La nación cubana, socialista, esta sociedad de trabajadores que nos hemos propuesto construir con todos y para el bien de todos, está atravesando uno de los momentos más difíciles de su historia.
No estamos bajo el impacto de bombas ni sometidos a una agresión militar directa, sino somos el blanco de una despiadada guerra económica, que se recrudece cada vez más, y de un bombardeo mediático para sembrar el desaliento y la desesperación en el pueblo, como se planeó perversamente por los alabarderos del imperio, aun antes de declararse de manera oficial el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba.
Como señaló recientemente el primer secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, no podemos buscar en internet un tutorial que nos indique cómo hacer las cosas bien en las actuales circunstancias, sin embargo, planteó una idea que adquiere especial valor para la actuación de cada trabajador en su trinchera de la producción o los servicios: “Cada día en que logramos someter esas grandes dificultades, con tesón, con esfuerzo, con creatividad, con talento, con unidad en los propósitos, en fin, cada día de la Revolución en el poder contra el plan genocida de su enemigo histórico es un triunfo”.
Para conquistar la victoria se requiere entonces, mirarse hacia adentro, buscar las vías para ganar en eficiencia, generalizar las experiencias de otros que, ante los mismos inconvenientes, logran buenos resultados.
No caben en estos planes el desánimo, la inercia, la negligencia, la insensibilidad, la autocomplacencia, la falta de iniciativas.
Son actitudes a desterrar del vocabulario de directivos y trabajadores, porque frenan el objetivo de seguir adelante en nuestro proyecto social que el imperio se empeña en asfixiar.
Paradójicamente, en medio de tantos problemas se dan condiciones propicias para avanzar, y la principal de ellas radica en la revolución de las mentalidades y de las conciencias que se está produciendo durante el proceso orgánico del 22° Congreso de la CTC.
Es una revolución sin grandes titulares, casi silenciosa, que tiene como escenario cada territorio, bajo la conducción del movimiento sindical. No necesita anuncios, sino acciones porque deben pasar del planteamiento a materializaciones. Y ello se produce a menudo con solo estimular la inteligencia y los deseos de hacer.
Ahí está el ejemplo de los aniristas, que no precisan convocatoria para encontrar soluciones, pues tienen un ejercicio histórico en el enfrentamiento a las limitaciones del bloqueo, desde los años en que el Che confió en ellos para enfrentar las carencias.
Si cada cual hace lo que le toca, lo hace bien y se propone hacerlo mejor, podrán irse sometiendo las dificultades para comenzar un nuevo día de Revolución, una jornada más de derrota del prepotente vecino que pretende regresarnos a la condición de neocolonia.
El Comandante en Jefe alertó que en tiempos difíciles hay quienes se confunden, se desalientan, se acobardan, se reblandecen, traicionan, desertan… y es precisamente en estos momentos en que se prueban los mejores hombres y mujeres de esta tierra y demuestran su valía.
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