Cargando...El 20 de enero próximo, coincidiendo con el feriado estadounidense por el día de Martin Luther King Jr., una parte nada despreciable del mundo estará pendiente de la investidura presidencial de Donald Trump.
El multimillonario llega a la Casa Blanca luego de unos comicios que ganó con amplia ventaja. A ese respaldo popular se suma la mayoría republicana en el Senado y la Cámara de Representantes, al menos durante los primeros dos años de su mandato. Luego habrá que esperar a los resultados legislativos previstos para esa fecha.
Trump es consciente de que este segundo mandato será su última oportunidad de ocupar el sillón de la Casa Blanca que tanto ha ambicionado. Así lo establecen la constitución de su país y la naturaleza, pues dentro de cuatro años tendrá más de 82 años y ostentará el récord del presidente en ejercicio más viejo de la historia de EE.UU.
Biden, por cierto, también se despide del cargo con 82 años. Trató de irrespetar la barrera del tiempo postulándose por segunda vez y todos sabemos cómo terminó la historia, a mitad de campaña tuvo que renunciar. Está claro que a esa edad la energía no alcanza para tanto.
La ceremonia
La toma de posesión del presidente número 47 de los Estados Unidos ocurrirá en el Capitolio de Washington D.C. ante miembros del Congreso, jueces de la Corte Suprema, ciudadanos, y líderes políticos nacionales y extranjeros.
La tradición pauta la agenda de la jornada aunque Trump podría romper el protocolo. Ya lo hizo en el 2021 cuando se ausentó a la toma de posesión de Joe Biden y al simbólico recorrido (desde la Casa Blanca al Capitolio) que históricamente realizan juntos el presidente saliente y el sucesor.
Por cierto, en su último discurso, Biden, habló de la necesidad de cambiar la constitución para que “ningún presidente sea inmune” a la justicia si comete algún crimen, en clara alusión a la condición de convicto sin sentencia con que Trump llega al cargo.
Luego del juramento y el primer discurso presidencial, se prevé un desfile inaugural con una comitiva que recorre la Avenida Pensilvania hasta la Casa Blanca, acompañada por bandas militares y representantes de diferentes estados. Tras el almuerzo, el nuevo mandatario ocupará la Sala del Presidente, ubicada muy cerca del Senado, en el Capitolio, y firmará las primeras nominaciones, proclamaciones y órdenes ejecutivas.
Desafíos
Expertos han alertado que este segundo mandato de Trump podría implicar “retrocesos significativos a nivel de normas democráticas, espacio cívico, protección de los derechos humanos, independencia judicial, iniciativas de inclusión y diversidad, así como en la respuesta a la crisis climática”. En general, auguran una profunda erosión del contenido y la práctica de “las libertades democráticas, los derechos humanos y el estado de derecho” en EE. UU. y más allá.
La migración ilegal es uno de los temas que resulta prioridad para Trump. Lo viene diciendo desde la campaña presidencial. El ala más conservadora de la sociedad estadounidense comparte su certeza de que esa situación es responsable de casi todos los males de la nación, entre ellos del incremento de la criminalidad, de la inflación y hasta de la carestía del alquiler de los inmuebles.
Para resolver el problema Trump ha prometido la “mayor deportación de la historia”. Pretende expulsar a “todos los extranjeros indocumentados” que, según estimados del 2022 del centro de estudios Pew, suman unos 11 millones de personas en todo el país. Otras fuentes aseguran que son muchos más.
No obstante, ejecutar una deportación masiva no es tan fácil, el proceso podría ser costoso, complejo e impactaría notablemente en la disponibilidad de fuerza de trabajo no calificada, imprescindible en sectores básicos como agricultura y construcción.
En la mirilla están todas las brechas legales mediante las cuales los migrantes legalizaban su estancia en EE.UU., entre ellas los programas de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), el Estatus de Protección Temporal (TPS), y el permiso humanitario para ciudadanos de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela.
La amenaza alcanza también a las Oficinas de Movilidad Segura emplazadas en naciones como Colombia, Costa Rica, Ecuador y Guatemala que forman parte de la ruta migratoria suramericana. Medios especializados reconocen que eso espacios contribuían a la evaluación y procesamiento de los migrantes, incluido el reasentamiento de refugiados.
Con México la hostilidad será mayor pues Trump no solo amenaza con deportar a los ilegales, sino que también pretende convertir al país en una inmensa y tensa sala de espera para quienes pretendan entrar por la frontera.
Otro punto álgido en las relaciones internacionales será la rivalidad con China, nación que en las últimas décadas ha desplazado a EE. UU. en renglones económicos y comerciales de importancia estratégica.
En el 2023, por ejemplo, los mercados estadounidenses importaron unos 426 mil 885 millones de dólares de productos chinos, lo que no hace ninguna gracia al nuevo mandatario. El presidente ha prometido reducir esa cifra y establecer estrictas regulaciones a las inversiones de sus connacionales en el gigante asiático China, solo serán autorizadas aquellas que “favorezcan a EE.UU.”.
Como es de suponer la ofensiva de Trump y el incremento de los aranceles a los productos chinos no quedará sin respuesta. A las tensiones de hoy habrá que sumarle las que genere esa guerra económica entre las dos mayores economías del mundo. Los perjuicios mayores recaerán, de manera irremediable, sobre terceros, fundamentalmente, las naciones del Sur Global.
