Todos guardamos un puñado de intimidades que no compartimos con nadie. Permanecen bajo los muros del alma. Ese terreno personal, nunca pisado…
Corren tiempos duros, peor: sombríos y hay un agresivo filo de ansiedad en el ambiente. Urge escuchar los sentimientos, el espíritu de las personas, las que no los adornan con los colores que gustan a algunos. Esas que murmuran verdades y dolencias. Misterio, frescor y extrañeza…
“No doy entrevistas. Lo decidí hace un tiempo. Te la doy por obra y gracias de no sé qué”, arroja Silvia Costa, y sus ojos golpean mi rostro. Quizá sean marrones. Solo tengo dos certezas. Pegan y duro. ¡Mejor aún!
“Elegí el anonimato –apunta y se toca el pelo con un gesto cargado de cansancio cotidiano, para volver a la carga–. Soy una persona sencilla, apegada a mis vecinos. Prefiero estar alejada de lo que llame la atención. Es mi forma de ser”, y bajo sus cejas se hunden profundas líneas de sombras. De repente frunce el ceño con gesto interrogativo…
“El proceso más duro de un atleta es el retiro –abunda la ex saltadora de altura, mientras con pasos largos recorre la sala de su apartamento–. Cree que puede más. No comprende cuando el cuerpo dice hasta aquí. Muchos no están preparados. Caen en adicciones y estados depresivos. Pierden la motivación. Se piensa en muchas cosas. Aunque seas entrenador nunca es igual”, ratifica y los labios se le curvan.
Toma asiento frente a mí en un sólido butacón y mira ansiosamente a su alrededor. “Fue difícil. Mi entrenador jamás me preparó sicológicamente para ese paso. ¿Desentrenamiento? ¡ninguno, por eso padezco de presión alta!”, asevera controlando los recuerdos y después los libera, o tal vez logra ambas cosas al mismo tiempo. Algo que desearía hacer con ciertos asuntos de mi día a día.
“Ahora no sé si lo realizan. Conmigo no. Cuando dejas de ser útil, ni se acuerdan”, acentúa con un gesto ambiguo, y da a entender que su respuesta permanecía enconada en la conciencia, esperando el momento adecuado para fluir hasta vaciarse.
“Sabes, prefiero no hablar de deportes. Incluso no estoy cómoda cuando gritan mi nombre en la calle –afirma y las comisuras de la boca caen un ápice–. Con el tiempo uno valora más lo alcanzado. Cada medalla tiene su historia, a veces conocida solo por uno. Son asuntos muy personales”, y arruga la frente…
Se pone de pie. Busca su espacio. La comodidad permanece enjaulada en su interior. Se interna en la cocina y entre el ruido de las tazas y la cafetera, quizá buscando confort emocional prosigue.
“Jamás imaginé que mi récord nacional (2 metros y 4 centímetros) durara más de 30 años. Venían muchachas de talento y resultados, pero no pudieron. No será fácil romperlo. Ojalá no lo hagan. Así me recordarán”, sonríe sarcásticamente, moviendo la cabeza en un gesto de gorrión y regresa con par de tazas de oloroso café.
“Esa marca fue en la Copa del Mundo de 1989 en Barcelona –recalca y el tono de la voz estalla en la sala–. Era la competencia del año. Llegué bien y en el segundo salto la hice. Oro y emoción. No me sorprendió. Incluso intenté los 2 metros y 10 centímetros –acota, en tanto se sienta cuidadosamente para no derramar el café. Se lleva la taza a la altura de la nariz. La mueve de un lado a otro. Da dos sorbos intensos y se adentra en el sabor de otros recuerdos–. Lo confieso. Si hubiera seguido preparándome con Guillermo de la Torre saltaba más alto. Con él impuse récord mundial juvenil”, certifica y estira brazos y piernas arqueándose. Creo que la espina dorsal le cruje como un ruido de disparos lejanos.
Se reacomoda rígidamente en el butacón. Con una mano se seca la frente perlada de sudor. La otra acaricia la taza, asentada sobre sus muslos.
