Aún se encuentran abiertas al público varias de las exposiciones concebidas dentro del programa colateral de la 15 Bienal de La Habana, la que comenzó el pasado 15 de noviembre y concluyó el 28 de febrero último bajo el lema Horizontes compartidos, con la participación, según cálculos conservadores, de más de medio millón de espectadores que en todo el país visitaron las muestras contenidas en los programas oficial y colateral, respectivamente.
Calificada como “un organismo vivo” por el director de este evento, Nelson Ramírez, también cabeza del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, su organizador, unos 400 artistas fueron acreditados, entre los que se encuentran alrededor de 250, procedentes de 57 países del Sur Global, en su mayoría latinoamericanos. Los demás fueron creadores cubanos. Como eco de la cita más importante de las artes visuales en Cuba, el venidero 21 de marzo se inaugurará la muestra Expansión 15, con obras donadas por sus autores, en tanto se promueve la visita virtual a la 15 Bienal (www.bienalvirtual.cult.cu). Entre los proyectos incluidos en la recta final de este encuentro que celebra el aniversario 40 de su creación se destacan los tres que ocuparon la galería Servando Cabrera Moreno, ubicada en Miramar: el personal de Giselle Lucía con el nombre de Las ensoñaciones del reposo; el colectivo Line Up, con obras de Javier Agudo, Aramís Cue, Yan Cue, Jejannie Cardoso y Yuniel D’Casal; y La fractura del decorum, de Agustín Bejarano.

La fractura del decorum
Esta última muestra del maestro Agustín Bejarano Caballero (Camagüey, 1964) sobresale por la belleza y factura de las ocho obras que las conformaron (acrílicos sobre lienzo) de grandes dimensiones (156 x 200 cm), las cuales incitan a la reflexión moral; en tanto generan compromiso ético en el espectador que advierte en estas composiciones una intimista entrega que nos permite viajar por caminos de alegrías, misterios, dolor y esperanza, para en última instancia encontrarnos con disímiles significados y significantes en torno a la existencia humana.
Para denominar su exhibición el artista tomó el título del artículo del crítico Maikel José Rodríguez aparecido en la revista digital La Jiribilla, a raíz de la exposición Olympus (2020), y en sus palabras del catálogo señala que su obra “en general, no solo la que ahora me ocupa, es un compromiso con lo moral, con la esencia ética del hombre como género y la lucha por su permanencia.
“Resulta obvio —agrega— que la exposición trata problemáticas éticas urgentes, además de las de orden existencial que aquejan al mundo actual, sumada la realidad en nuestro país, como son las que tienen que ver con la diáspora, la migración, el aislamiento y la segregación cultural y étnica. Mi estilo como es sabido, no es descriptivo, ilustrativo o anecdótico, sin embargo, tiene esos tres aditivos…”.

El arte de Bejarano deja de ser un producto contemplativo, por su grandiosidad, belleza y espectacular acabado, para convertirse en un arte eminentemente social, comprometido y comprometedor, en tanto susceptible a provocar importantes cambios en la conciencia del espectador, el cual lo percibe como enérgico testimonio sobre la vida.
En La fractura del decorum, se destaca, asimismo, el magistral desempeño del artífice como dibujante, ejercicio en el que retoma, como en sus anteriores series, trascendentales íconos universales para finalmente provocar en el espectador reflexiones de alcance individual y colectivo que también pueden traspalarse a otras situaciones en cualquier latitud. Sus trabajos enigmáticos y místicos, evocan al hombre desde su magnitud humanística hasta sus disímiles niveles de pensamiento, de acción, de conciencia. Compleja conjunción de emblemas, de signos que, derivados del estudio y la observación del pintor, establecen un conceptualismo plástico que emana del contrapunteo entre lo clásico y lo contemporáneo.