a la izquierda Leandro Díaz Suárez, junto con su familia. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

“La experiencia con los delfi­nes es algo único y valioso. Gra­tifica ser bien recibido y atendi­do por médicos y especialistas, —dice ella y los pulmones se le hinchan como velas invenci­bles—. Leandro ha mejorado su concentración y calidad del sue­ño, enfatiza y su mirada encuen­tra a José Ramón que con verbo certero se expresa.

“Todas las familias no tienen esta oportunidad. La asimila­ción positiva es evidente. Debe­mos crear mejores condiciones y lograr mayor apoyo de las auto­ridades. Ampliar la extensión y participación en la terapia. La fa­milia y los niños lo agradecen”…

Leandro observa atento. Se enrosca el pelo en un dedo y com­parte su experiencia como si vol­viera a explorarla. “Me sentía feliz. Tocaba a los delfines y los sentía suaves. Estaba tranquilo”, subraya como quien descubrió un nuevo cielo.

Me marcho seducido. Aquí he comulgado con la poesía de más íntima sanación. La que quema dudas, se esfuerza y perdona. La que sublima las acciones y se ve­nera en el templo más humano. Esa, cuya escritura espiritual funda un verso a la esperanza.

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