“Dudé de los resultados de varios deportistas extranjeros de mi etapa. Existían muchas sustancias dopantes. Hoy se conocen y descubren. En aquel tiempo no”, expone y torpemente hurga en uno de sus bolsillos como si la acción le ayudara a despertar un poco más la memoria.
“La medalla más querida es la plata del mundial al aire libre de Stuttgart, en 1993. Salté 1.97 –asegura con una dicción limpia, en la que se filtra su humanidad y carácter–. Venía de una lesión en el talón de Aquiles. Fue una temporada de altos y bajos”, atestigua y se palpa una fina cicatriz que casi serpentea, desde el calcañal hasta el inicio del gemelo de su pierna derecha.
Suspira ardor. Busca en el interior de la taza ya vacía. Brinda más café, buscando la oportunidad de volver a servirse. Le agradezco con un no casi tímido. Entonces, el dolor en forma de palabra se le hunde en el pecho como una cuchilla afilada.
“En mi mejor momento no estuve en los Juegos Olímpicos. Por solidaridad no competimos en Los Ángeles 1984 y Seúl 1988. Entonces era de las mejores. En 1992 en Barcelona no fue igual. Fui sexta. Al menos salté. Es la satisfacción que me queda”, dice con sed de consuelo. Ojalá existiera cerca un oasis, para sosegar tanto anhelo ardiente acumulado.
“No ganar una presea olímpica pesa mucho, al menos acá –dispara en un ronco y amargo murmullo. Quizás como prólogo cruel de lo que está por venir–. No te consideran igual. De nada valió la entrega y los premios. A mí y a otros nos costó. Hay cosas increíbles. No entiendo”, apunta despojada de sentimientos hasta ahora mudos y el dolor a pronunciarlos en voz alta.
“Las personas opinan sin saber”, prosigue y una bocanada de aire se le asienta en los pulmones y le incendia el espíritu. Se toma unos segundos. Un silencio aparece. De repente vuelve a arder.
“Creen que los deportistas son privilegiados. Se olvidan del trabajo y el sacrificio. Han cambiado algunas cosas, pero en mi etapa no podíamos tomarnos ni un refresco, el dinero que daban no alcanzaba.
“Te lo gastabas en boberías para regalos. Tampoco podías entrar al país con esa moneda. Eso influía. Nos entregábamos. ¡Nadieeee puede dudarlo! –indica con elevadísimo octanaje emocional–. Ahí están los resultados. No existían otros incentivos y no hablo de dinero”, revela y una decepción momentánea la estrangula.
Se levanta como un resorte. Se estira el pulóver y comprueba que una manchita oscura continúa aferrada casi clandestinamente a un costado de la manga. Intenta rasparla con su dedo índice y “canta” otras historias.
“Nunca logré el título en Juegos Panamericanos. Terminé con plata tres veces. No quiero justificarme, no soy así, pero mi entrenador Ricardo Guadarrama nunca los tuvo como la principal competencia del año. Importancia le daba, sin embargo, priorizaba los mundiales.
“Con el tiempo comprendí, que no hicimos bien varias fases de preparación –comenta dando paseítos cortos por la sala y encogiéndose de hombros–. No supimos cuándo bajar o subir las cargas físicas. Incluso una vez en el extranjero estuvimos a punto de regresar a Cuba por incomprensiones.
“El plan de entrenamiento no puede violarse. Lo pagué en los Panamericanos”, autentica resoplando y dejándose caer sobre el butacón, en tanto se retuerce ligeramente los dedos de las manos entrelazadas, satisfecha de su revelación.
“¿Ritual antes de competir? –señala y cierra los ojos de un modo definitivo–. Ningunooo –acentúa y la palabra se le apaga en los labios– solo escuchar música y concentrarme. En el salto de altura el rival es la varilla. Es a la que tienes que superar.
“Es una especialidad difícil. Necesitas adaptarte a un grupo de mecanismos y realizar muchas repeticiones”.
Una sonrisa natural y magullada se apodera del momento. Otra vez el pasado cobra vida como ese nostálgico perfume, que cargado de pasión y magia se vive, se siente y padece.
