Hace unos días tuve la oportunidad de pasarme por la Escuela Nacional de Gimnasia, deporte que disfruto mucho. Poder ver de lo que es capaz el cuerpo humano es simplemente impresionante. Saber, además, que los gimnastas se forman desde bien temprano –quizá sean los deportistas que más jóvenes empiezan– le da un toque especial cuando puedes ver a niños haciendo lo que ni en sueños un adulto promedio puede hacer.
A pesar de ser niños, los caracteriza el compromiso con el deporte que aman. Verlos concentrados y dispuestos a afrontar cada día los fuertes entrenamientos es una inspiración.
La subdirectora de la escuela, Ofelia, me comentaba de un muchachito de 10 años, con quien tuve la oportunidad de hablar, que había ganado la última competición en las 7 posiciones que la componen.
Fui a verlo entrenar luego. Estaba en las barras paralelas, haciendo los movimientos clásicos con una facilidad increíble, con un dominio de su peso y de la técnica impresionante. No pude evitar darme la vuelta y preguntarle a Ofelia:
- ¿Tiene futuro, verdad?
- Ni te imaginas cuanto –dijo con una sonrisa