A Martí le bastaron seis letras para dejar constancia de sus anhelos. Patria fue nombre de periódico y pretexto para los sueños, incluso argumento con el que se levantan murallas, porque los diferentes imaginarios se proclaman contrarios y no complementos.
No puede rasgarse una nación para repartir jirones de su tierra, ni reconfigurarse la geografía o historia para que sea a la medida de cada capricho; tampoco los símbolos se recodifican para adaptarse a recuerdos que la contemporaneidad desdibuja.
Patria es algo concreto y a la vez intangible, como la frialdad de un piso de cemento pulido en el que la familia huía del calor del mediodía; los olores de la cocina de abuela, tan diversos para el olfato como exquisitos al paladar; el tamborileo de abuelo sobre un taburete a cuyo ritmo tres generaciones descubrimos el baile.
Es la erudición y rectitud de papá Enrique o la aspereza de abuelito Gregorio, bisabuelos maternos, distintos como la noche y el día, pero fundidos en mi madre y tíos. Es también el sabor de uvas, ciruelas y anones cosechados en el patio de la casa donde habité durante la infancia.
Patria son las habilidades de costureras ancestrales que afloran en las manos de mi hija, quizás la dote genética de Pepe, bisabuelo paterno y diestro talabartero; el humor negro o la ironía que cultivamos y disfrutamos en casa.
Los recuerdos compartidos con la familia, los amigos perdidos, el batallar diario junto a mi esposo para que nos vaya un poco mejor…, pero esa es la mía, acunada en cuerpo y alma, tan auténtica y legítima como la de cualquier otro nacido en este archipiélago, aunque no compartamos la misma visión.
El periodismo de hoy demanda ser reflejo de la diversidad de miradas que dentro o fuera del espacio geográfico que reconocemos como país se sienten parte de la nación, de quienes entendemos que la felicidad es intrínseca a la vida y no ilusión de futuro, que el bien y la bonanza no son pecado, ni excluyentes.
Tenemos el deber de apartarnos del triunfalismo enceguecedor y hurgar en los sitios oscuros en los que se ensaña el dolor y la penuria, para que la omisión no sea disculpa para el desconocimiento. Ni la palabra vana se torne en comodín que disimule la realidad.
Honrar a Martí no cabe en el mimetismo de las frases hechas o la exclusión, porque para él patria: “Es nuestra adoración, no nuestro pedestal, ni nuestro instrumento”.
Acerca del autor
Licenciada en Periodismo (1995 Universidad de Oriente). Trabajó como periodista en Tele Cristal (Holguín) hasta marzo del 2003, directora y guionista de televisión.
Periodista del semanario Guerrillero (Pinar del Río) desde mayo del 2003 hasta la actualidad, corresponsal del semanario Trabajadores en esa provincia desde septiembre del 2020.
Creadora audiovisual y cinematográfica independiente.