“Escogí el deporte para salir adelante. Éramos muy humildes, mis padres y nueve hermanos. Vivíamos en La Palma, Pinar del Río, de forma precaria, hasta mala. Por suerte tenía las condiciones físicas y el gusto por el deporte. Con eso y entrega triunfé.
“Estoy alejada del atletismo. Dar un criterio no es fácil. Ahora no entrenan igual, hay desmotivación –detalla como un paisaje helado–. Prefieren irse del país, específica y las palabras chirrían lastimosamente.
“Nada es perfecto en la vida. Duele no haber seguido preparándome con Guillermo de la Torre. Hubiera llegado más alto. Se lo dije a Javier Sotomayor, entrenado por Guillermo lograrás más. Ahí están los resultados. Las dudas de lo que pudo haber pasado me persiguen”, y juro se le erizan los vellos de la nuca y el alma…
Una deliciosa sensación de descubrimiento dejan las palabras de Silvia Costa. El ser humano es confusión y lucidez. Amor y tormenta. Negarle sus contradicciones y sinceridad es cercenarle el espíritu. Benditas las personas así. Esas que en tiempos estremecedores habitan su propia piel.
Silvia. Muchos te llevamos en el corazón. No lo dudes
Gracias al autor de esta entrevista (Daniel Martínez) por revelarnos, con extraordinaria sensibilidad, el rostro menos conocido de esta campeona. Las palabras de la entrevistada son dardos que dan en la diana y rasgan esa fina cortina que estructura la realidad en diferentes dimensiones, algunas imperceptibles de no ser por textos como este.
A Silvia, muchísimas gracias por su esfuerzo. Ahora la admiro aún más.
Hola, para quienes dicen que no la conocen o que no loa han visto saltar. Aquí el enlace de su competencia en la copa del Mundo de 1989 en Barcelona.
Ella saltaba como si tuviera muelles en las piernas. Como si no le costara esfuerzo alguno, por eso se veia muy gracil.
Saludos
https://www.google.es/search?q=Silvia+Costa+Barcelona+1989&sca_esv=04491e030e2b56fd&source=hp&ei=J6cgZ5upMebWi-gPsfOgUA&iflsig=AL9hbdgAAAAAZyC1N8SK3qIgzKjT5FT9091tz9xgc4Nt&ved=0ahUKEwjb2Nz0n7OJAxVm6wIHHbE5CAoQ4dUDCA8&uact=5&oq=Silvia+Costa+Barcelona+1989&gs_lp=Egdnd3Mtd2l6IhtTaWx2aWEgQ29zdGEgQmFyY2Vsb25hIDE5ODkyBRAhGKABMgUQIRigAUjxgQFQgQlYjmdwAngAkAEAmAH0AaABphiqAQYxOC42LjS4AQPIAQD4AQGYAh6gAvgYqAIKwgIQEAAYAxjlAhjqAhiMAxiPAcICEBAuGAMY5QIY6gIYjAMYjwHCAgUQLhiABMICBRAAGIAEwgILEAAYgAQYsQMYgwHCAhEQLhiABBixAxjRAxiDARjHAcICDhAuGIAEGLEDGNEDGMcBwgILEC4YgAQY0QMYxwHCAgoQABiABBhDGIoFwgIOEC4YgAQYsQMYgwEYigXCAgsQLhiABBixAxiDAcICCBAuGIAEGLEDwgILEC4YgAQYsQMY1ALCAg4QLhiABBixAxiDARjUAsICCBAAGIAEGLEDwgIHEC4YgAQYCsICBxAAGIAEGArCAgYQABgWGB7CAgwQLhjRAxgWGMcBGB7CAggQABiABBiiBJgDB5IHBjIwLjYuNKAHsN4B&sclient=gws-wiz#fpstate=ive&vld=cid:2aebcaf6,vid:OSk1J9j0Jpw,st:0
Siempre lo he dicho: HONOR, a quien HONOR MERECE. Mis respetos para Silvia y el periodista que logró ponerse en la piel que habita nuestra campeona 🏆🏅
Silvia formó parte parte de una generación gloriosa, recordarlos es vital mucho pueden ayudar a los nuevos escucharlos y no repetir errores también es necesario
excelente trabajo y muy emotivo a una de las mejores atletas del atletismo cubano y a una excelente y bella persona que bueno que la recuerda para quienes no la conocen, mucha salud y bienestar Silvia.
