La Habana se llena de rostros viejos y cansados. Extenuados de tanto, de colas en farmacias, de colas en panaderías, de colas en bodegas –cuando hay colas en bodegas–, de colas en agros. Hay canas en todos lados. Los bastones se escuchan andar, ayudando a piernas fatigadas, agarrados por manos endebles que algún día fueron vigorosas.

Ser viejos en nuestra Cuba es una condición que, en lugar de ser lo que debería, trae muchos dolores no propios de la edad. El descanso después de una vida dedicada a hacer y crear se hace imposible, la dinámica del hoy no lo permite, no alcanza.
Comparar es ridículo, porque las realidades y los contextos están a años luz, pero cuestionar es inevitable. Querer una mejor condición para nuestros ancianos, esos de rostro viejo y cansado, tiene que ser más que un deseo. No puede ser posible, bajo ningún concepto, que los bastones salgan a recorrer las calles “a ver que aparece y si alcanza” para hoy.
De las familias depende mucho, el compromiso hacia ellos de cuidarlos y darles la menor carga posible debe ser una constante. No todos tuvieron hijos, otros tantos es como si no los hubieran tenido. Muchos se pasaron la vida trabajando duro y de sol a sol, aportando con mucho sudor a nuestra isla, hoy reciben una jubilación que de júbilo no tienen nada, que no cubre necesidades.
Nuestros mayores necesitan y merecen todo lo que les falta. Tienen que salir a pasear y no a luchar. Tienen que comer trozos de estrellas si es su deseo. Tienen que tomar vino y ron si quieren, pero lo único añejo es su rostro.







Cruda y triste realidad.En este mundo hay de todo pero si le puedo asegurar que han muchas personas o familiares que quisieran ayudar pero no esta a su alcance pues estan igual o peor.Y viejos son muchos y dentro de poco seremos más.Vivimos tiempos muy dificiles para todos.