De formación autodidacta, Ernesto González Valdivia ha encontrado en la tierra su medio de expresión. Nació el 12 de enero de 1951 en los campos del antiguo central Tuinucú, en la provincia de Sancti Spíritus. A través de sus obras ha logrado capturar la esencia del entorno utilizando una técnica poco convencional: pintar con tierra.

Este artista utiliza como pinceles las plumas de las aves que, según él, son más resistentes a la hora de pintar que los pinceles tradicionales. Realizó su primera exposición en 1981 en Santa Clara. Cuenta con 105 muestras personales, 13 colectivas y cuatro en el extranjero. Su obra ha sido promovida a través de la radio, la televisión y el cine; en este último con con tres documentales.

Para lograr su auténtico trabajo, explica que primero recoge la tierra, la limpia (de hiervas u otros residuos) y la pasa al proceso de molienda. Luego la mezcla con resina de árboles, ‘‘pero no con cualquier tipo de resina, cada suelo lleva una en específico’’. González Valdivia no estudió el suelo, sin embargo, su experiencia le permite saber qué resina mezclar con cada suelo.
-¿Qué lo llevó a elegir la tierra como elemento principal de sus creaciones?
‘‘Me crié en el campo; cuando llovía, mi papá iba con las carretas y las ruedas amasaban el fango, con él moldeaba figuras como gallinas, perros o personas. Después las ponía en el rincón del bohío, pero al pasar el tiempo, ese fango se secaba y se destruía. Eso me llevó a pensar que tenía que aglutinarlo con algo. Con los años, descubrí que la resina de los árboles podía mezclarla con tierra y así realizar mis pinturas.
‘‘Algo que influyó en mis creaciones fue cuando mi papá me llevaba a la ciudad de Sancti Spíritus. Al caminar por las calles miraba fijamente hacia dentro de las casas y disfrutaba de las obras de arte, al punto que mi papá me regañaba. Ver esos coloridos cuadros me motivó mucho’’.
-Usted aprendió de forma autodidacta, ¿cuáles han sido los mayores desafíos que ha enfrentado en su desarrollo artístico?
‘‘Cuando me presenté a las pruebas de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, me pusieron a pintar a una persona. El modelo era un señor muy mayor, al cual se le veían las costillas y tenía los pómulos hundidos; era una calaverita. Fue un momento difícil que no logré afrontar y eso me llevó a salir del aula en medio de las pruebas.
‘‘Después de lo ocurrido, olvidé totalmente la academia y me dije que, si haría arte, sería algo popular. Fue bastante complejo; donde quiera que iba me decían que este arte no estaba aprobado por cultura nacional, que no funcionaría.
-¿Cuánto le aportó su encuentro con el pintor Samuel Feijóo para su carrera artística?
‘‘En Santa Clara, hacía con plumilla unos dibujos folclóricos a tinta china. Un día, un colega me presentó a Feijóo.
‘‘Cuando él vio mi trabajo se interesó mucho y lo llevó a la India y a África. Luego, los trabajos se empezaron a publicar en la revista Signos que él dirigía. En otra ocasión, Samuel elogió mis trabajos realizados con tierra; me presentó a importantes personas del mundo del arte y es así es como abrí un poco mi camino’’.
Sus obras han sido elaboradas con tierra de distintas partes de Cuba. Pero para él, si embargo, la mejor procede de La Coloma, Pinar del Río. ‘‘Es realmente un arcoíris de colores, se aprecia en las capas del suelo desde el amarillo, el rojo, el blanco y hasta el morado’’.
-¿Cuál es su fuente de inspiración a la hora de crear?
‘‘La gran maestra es la naturaleza. Un pintor resulta ser muy observador de ella y yo, desde niño, disfrutaba de los bellos campos de mi tierra”.

El trabajo de Ernesto González ha llegado a diferentes partes del mundo: Argentina, España y Suiza. Dentro de Cuba ha expuesto en el hotel Habana Libre, en el Capitolio, en algunos espacios expositivos de Varadero y en varios museos de La Habana. Con su arte intenta trasmitir el sentimiento de cubanía, su amor por la tierra que lo vio nacer.
A sus 73 años, sigue pintando y preparándose para en un futuro poder montar una nueva exposición, ya que desde 2010 no realiza ninguna. Ernesto anhela crear en su patio un espacio para exponer sus pinturas.
-Aparte de pintar también escribe y canta, ¿cómo surgieron estas facetas?
‘‘La música vino desde niño, cuando en mi casa se hacían parrandas campesinas. Al oír tanta música y tener sensibilidad artística, empecé primeramente componiendo décimas, que luego grabé y que forman parte de uno de mis cinco libros. Con mi primer disco titulado Soy del Viento, y en voz de Gisela Sosa, obtuve el tercer premio en el concurso de composición del XV Festival de Habaneras en el año 2000, con la obra Tráerla frente al mar’’

La literatura, sin embargo, afirma que llegó por una necesidad psicológica. En un momento de su vida atravesó por momentos difíciles, lo que lo llevó a tomar lápiz y papel para plasmar sus ideas. Así escribió dos libros: Nosotros crecimos entre las cañas y Testimonio del pintor de la Tierra de Cuba.
El milagro de la Tierra, documental dedicado a él y realizado por el Instituto Cubano de Artes e Industrias Cinematográficas (Icaic), fue proyectado en 1988 en todos los cines cubanos. ‘‘Esto fue lo que realmente me lanzó a las galerías de arte, las cuales, hasta ese momento, decían ‘no’ a mi trabajo’’, afirmó.
-¿Haber nacido en el campo lo llevó a tener ese gran amor por la tierra?
‘‘Sí, cierto. Estoy muy arraigado a mis raíces. Nací y crecí oliendo la tierra de Las Colonias del Central Tuinucú, por eso tengo ese amor tan grande; porque de ella vine y ella será mi final’’.