felicidades para Silvia Costa grande entre las grandes se batia con las mejores del mundo que saltaban de verdad me acuerdo de un búlgara y otra rusa, grande la campeona, sus quejas no son nuevas otros también lo hacen, salud y bendiciones
El artículo está muy bueno abunda temas sensibles y muy nuestros imagino el proceso del periodista y Silvia Costa, que tengo entendido es la hermana de aquel gran pitcher Reinaldo Costa, felicidades a los dos
LA HE VISTO POR MI BARRIO DEL CASINO BUENA PERSONA, SERIA Y MUY NATURAL NO SABIA QUE FUE DEPORTISTA TRATARÉ DE COMPRAR EL PERIÓDICO
Opino que Silvia Costa tuvo una gran carrera deportiva, que pudo ganar más tal vez, pero las medallas están usted es grande señora no lo dude
Vi el periódico brutal diseño y trabajo felicidades
Una deliciosa sensación de descubrimiento dejan las palabras de Silvia Costa. El ser humano es confusión y lucidez. Amor y tormenta. Negarle sus contradicciones y sinceridad es cercenarle el espíritu. Benditas las personas así. Esas que en tiempos estremecedores habitan su propia piel.
Me cuadró el trabajo, en especial el final
GRAN MUJER, BUENA MADRE Y ABUELA BUENA VECINA SENCILLA Y MUY CUBANA FELICIDADES SILVIA
Despues de mucho tiempo se sabe algo de Silvia se agradece pero tambien preocupa hay que buscar a los que no se sabe de ellos lo merecen
Cuantas historias lindas tenemos para contar, algunas duras pero nuestras gran trabajo del periódico es lo necesario, Silvia Costa otra gigante recordada
la gran Silvia Costa al seguro era medallista en juegos olimpicos grande entre las grandes la vida la premia con el cariño de la gente
El proceso más duro de un atleta es el retiro –abunda la ex saltadora de altura, mientras con pasos largos recorre la sala de su apartamento–. Cree que puede más. No comprende cuando el cuerpo dice hasta aquí. Muchos no están preparados. Caen en adicciones y estados depresivos. Pierden la motivación. Se piensa en muchas cosas. Aunque seas entrenador nunca es igual”, ratifica y los labios se le curvan.
NO ES LA PRIMERA VEZ QUE LEO ESTO DE LOS DEPORTISTAS EN TRABAJADORES ALGO DEBE HACERSE NO ES CASUALIDAD SINO MAL TRABAJO AGRADECIDO POR TAN BUEN ARTICULO
No sabia algunas de estas historias logico no daba entrevistas siempre admiré a Silvia Costa incluso creo podia más ya veo porque no pudo saludos campeona y gracias por hablar ya se de usted
En lo personal disfruto mucho los trabajos que publican son ejemplo para muchos feliz de leerlos sigan asi me gustó mucho
Salud y fuerza para nuestra Silvia Costa orgullo de Cuba y Pinar del Río
miren que habló Silvia y eso que no queria ja, ja, ja felicidades campeona el pueblo si te recuerda eso es lo que importa por cierto y la Quintero donde está
Estudié Cultura Física en el Fajardo y vi a muchas glorias deportivas quejarse la verdad me dolió hay que cambiar y apoyarlos no todo es dar cosas hay que reconocerlos, bendiciones a todos
SEÑOR PERIODISTA, SU TRABAJO LLEGA INCLUSO PEGA DURO LO FELICITO MUCHO MERECE EL DEPORTE CUBANO QUE SE RECUERDE A SUS GLORIAS A SILVIA Y OTROS SALUD Y LARGA VIDA
EL TRABAJO ESA PARA COPIARLO ACÁ JA, JA, JA
“Dudé de los resultados de varios deportistas extranjeros de mi etapa. Existían muchas sustancias dopantes. Hoy se conocen y descubren. En aquel tiempo no”, expone y torpemente hurga en uno de sus bolsillos como si la acción le ayudara a despertar un poco más la memoria.
“La medalla más querida es la plata del mundial al aire libre de Stuttgart, en 1993. Salté 1.97 –asegura con una dicción limpia, en la que se filtra su humanidad y carácter–. Venía de una lesión en el talón de Aquiles. Fue una temporada de altos y bajos”, atestigua y se palpa una fina cicatriz que casi serpentea, desde el calcañal hasta el inicio del gemelo de su pierna derecha.
“En mi mejor momento no estuve en los Juegos Olímpicos. Por solidaridad no competimos en Los Ángeles 1984 y Seúl 1988. Entonces era de las mejores. En 1992 en Barcelona no fue igual. Fui sexta. Al menos salté. Es la satisfacción que me queda”, dice con sed de consuelo. Ojalá existiera cerca un oasis, para sosegar tanto anhelo ardiente acumulado.
“No ganar una presea olímpica pesa mucho, al menos acá –dispara en un ronco y amargo murmullo. Quizás como prólogo cruel de lo que está por venir–. No te consideran igual. De nada valió la entrega y los premios. A mí y a otros nos costó. Hay cosas increíbles. No entiendo”, apunta despojada de sentimientos hasta ahora mudos y el dolor a pronunciarlos en voz alta.
Señores quien duda de la calidad de los deportistas cubanos otra vez lo mismo es verdad que ella no quiere hablar y lo hizo buena del periodista y buena de ella asi se hace
Daniel, gracias otra vez por su trabajo, rescatar a las glorias deportivas es un deber su voz debe escucharse fueron y son actores de la historia de este país bendiciones para ellos
Un montón de atletas ha dado este pais las glorias llovieron ahoa es diferente pero todavia algos e hace ahí estan los juegos de Paris saludos a Silvia Costa
Cuando era niño queria ser deportista ver a los mejores no me alcanzo pero gocé Silvia merce atención y espacio
NO VI A SILVIA COSTA COMPETIR PERO NO ES LA PRIMERA ATLETA QUE SE QUEJA CREO TODO LO QUE DIJO OJALA EL DEPORTE CUBANO REGRESE A LO QUE FUE
Excelente trabajo amigo, ya que lograstes una entrevista de mi mama ya que no lê gusta.Una espectacular atleta, madre y mujer.
Mis respeto para la gran Silvia Costa.Tan fuerte y guerrera en el deporte como bondadosa,amable y servicial en su trato con todo el mundo.La amistad entre nosotras siempre trascendió la barrera de la rivalidad lógica deportiva.Es de las personas que uno desea tener siempre como amiga y yo gozo de tener ese privilegio.Autentica por fuera y por dentro eres parte de las joyas de nuestro atletismo escrito está y no se podrá borrar privilegio el haber entrenado y competido a tu lado.
De niño sigo el deporte disfruté los mejores momento del deporte cubano y Silvia Costa fue de las mejores bendiciones campeona gracias Trabajadores
Leí la entrevista dos veces muy buena muchos no se acuerdan de Silvia franca y contundente imagino la cara del periodista me quedo con esto
Una deliciosa sensación de descubrimiento dejan las palabras de Silvia Costa. El ser humano es confusión y lucidez. Amor y tormenta. Negarle sus contradicciones y sinceridad es cercenarle el espíritu. Benditas las personas así. Esas que en tiempos estremecedores habitan su propia piel.
SIN DUDAS UNA DE LAS MEJORES SALTADORAS DE CUBA DE TODOS LOS TIEMPOS DE UNA FAMILIA DEPORTIVA DE CALIDAD, A BUENA HORA ESTE TRABAJO, LO COMPARTO
Buen artículo, real a veces duro pero bueno sin dudas, Silvia Costa no se habla de ella es verdad que ella no quiere pero el periodismo es ese